Feria de Bilbao

Las dos caras de la moneda

Colmenar Viejo. Segunda de Feria. Se lidiaron toros de Los Bayones, bien presentados, pero justos de fuerza, 3º inválido, el 4º noble y un sobrero de Carmen Segovia (6º), desclasado. Más de media entrada. - El Cid, de tabaco y oro, estocada, descabello barrenando (oreja); pinchazo, estocada (oreja). - Sebastián Castella, de oliva y oro, pinchazo, media trasera (ovación); pinchazo, pinchazo, aviso, estocada desprendida (palmas).- Alejandro Talavante, de verde manzana y oro, metisaca, pinchazo, atravesada que hace guardia, descabello (pitos); siete pinchazos, dos metisacas, descabello (silencio).

Las dos caras de la moneda
Las dos caras de la monedalarazon

Agosto de 1985. José Cubero «El Yiyo» se dejó la vida en el ruedo con una cornada en el corazón. Figura en ciernes y torero de Madrid recordó la verdad del toreo. Ayer, él fue el recordado con un emotivo minuto de silencio. Veinticinco años después, otro diestro del gusto de Las Ventas, Manuel Jesús «El Cid», salió a hombros demostrando la cara de la moneda. Está en forma y los triunfos no cesan. Ayer, tocó Colmenar Viejo.

El sevillano exprimió al incierto primero de Los Bayones, que ya se le coló al ponerlo frente al peto del caballo. El «atanasio» también arreó en banderillas. Pero el de Salteras vio rápidamente que la poca carne magra estaba en el pitón izquierdo. Mano a la zurda prácticamente toda la faena. Así, lo había cantado el toro. Sin problemas para el torero. Al natural es como más cómodo siempre se ha encontrado. Por ahí, se los tragaba el burel, eso sí, las miradas y los parones se sucedieron una y otra vez en series limpias y de buena colocación. Decía El Cid días atrás que en el momento que está, el que medio embiste, le sirve. Este es el mejor ejemplo. Oreja a ley.

Repitió planteamiento en el cuarto, el mejor de la corrida. Franela a la izquierda. Sólo un par de tandas, porque esta vez el bueno era el derecho. Rectificó El Cid desde los medios. La lucidez de atravesar un buen momento. Apetece y da gusto ver al de Salteras. En redondo, se elevó el son de la faena. Mano baja, muy despacio los derechazos y, sobre todo, distancia. Recorrido para hacer el toreo bueno y mostrar la nobleza del de Los Bayones. Acertó con los aceros a la segunda, suficiente para descerrajar la puerta grande.

Sebastian Castella sorteó un sosote segundo. Sin demasiadas energías llegó a la muleta del galo que no pudo remontar la poca transmisión y los resbalones de su rival. Cada vez que bajó la mano, perdió las manos el burel. La paliza del día anterior en la Pamplona Chica tampoco invitaba a esfuerzos baldíos y abrevió. Más tesón mostró con el quinto, al que se pasó hasta tres veces por la espalda en la boca de riego. Paradito y mansurrón, que no paró de escarbar, el morlaco se rajó demasiado pronto y el francés acortó las distancias sin recompensa.

Alejandro Talavante se topó con un inválido tercero. Muy protestado por sus frecuentes caídas, trató de aliviarlo con un inicio por estatuarios. Fue lo único reseñable de su labor. No pestañeó en cinco pasadas del astado antes de encadenar el de pecho y el de la firma desmayado. Sin emoción, poco más. Con la espada, horrible. Todo un surtido de pinchazos, metisaca, espadas asomando y descabellos. Otro sainete pegó con el sobrero de Carmen Segovia. Sin raza, sí. Pero, Talavante tampoco porfió. La espada roma. Sigue entre sombras.
Es la cruz de la moneda. Lo contrario que El Cid, de cara y con viento a favor.