Vitoria

Unidos en el dolor

La Infanta Cristina viajó con sus hijos desde Washington para apoyar a su marido en el funeral

Unidos en el dolor
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Todavía faltaba una hora para que comenzara el funeral por Juan María Urdangarín y los alrededores de la basílica San Prudencio, en Armentia, ya estaban llenos de curiosos a pesar de las vallas y de los ertzainas que vigilaban la zona. A las 19:40 empezaron a llegar los primeros familiares. Dos de sus hijos y varios nietos, algunos cogidos de la mano entre ellos, dando muestra de su unidad. Diez minutos más tarde llegó Claire Liebaert, la viuda, muy desmejorada y sumida en una profunda tristeza, arropada por su hija y su yerno. Acto seguido salieron de otro coche los Duques de Palma acompañados por sus cuatro vástagos, que a diferencia de los demás asistentes, accedieron a la basílica por la parte izquierda de la plaza, mientras que el resto lo hizo por la derecha. La Infanta Cristina y sus hijos aterrizaron en Madrid procedentes de Washington y al mediodía llegaron a Vitoria. Con gesto triste y cansado, entraron en la iglesia y poco después sonaban las campanas de las ocho de la tarde. La presencia inesperada de la tarde fue la del abogado de Iñaki Urdangarín, Mario Pascual Vives, demostrando que su relación con el yerno del Rey no es solamente profesional, sino también de amistad.
El acto religioso duró unos 50 minutos, aunque la familia permaneció en la basílica durante media hora más, ya que se quedó recibiendo a la gente que se acercaba a darle el pésame. Claire salió de la mano de su hijo Mikel y de su nieta Irene, hija de los Duques de Palma, quienes les acompañaban unos metros atrás. Debido a la lluvia, se metieron rápidamente en los coches y se marcharon.
Entre las personas que se acercaron hasta allí, no sólo había curiosos. Es cierto que algunos habían ido «para cotillear», pero también estaban los que conocían al patriarca de los Urdangarín. Tres señores de avanzada edad relataron a este periódico que habían sido compañeros de Juan María durante su militancia en el PNV. «Era un buenazo», dijo uno de ellos. También aseguraron que la imputación de su hijo Iñaki en el caso Nóos había hecho que su salud empeorara.