Historia

Irak

Del Golfo a los golfos

La Razón
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Esta semana se ha cumplido el aniversario de la primera guerra del Golfo. Para muchos jóvenes, ese episodio de nuestra Historia reciente no significa nada o porque lo desconocen totalmente o porque ha quedado opacado con los sonidos de una guerra posterior, la Segunda del Golfo o de Irak, que, sumada a doscientos muertos, permitió a ZP llegar a la Moncloa. Para otros, sin embargo, siempre resultará inolvidable. En el curso de aquel conflicto contra Saddam Hussein, Felipe González permitió que la aviación norteamericana utilizara las bases españolas para bombardear Irak, envió a soldados de reemplazo a zona de guerra ocultándolo a los ciudadanos españoles e incluso organizó una charlotada en la que Narcís Serra –entonces pésimo ministro de defensa aunque menos dañino que cuando ha dirigido Catalunya Caixa– estuvo a punto por sus pies planos de caerse al mar y ahogarse. Fue todo un ejemplo del bochorno de aquellos años sólo hechos buenos por los de Gobierno de ZP. De aquella intervención en una guerra contra Saddam Hussein sólo se salvó Marta Sánchez cantando «Soldados del amor» en las fragatas y el PP apoyando responsablemente a un gobierno que no hizo ni caso a los del «No a la guerra» comandados a la sazón por Julio Anguita. La actuación de Felipe González –aunque contara con el respaldo de la práctica totalidad del arco parlamentario– no fue todo lo pulcra que hubiera sido de desear y por ello no es de extrañar que, años después, seis ministros socialistas –incluidos María Teresa Fernández de la Vega y José Bono– firmaran un documento oficial en el que reconocían que la intervención del gobierno español en esa guerra había sido un acto ilegal. Pocos, muy pocos, nos hicimos eco de aquel documento o sea que, para el caso, como si no hubiera existido. Ahora, a dos décadas de aquella intervención impulsada por un gobierno socialista, otro de la misma cuerda está anunciando su disposición a permitir que las bases militares españolas sean utilizadas por una aviación norteamericana que marchara a bombardear Libia. Incluso en alguna prensa, diversos mandatarios socialistas han insistido en que volvamos a repetir con Libia el comportamiento que se tuvo con Kosovo cuando, sin mandato de la ONU, una fuerza de intervención extranjera bombardeó la zona. Semejantes planteamientos –el de la primera guerra del Golfo, el de Kosovo, el de Libia– pueden o no aceptarse, pero resultan razonables siquiera porque la comunidad internacional no puede permanecer de brazos cruzados mientras se asesina en masa a civiles y el responsable puede verse ayudado por el veto de alguna potencia en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, que lo esgriman los mismos socialistas que capitalizaron el «No a la guerra» con los titiricejas y el grupo mediático fácilmente reconocible de palanganeros constituye uno de los ejemplos de hipocresía más clamorosos de la Historia de España. El PSOE ha sido favorable o contrario a la intervención militar no de acuerdo con unos principios morales. Cuando gobierna, es partidario y cuando está en la oposición utiliza los hechos para socavar al gobierno sumando a esa indecencia incluso la capitalización de doscientos muertos del 11 al 14 de marzo. No nos engañemos. En horas veinticuatro, los socialistas –y los que les bailan el agua– pueden pasar del Golfo a ser unos verdaderos golfos.