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«Sólo quiero que Marruecos me deje ir a enterrar a mi hermano»

Lahmad vio a su hermano por última vez en agosto. Tres meses después, Baby Hamday Buyema, de 35 años y nacionalidad española, encontró la muerte a manos de gendarmes marroquíes el pasado lunes en El Aaiún, capital administrativa del Sáhara Occidental.

Imagen del vídeo, difundido a través de internet, con el cadáver amortajado del joven Baby Hamday Buyema
Imagen del vídeo, difundido a través de internet, con el cadáver amortajado del joven Baby Hamday Buyemalarazon

«Un coche de la Policía le pasó por encima. Dos veces». Así lo explica en conversación telefónica con LA RAZÓN Lahmed, miembro del Frente Polisario y residente en Alicante desde 1999. Según él, su hermano, que trabajaba como ingeniero eléctrico para la empresa de fosfatos Foss Bucra, vino a España en verano para obtener su documento nacional de identidad, «un trámite que tenía pendiente desde 2006».

Lahmad vive ahora en Alicante y también cuenta con nacionalidad española. «No me ha llamado nadie del Gobierno ni de Exteriores para interesarse por el caso. Yo sólo quiero que me permitan ir a El Aaiún a enterrar a mi hermano», continúa. Baby Hamday estaba casado y tenía dos hijos de corta edad, Saad y Aya, un niño y una niña.

Lahmad no acierta a comprender por qué fue asesinado en la represión que siguió al desmantelamiento del campamento saharaui instalado a las afueras de la capital del Sáhara. «Él estaba contento allí, vivía con su familia y tenía un trabajo limpio; no sé si su muerte fue una casualidad», prosigue.

Al parecer, el joven saharaui fue obligado a bajar del autobús en el que viajaba con sus compañeros de trabajo. En un vídeo grabado con un móvil que circula por internet, puede verse cómo Baby es trasladado a duras penas por un grupo que lo arrastra por el suelo cuando aún está vivo.

Al cierre de esta edición, fuentes diplomáticas consultadas por este periódico aún no tenían «constancia» de que el ciudadano muerto tuviera nacionalidad española y seguían efectuando «comprobaciones». Lo cierto es que el día entero fue una jornada de silencio en el Gobierno español. Con el presidente Zapatero en Seúl y la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, «recién llegada de Iberoamérica, según Exteriores, la única que abrió la boca fue Leire Pajín para decir que espera «una salida justa» para el enfrentamiento entre marroquíes y saharauis.

Desde Argel, Brahim Gali, miembro fundador del Polisario, declaró a LA RAZÓN que «se está llevando a cabo una limpieza étnica en el Sáhara. La gente sigue en estado de shock y de terror, hay cadáveres por las calles de hombres, mujeres y niños. Aún no es posible saber cuántos muertos ha habido». Gali aseguró que «los detenidos pueden sobrepasar el millar, todas las cárceles y los cuarteles al sur de Agadir están repletos». En su opinión, Mohamed VI ha dado carta blanca a su Ejército y «ha declarado la guerra a los saharauis».

Por primera vez, el Gobierno de Rabat reconoció «decenas de detenidos», aunque especificó que eran «criminales y no militantes saharauis», en un baile de cifras que acompaña a la guerra de propaganda que se libra en los medios de comunicación.

Marruecos contraatacó ayer con una rueda de prensa en Madrid para denunciar la detención de Mustafá Salma Uld Sidi Mulud, ex jefe de Policía del Polisario y que en la actualidad apoyaría el plan de autonomía para la ex colonia española que persigue el Reino alauí.


«¿Dónde escondes a los periodistas?»
Elghalia Djimi pasó en una cárcel marroquí tres años y siete meses. Compartió celda con su amiga Aminatu Haidar y hoy, más de dos décadas después, la Intifada saharaui le ha devuelto al terror de entonces. Desde su casa en El Aaiún explica a este periódico que diez policías marroquíes armados con metralletas irrumpieron el miércoles en su casa aterrorizando a sus dos hijas. «Registraron cada habitación, miraron debajo de las camas, en los armarios, en la cocina. Me decían: ‘‘¿Dónde escondes a los periodistas?''. Yo creo que buscaban a los líderes jóvenes de la revuelta». Antes de marcharse, cuenta Elghalia, se llevaron los fusibles de la segunda planta. Siguen a oscuras.