Iker Casillas

El tomate

La Razón
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Se descubrió el tomate. No era previsible, sino obligado. El Gobierno pacta la huelga con UGT y CCOO. La pacta y se suma a ella. ¿Es lógico que un Gobierno aplauda una huelga supuestamente convocada contra su política social? ¿Entra en cabeza humana elementalmente habitada que unos sindicatos convoquen una huelga contra sus financieros? ¿Contra quién la huelga? Contra Esperanza Aguirre, la Comunidad de Madrid y el Partido Popular. Entonces sí es lógica la colaboración del Gobierno y queda asegurada, para el futuro, la financiación al estilo soviético de los monstruosos gastos sindicales. Y Esperanza Aguirre, que preside la única Comunidad que genera empleo, que se fastidie. Y no sólo eso. También los madrileños, que votan masivamente a favor del Partido Popular. Y aún más. Con amenazas de violencia, que ya se sabe que en España no puede triunfar una huelga si no hay amenazas y actos violentos de por medio por parte de los piquetes «informativos». Democrática y respetuosa manera de informar. Desde el insulto soez a la información que recibe una cabeza de una informativa barra de hierro. O unas costillas de unos informativos puñetazos. O una persona que desea trabajar de unas informativas patadas en el suelo, ya derribada informativamente. O de las informativas roturas de cristales en los escaparates de los comercios que deciden abrir, o de los informativos grupos de vándalos que cortan las carreteras y las siembran de clavos. A los que no van a informar de nada y para nada, porque no les interesan, son a los casi cinco millones de parados que se hallan en situación angustiosa por culpa del Gobierno y de la complicidad de los sindicatos.
Un sindicato tiene que garantizar el derecho al trabajo, no boicotearlo con violencia. Un sindicato tiene todo el derecho de convocar una huelga, respetando a los que no quieren sumarse a ella. Un sindicato no puede cimentar el éxito de su huelga en el uso de la violencia, verbal o física. A eso se le llama terrorismo callejero. Sucede que las Fuerzas de Seguridad del Estado, dependientes del Ministerio del Interior del Gobierno socialista, recibirán órdenes de bizquera e inmovilidad. Un sindicato del siglo XXI no puede tener como enemigo a los empresarios, que son los que se juegan su dinero, pagan las nóminas y arriesgan sus bienes para crear puestos de trabajo. Sucede que los sindicatos mayoritarios en España están en los albores del siglo XX, cuando no en los estertores del XIX, y odian a la fuente de la riqueza y del empleo. No se engañen. La carísima farsa subvencionada que han montado los sindicatos para estrenar el próximo 29 no se llama «Huelga», sino «Política». Está pactada con el Gobierno y así lo ha demostrado el ministro Blanco, al que le ha faltado un empujoncito para besar a Toxo y a Méndez como Iker Casillas hiciera con Sara Carbonero minutos más tarde del triunfo en Suráfrica. Un Estado de Derecho, una democracia moderna, no puede tener unos sindicatos anclados en los totalitarismos de la izquierda del peor recuerdo. Señor Rubalcaba. Se la juega el 29 de septiembre. O actúa contra los piquetes o puede ocurrir cualquier tragedia. Roja de sangre, no de tomate.