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Ava Gardner vuelve a España

El documental de Isaki Lacuesta sobre la actriz y «Exit through the gift shop», lo más aplaudido de la jornada

El director Agustí Villaronga posó ayer en la playa donostiarra
El director Agustí Villaronga posó ayer en la playa donostiarralarazon

El falso reflejo de la vida en el arte fue la preocupación del día. Lo subrayaron varios documentales, fuera de la sección oficial, sobre todo «La noche que no acaba», de Isaki Lacuesta, y «Exit throug the gift shop» del hasta ahora grafitero Banksy. Quizá a ambos les ha dado por leer a Marcuse, que ahondó en el asunto. Lacuesta se pregunta si no fue la vida de Ava Gardner una eterna réplica de los personajes que interpretaba. La pregunta tiene cierto fundamento, en la parte que más nos toca, porque, a fuerza de interpretar personajes españoles, en el fondo siempre variaciones del mito de Carmen, ella misma se lo creyó. La Gardner se dibujó el caracolillo de flamenca en la frente una y otra vez para las fastuosas producciones que Hollywood rodó en España durante la década de los 50. El capital norteamericano estaba bloqueado en Europa y ésta fue una de las salidas que encontraron. En un arrebato, la Gardner plantó a Frank Sinatra y buscó consuelo en Madrid: «Se escapó de Hollywood y se estableció en España porque era un país que tenía los mismos defectos que ella», sostiene el director.


Pandora en Tossa de Mar
La cámara de Lacuesta sigue el rastro que dejó en la noche madrileña esta superestrella que abusaba, sin remordimientos, del alcohol y de los hombres, hasta el punto de que «era difícil encontrar un varón entonces en la capital que no presumiera de haberse acostado con ella». Sostiene el director que a fuerza de fingir carácter ibérico delante de la cámara se acabó por creer «tan apasionada e informal como nosotros». Éste es el punto de llegada de un filme que comienza en Tossa de Mar, la localidad que conoció el turismo gracias a la promoción que generó el rodaje de «Pandora y el holandés errante». Lacuesta no abusa de los testimonios, pero sí busca a los pescadores escandalizados por esa mujer que besaba en público a los hombres, al fotógrafo que presenció cómo pedía que «no la filmaran los días que tenía la regla porque no estaba tan guapa». Pero cose su relato con secuencias originales de aquellos filmes y otros documentales de la época que manipula para que simulen dialogar entre ellas. ¿Ha sentido, al remontar los planos, como si dirigiera a la estrella? «He tratado de recuperar al mismo tiempo al mito y a la persona. Las imágenes documentales que rescatamos –una fiesta flamenca que hicieron en su honor– debían reflejar a la persona, aunque en realidad notamos que está actuando, y entre los momentos de ficción buscamos aquellos en los que parece bajar la guardia». Ahí está el juego del que les avisábamos al principio. Lacuesta subraya algunos tics del cine de aquel tiempo, como el «back acting», esas decenas de planos en los que la protagonista está de espaldas y se vuelve lentamente. Eso demuestra, entre otras cosas, «que los actores tenían una forma increíble de trabajar, pues lo hacían con todo el cuerpo, no sólo con el rostro. Gregory Peck o la misma Gardner preguntaban en cada secuencia qué óptica iba a utilizar la cámara para adecuar su interpretación». Además, evidencia que el cine también es cuestión de modas. Proponemos que nos diga cuál es el comodín más utilizado hoy, y responde, sin dudar: «Buscar el realismo a través del plano movido».


Un tipo con capucha
El grafitero Banksy también cuestiona la impostada apropiación del arte callejero que han hecho los galeristas en los últimos tiempos. «Exit through the gift shop» iba a ser un documental sobre el rey mundial del grafiti. Sólo sabemos que es un tipo con capucha cuya identidad ha sabido preservar gracias a mostrarse tan huidizo como una estrella de Hollywood en plena infidelidad. El caso es que Thierry Ghetta filmó horas y horas de arte callejero, y así convenció al propio Banksy, que, finalmente, accedió a participar en la película. Una vez en contacto, el artista asistió pasmado al ascenso artístico de Ghetta, que logró convertirse de la noche a la mañana en toda una figura del arte contemporáneo, más que por inspiración, por saber manejar los resortes de la industria. El filme es una carcajada constante que ya fue aplaudida en Sundance y Berlín, pero el asunto es bastante serio: para el mercado plástico contemporáneo el talento sólo se supone, ni se exige, ni es siempre necesario demostrarlo.