Moscú

Galdós: la Perfecta imperfecta

Ernesto Caballero adapta la obra del novelista como primer proyecto personal al frente del Centro Dramático Nacional

De izda. a derecha, Alberto Jiménez, Karina Garantivá, Israel Elejalde, José L.Alcobendas y Lola Casamayor
De izda. a derecha, Alberto Jiménez, Karina Garantivá, Israel Elejalde, José L.Alcobendas y Lola Casamayorlarazon

Habrá quien se sorprenda ante la elección del primer título que Ernesto Caballero modela como director en el Centro Dramático Nacional, dada su militancia en favor de la dramaturgia contemporánea. Pero hay razones mayestáticas: «Vargas Llosa calificó a Galdós como nuestro Zola, pero yo diría que además es nuestro Ibsen». El responsable del teatro nacional ve en las novelas de Galdós un fuerte componente teatral, pues el diálogo, abundante, es fundamental para el desarrollo de la trama y la acción es acumulativa hasta la explosión final. Según Caballero, si no escribió más teatro fue por el exceso de convencionalidades escénicas de la época, aunque hizo algunas concesiones al trasladar sus textos al escenario: «Como Ibsen tiene una pretensión naturalista muy influenciada por Zola de que el medio determina la conducta, por eso es minucioso en crear personajes, que sean de carne y hueso; al mismo tiempo es muy simbolista y avanza las vanguardias en sus últimos tiempos, especialmente el surrealismo.

Más allá de esta cuestión estilísitica, el director valora que el canario adornara al personaje protagonista, Doña Perfecta, con los atributos de la España de aquella época: «Un país que la da la espalda a los aires emancipadores, donde muestra su decepción por el fracaso del proyecto liberal del siglo XIX, en definitiva, «una confrontación sobre la dificultad de diálogo que hay en la sociedad española». Así la define Lola Casamayor, quien la encarna en esta versión en la que Caballero también firma la traslación: «Es una mujer muy querida y respetada en el pueblo, de fuertes convicciones religiosas que mantiene una estrecha relación con las autoridades eclesiásticas. Tiene una fuerte vocación de ser una estatua a la que todos admiren, una referencia moral, por eso tapa todas sus contradicciones de manera hipócrita: manda sin mandar, acusa haciéndose la víctima, se muestra abierta cuando es intransigente... Es una maestra del lenguaje, en esencia, putrefacta». Con estos mimbres el texto no podía ser otra cosa que «una tragedia sobre las consecuencias de los prejuicios, el oscurantismo y la exacerbación territorial», apostilla Caballero. Para escenificarla, Galdós no escoge ningún punto concreto del territorio nacional, sino que crea una nueva población: «Por lo poco que he visto, me parece que no le vendrían mal a Orbajosa media docena de grandes capitales dispuestos a emplearse aquí, un par de cabezas inteligentes que dirigieran la renovación de este país, y algunos miles de manos activas. Desde la entrada del pueblo hasta la puerta de esta casa he visto más de cien mendigos. La mayor parte son hombres sanos y aun robustos. Es un ejército lastimoso cuya vista oprime el corazón».

Clero no estereotipado
Son palabras de Pepe Rey (Israel Elejalde), la revolución en forma de sobrino que llega a casa de Perfecta para conocer a su hija, Rosario, pues aunque son primos ambos padres han decidido que se deben casar. La primera buena impresión ante su futura suegra se vuelve en contra cuando el joven despliega sus ideas liberales, lo que le hace chocar de frente con el sacerdote, Don Inocencio (Alberto Jiménez): «Hemos buscado la justificación de sus actos, tratamos de no hacer una lectura tendenciosa o maniquea como se ha visto tantas veces sobre un miembro de la iglesia», asegura el actor, que quiere lanzar un mensaje de optimismo, pues coincidió con Alberto Caballero en 1991 en un montaje alternativo, y, después de ser e director con el que más ha trabajado, ahora se reencuentra, nada menos que en el María Guerrero. «Pepe es el progreso que lleva a Orbajosa, sus ideas revolucionan el pueblo y la familia y causan víctimas, como mi personaje –comenta Karina Garantivá, que interpreta a Rosario, a la que retiran la promesa de boda una vez que se ha ilusionado–. Ese progreso es la única opción, pero también hay una crítica a cómo se lleva a cabo: con orgullo y soberbia».
Para romper con las convenciones de aquel tiempo, no solo se ha revisitado el texto desde la actualidad, sino que se ha enmarcado la acción en un gran giratorio, donde tres personajes comentan lo que va ocurriendo: María Juana Troya (Diana Bernedo), Pepita Troya (Miranda Gas) y Florentina Troya (Vanessa Vega). «Algunos dicen que en estos personajes está el precedente de Bernarda Alba, pues son tres solteronas», subraya Caballero.

El director tampoco se siente deudor de la adaptación cinematográfica de los años 50 que protagonizó la mexicana Dolores del Río ni la de 1977 con Julia Gutiérrez Caba, pero sí lamenta que la primera no pudiera ser llevada a cabo por Buñuel: «Nunca sabremos que habría hecho él con "Doña perfecta", pero fue su primer proyecto de adaptación cinematográfica de una obra galdosiana, desde 1948, aunque finalmente, al parecer por una triquiñuela del productor, Francisco Cabrera, terminaría siendo dirigida por Alejandro Galindo». Buñuel retomó su homenaje al escritor luego en «Nazarín», «Viridiana» y «Tristana».

 

El detalle
MÁSCARA MORTUORIA

Para corporizar aún más la España de aquella época, el Centro Dramático Nacional ha organizado durante el mismo periodo de representación de la obra una exposición sobre «Galdós y la realidad», que se exhibirá en la Sala de la Princesa. Ernesto Caballero (en la imagen) le ha encargado a Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro que haga de comisario de esta pequeña muestra en la que se exhiben, además de figurines, escenografía, fotografías... la máscara mortuoria que le realizaron al propio escritor y que apenas se ha podido ver en público. El propio Galdós se ocupo de la puesta en escena de algunas de sus obras dramáticas, pero tuvo que hacer concesiones a la industria teatral de la época, cosa a la que no estuvo dispuesto Valle-Inclán, motivo por el cual durante buena parte del siglo XX algunas de sus obras se consideraron irrepresentables.


Una visión femenina del mundo
La historia de tres hermanas cansadas de su vida en Moscú llega también a las tablas del Centro Dramático Nacional. El prestigioso director británico Declan Donellan pone en escena el clásico de Anton Chéjov en el ciclo«Una mirada al mundo» que está protagonizado por Evgenia Dmitrieva, Irina Grineva, y Nelli Uvarova, quienes hacen encarnas al famoso trío dramático. Durante la pieza, cada una muestra una vida miserable y sus escasas posibilidades de esperanza en un futuro mejor. La versión tiene una duración de tres horas y se interpreta en ruso con sobretítulos en español. Otra de las propuestas teatrales que llega al encuentro tiene es «En el túnel un pájaro», título de Paloma Pedrero, y que está dirigida por el cubano Francisco «Pancho» García. Aborda el tema de la eutanasia y se analiza desde una perspectiva espiritual. La pieza se puede ver en la sala Francisco Nieva desde el próximo jueves 8 hasta el día 11.