Sevilla

Un Martes Santo de agua nervios y salidas fallidas

La Bofetá no pudo revivir las escenas de 2003, cuando fue la primera cofradía en llegar a la Campana.

032sev20fot4
032sev20fot4larazon

SEVILLA- Dos hermandades quisieron abrir un hueco con calzador a una jornada metida en agua desde el mediodía. No lo consiguieron. Ninguna cofradía pudo ayer completar su estación de penitencia a causa de la incesante lluvia. El Dulce Nombre lo intentó, pero la lluvia sorprendió al paso de misterio nada más cruzar la plaza de San Lorenzo. Se volvió. En Los Javieres, la hermana mayor accidental, Maruja Vilches, autorizó la estación de penitencia cuando caía agua. Desistió. La realidad superó cualquier deseo.

El comisionado Manuel Toledo arriesgó cuando muchos revivían las estampas de 2003, año en el que el Dulce Nombre fue la primera cofradía en llegar a la Carrera Oficial tras dos días nefastos. La plaza de San Lorenzo se llenó de público cuando se anunció la salida, pero la lluvia terminó por desbaratar la osadía. El misterio estaba en la calle Conde de Barajas y se volvió sobre sus pasos.

¿Valentía, irresponsabilidad, inexperiencia? Cada uno calificará a su manera lo que vivió Los Javieres, que quiso pero no pudo. La cofradía de la calle Feria, y especialmente su hermana mayor accidental, también protagonizaron la jornada.

La Junta de gobierno fue retrasando la decisión a la espera de unos pronósticos meteorológicos más favorables. La propia Vilches relató la secuencia de los hechos a sus hermanos. «Riesgo de lluvia hay, pero muy leve», anunció ante una parroquia de Omnium Sanctorum repleta de nazarenos. «Hemos votado y ha salido empate. Siento deciros que la responsabilidad de salir ha recaído sobre esta humilde persona, así que lo haremos». La noticia fue acogida con sorpresa. Las puertas se abrieron a las cinco de la tarde y el panorama era pasmoso. La cruz de guía enclavada en el dintel, el cortejo formado y, fuera, un mar de paraguas. Llovía abundantemente. Las caras de los auxiliares lo decían todo. Minutos después las dos hojas se cerraron y la hermana mayor entonó el «mea culpa». «Una cosa es salir con riesgo de precipitaciones y otra lloviendo. Sería una osadía hacerlo y atentar un poquito contra la hermandad», aseguró.

En el resto de hermandades las suspensiones de la estación de penitencia se fueron decidiendo de una manera más natural. Algunas con petición de prórroga y otras con una negativa desde la hora prevista para la salida. La jornada no invitaba a otra cosa. La lluvia fue constante desde el mediodía y, aunque con contadas interrupciones, nada hacía presagiar una mejoría.

Las primeras lágrimas se derramaron en el Cerro del Águila. El hermano mayor, José de Anca, se estrenaba en el cargo y no pudo tener más responsabilidad. Todo se dispuso como si el cortejo fuera a salir. Los tramos iban formándose, los costaleros se hacían la ropa y los músicos tomaban posiciones a las puertas de la parroquia. La junta de gobierno retrasó en una hora la salida. El hermano mayor cogió el micrófono y no pudo acabar la frase. «Este año no podemos hacer...». Los aplausos le interrumpieron. «Me siento orgulloso de la hermandad, de los hermanos y de los titulares. Somos grandes y lo tenemos que demostrar», aseguró entre lágrimas.

La mala noticia se propagó por el barrio y la decepción se fue apoderando de los rostros. Los nazarenos iban abandonando el templo en fila de uno, las bandas tocaron las marchas que no podían interpretar tras los pasos y los saeteros añadieron más dolor a una jornada que empezaba de una manera nefasta.

El efecto dominó se produjo en el resto de cofradías, como es habitual, y la esperanza se fue diluyendo. La decisión se comunicaba según el carácter de cada corporación. También los hermanos acogían la suspensión conforme a la idiosincrasia de cada cofradía. San Esteban pidió prórroga, pero finalmente el comisario Jesús Creagh anunció, con gesto serio, que los nazarenos celestes no saldrían a la calle. En el Rectorado incluso se dio la orden de que formaran los tramos, pero la instrucción duró poco. En Santa Cruz, San Benito y La Candelaria tampoco hubo debate.