Barcelona

Rubalcaba «convence» al PSOE de una reforma que «no hubiera hecho así»

Hasta tres reuniones internas tuvo que hacer frente ayer Alfredo Pérez Rubalcaba para convencer a la cúpula socialista de una reforma constitucional que él había ridiculizado un año antes. La papeleta tenía su aquel, porque no sólo ha tenido que transigir con una propuesta ideada por el líder de la oposición hace un año y verse relegado por su propio partido en la negociación con el PP, pese a sus intentos de protagonizarla.

Alfredo Pérez Rubalcaba ayer a su salida de la Ejecutiva Federal del PSOE
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Pero por si no fuera ya suficiente, el PSOE le encomendó la ardua tarea de persuadir a sus parlamentarios de las bondades de una reforma que él mismo se cree a duras penas.

La primera parada era en la calle Ferraz. Allí, ante la Ejecutiva Federal, Rubalcaba y Zapatero explicaban a la cúpula del partido que hasta ellos se han tenido que poner de acuerdo entre sí. Y es que tal es el debate interno en el seno socialista que el candidato a ocupar La Moncloa recriminó al presidente del Gobierno cómo se ha llevado a cabo la reforma y no haberla consultado con calma con la dirección del partido. «Yo no lo hubiera hecho así y así se lo he dicho al presidente», le dijo textualmente Rubalcaba, aseguraron fuentes de la dirección federal a Efe. Pese a todo, finalmente acababa defendiendo la reforma porque es «como una vacuna que hay que ponerse ahora».

El secretario de organización del PSOE, Marcelino Iglesias, comparecía tras la reunión para dar por hecho el respaldo socialista en las Cortes al texto. Y lo justificaba alegando que los socialistas son «sólidos, rocosos y cohesionados», tratando por todos los medios de dar la imagen de un partido unido.

Para entonces, el candidato socialista a La Moncloa ya conocía de primera mano que el PSC había reculado respecto a su postura inicial de no apoyar la reforma. La decisión tenía su importancia porque los 25 diputados del sector catalán del partido hacían peligrar seriamente el calendario de la reforma. Ellos, junto al resto de formaciones que se han posicionado en contra, podían solicitar un referéndum que daría al traste con el guión pactado entre PP y PSOE.

No será así. La ejecutiva celebrada ayer en Barcelona prefirió no romper las viejas costumbres y avalar la reforma pese a que se antojaba como la primera oportunidad de marcar perfil propio y romper la disciplina de voto en cuestiones que afecten a Cataluña.

Por lealtad a Rubalcaba
La ministra de Defensa, ayer propuesta como cabeza de lista por Barcelona a las próximas elecciones generales, Carme Chacón, confirmó, durante la ejecutiva, que los 25 diputados catalanes apoyarán la medida pactada entre PSOE y PP, según fuentes de la dirección socialista. Chacón, sin embargo, expresó sus «dudas respecto del procedimiento de reforma constitucional seguido» en un momento en que hay «una demanda social que reclama, con razón, más participación popular en las grandes decisiones políticas». Aun así, la ministra apuntó que apoyará la reforma «por responsabilidad y lealtad hacia el candidato» socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Ésa es al menos la postura oficial, porque de puertas para dentro varios miembros del PSC mostraban su malestar porque la reforma se haga sin la convocatoria de un plebiscito, entre ellos Montserrat Tura, Jaume Collboni y la ex secretaria del Govern Laia Bonet.

El PSOE salvaba así el principal escollo. Pero no le iba a salir gratis conseguir el consenso. El acuerdo con el PP dejaba multitud de voces discrepantes. La mayoría por las formas y por la rapidez con la que se ha adoptado el pacto. Además de Chacón, y en la misma línea, se manifestaba el alcalde de Toledo, Emiliano García-Page, molesto por las prisas en llevar a cabo la reforma, al mismo tiempo que exigía a PP y PSOE más explicaciones sobre los términos del acuerdo. También el secretario general del PSOE extremeño, Guillermo Fernández Vara, pedía que Rubalcaba explique por qué no se someterá la reforma a una consulta ciudadana. Otros como Antonio Gutiérrez, diputado socialista, iban incluso más allá y confirmaba a Rubalcaba que votará este viernes en contra de la reforma y defendía la conveniencia de una referéndum.

En una jornada maratoniana, Rubalcaba cerraba filas en torno a la mayoría de sus barones territoriales, que apoyaron sin matices la reforma constitucional tras las pertinentes explicaciones del candidato. Todos quedaron convencidos de apoyar la reforma constitucional, incluídos los más reticentes, como Tomás Gómez, que se había quejado por que no se hubiera contado previamente con el partido para tomar una decisión de estas características. O como José Montilla, que apeló a no herir sensibilidades de Cataluña o el País Vasco con la propuesta. Tras más de dos horas de reunión, todos los barones presentes se convencieron de apoyar la reforma por las «explicaciones extensas, concretas y completas», que ofreció –según Gómez– el candidato socialista. A última hora de la tarde, todos los diputados socialistas aceptaron, tras la tercera explicación del candidato en el propio Congreso, la reforma. Y eso pese al desafío de Antonio Gutiérrez. Hoy, Rubalcaba podrá descansar.

 

El resurgir de la rival
Tuvo que retirarse de la carrera sucesoria por las presiones de su partido y dejar el camino libre al actual candidato Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero ayer, la ministra de Defensa, Carme Chacón, hizo bueno aquello de que «la venganza se sirve en plato frío», y expresó sus «dudas» por el procedimiento seguido para reformar la Constitución en lo que se refiere al límite de déficit, aunque eso sí, apoyará la reforma en el Congreso «por responsabilidad y lealtad al candidato Rubalcaba». Y es que, nada tiene que ver que ayer mismo fuera propuesta como cabeza de lista por Barcelona y acompañe a Rubalcaba en las listas, para criticar abiertamente las formas del pacto con el PP. En la ejecutiva del PSC en Barcelona en la que se acordó finalmente avalar la reforma de la Carta Magna, Carme Chacón aseguró tener «más dudas respecto del procedimiento de reforma constitucional seguido» en un momento en que «hay una demanda social que reclama, con razón, más participación popular en las grandes decisiones políticas».