Asia

Pekín

Los chinos agitan los tambores de guerra

La ola de protestas obliga a tres empresas japonesas a cerrar en China. El pulso entre Tokio y Pekín dirime una pugna por el control del Pacífico

Los grandes almacenes japoneses Heiwado fueron saqueados en una provincia del sur de China, ayer
Los grandes almacenes japoneses Heiwado fueron saqueados en una provincia del sur de China, ayerlarazon

PEKÍN- La disputa por la soberanía de las Diaoyu/Senkaku, ocho diminutos islotes en mitad Pacífico, ha provocado el peor enfrentamiento entre Japón y China desde 2005. Las dos potencias de Extremo Oriente, cuyas relaciones vecinales han sido tradicionalmente tortuosas, llevan varias semanas tensando la cuerda. Las formas se rompieron definitivamente el miércoles pasado, cuando Tokio anunció la compra de tres de las ocho islas, un gesto que hizo enfurecer a Pekín. Desde entonces, autoridades y medios de comunicación chinos han avivado los sentimientos antijaponeses, alentando manifestaciones en al menos cien de las principales ciudades del país y orquestando un boicot a los productos nipones cuyas consecuencias económicas ya se han empezado a notar. También se han repetido en los últimos días los ataques contra fábricas, restaurantes, mercados, cadenas comerciales, e incluso coches japoneses.

Por lo general, la Policía ha permitido las movilizaciones, aunque vigilándolas de cerca e interviniendo, incluso con fuerzas antidisturbios, para evitar que se les fuesen de las manos.
Desde el sábado y para evitar mayores destrozos, decenas de empresas japonesas han ido anunciando que cerrarán sus puertas hasta que los ánimos se calmen. Desde las fábricas de Panasonic a las tiendas de Seven Eleven, pasando por las cadenas de montaje de Toyota, muchas amanecieron ayer con los cierres bajados. Algo parecido sucedía con los restaurantes de comida nipona, algunos de los cuales colocaron en sus puertas enormes banderas con los colores de la China comunista para complacer a los manifestantes. La asfixia económica contra los intereses japoneses es una estrategia de presión que muchos académicos y asesores chinos llevan tiempo reclamando en los medios de comunicación. Se trata, sin embargo, de una táctica totalmente insostenible a medio plazo, ya que la segunda y tercera economías del mundo son gigantes interdependientes. Y es que si Japón vendió a China unos 150.000 millones de euros en 2011, el gigante asiático exportó a su vez unos 115.000 millones. Iniciar una guerra económica no interesa a los dos gobiernos.
 

Un radar de EE UU en Japón
La tensión ha despertado la preocupación del otro gran actor de Asia-Pacífico, EE UU. El secretario de Defensa, Leon Panetta, pidió ayer «calma y contención en ambos bandos». Lo hizo desde suelo japonés tras un encuentro con ministros nipones programado hace tiempo. El jefe del Pentágono también adelantó también que Estados Unidos instalará otro radar del sistema de defensa antimisiles en Japón, un anuncio que echó más leña al fuego del nacionalismo chino. Por la tarde, Panetta cogió otro avión hacia China, donde se reunirá hoy con su homólogo, Linag Guanglie, y con el vicepresidente Xi Jinping, llamado a suceder al presidente Hu Jintao en octubre. La intermediación de EE UU en los asuntos territoriales del Pacífico no le hace ninguna gracia a China, como ya le dejaron claro a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en su última visita. La reticencia es lógica, puesto que Japón es un aliado prioritario de Washington.

La tensión podría aumentar en los próximos días. Según la agencia japonesa Kyodo, se espera la inminente llegada de unas 1.000 barcas pesqueras a las islas. El gesto podría inflamar aún más los ánimos. «Si los barcos se acercan a las islas, podría haber un accidente con las patrulleras japonesas», advirtió Kyodo. Aunque podrían esconder un pequeño yacimiento de petróleo en sus aguas y gozan de una relativa posición estratégica, Diaoyu/Senkaku no son motivo para desatar una guerra. «No creo que haya riesgo de un escenario de guerra, aunque cuando hay tanta tensión siempre existe un peligro de que se produzca un accidente», dijo a LA RAZÓN M.Taylor Fravel, sinólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

El pulso entre Tokio y Pekín parece motivado por cuestiones políticas y por la rivalidad que mantienen ambos gobiernos para redefinir el equilibrio de poderes en el Pacífico. China, potencia ascendente, y Japón, potencia descendente, atraviesan momentos complicados. En Pekín, el Partido Comunista afronta una renovación de la cúpula en medio de escándalos y una creciente división interna, mientras se teme una desaceleración de su boyante economía. Ayer comenzó sin previo aviso y a puerta cerrada la vista contra Wang Lijun, el ex «número dos» del defenestrado Bo Xilai, para juzgarlo por deserción y manipulación de la ley en beneficio propio.

Japón arrastra una interminable crisis que ha generado una importante frustración social. El auge de China como superpotencia se observa desde Tokio como una evidencia más de este declive y ganan terreno los políticos que prometen plantar cara al gigante comunista.


Ocho islotes, el detonante de la crisis
Con una superficie de siete kilómetros cuadrados, las islas Senkaku, según Japón o islas Diaoyu, según China, son la clave de la crisis entre ambos países. Las islas están situadas en el mar de China Oriental, al nordeste de Taiwán. La importancia de éstas radica en su posición estratégica y en sus recursos naturales, ya que podrían contar con yacimientos petrolíferos. Forman parte de Japón desde 1895, aunque China las reclama asegurando que le pertenecen desde la antigüedad.


ECHAN EL CIERRE
- El fabricante japonés Canon suspenderá sus operaciones en tres de sus cuatro plantas en China.
- Panasonic suspendió su producción en dos de sus fábricas. Sus instalaciones fueron atacadas por manifestantes antijaponeses.
- Las instalaciones de las empresas de Toyota y Honda también han sufrido ataques.