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Para vender siempre hay tiempo por Alfredo Menéndez

La Razón
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Mi madre no es Luis de Guindos, ni falta que le hace. Tampoco es Percival Manglano ni Pedro Calvo. Por eso le tengo tanto cariño: madre no hay más que una y políticos, bastantes más. Pero cuando quieran el ministro de Rajoy, el consejero de Aguirre o el concejal de Botella se la presento para que en dos tardes les enseñe todo lo que hay que saber sobre economía. De paso, seguro que les hace una merendola porque de casa de mi madre nadie se va sin cenar.

La primera de las dos leyes básicas de la economía, según mi madre, es que no se pueden estirar los pies más de lo que da la manta. Pero a esta lección ya llegamos tarde, así que lo dejamos para la próxima crisis. Y la segunda ley –me lo ha dicho toda la vida– es que para vender siempre hay tiempo. Te crees rico porque tienes cierto patrimonio y si necesitas efectivo te pones a vender. Te dan tu dinero, poco o mucho –seguramente menos de lo que necesitas–, pero entonces ya no tienes nada. Sólo los billetes. Y hagas lo que hagas se comportan como la lana en una lavadora con agua caliente: encogen.

Vender patrimonio ahora no tiene sentido: habrá quien diga que las joyas de la abuela están para empeñarlas cuando hace falta. Pero es que según está el mercado cualquier operación de venta es malvender o bien comprar para el afortunado que pueda hacer la inversión. Una lástima que mi madre no pueda invertir ahora. Me arreglaba la herencia antes de irme de vacaciones.