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La Razón
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Se lo pregunté el otro día a un amiguete, porque tengo una preocupación grandísima. «Qué sabemos de la perra de Maradona, chiquillo», le dije. La perra de Maradona se llama Bella y a estas horas yo sigo suplicando un certificado. Mejor dicho, dos. El primero, para saber si Diego Armando estaba vacunado como Dios manda, no vayamos a haberle pegado al animal cualquier cosa, y dos, para saber si el can aún sigue vivo o ha sido convocado para la albiceleste. Teniendo en cuenta que se trata de un Shar Pei, si se lesiona Carlos Tévez tiene Argentina la solución en casa. El Shar Pei es, según los expertos, muy recomendable en una familia, y aunque necesita ser socializado, luego ni mata ni nada. Es más, dicen los veterinarios que no hay registros de ataques por parte de esta raza, así que a Maradona ha debido caerle la excepción, qué casualidad. Bella le atizó a Maradona un bocao en el labio , aunque todas las sospechas recaen en el agredido: quiso besarla. Si a mí me acerca el morro El Pelusa muto en acémila, no digo más, y luego me apunto a una protectora mientras llamo a César Millán, que es ese señor que sale por la tele y que me tiene a mí todas las santas mañanas de los fines de semana sin salir a tomar cañas. Millán, que posee un toque juvenil delicioso cuando sale a pasear mascotas subido a sus patines, luce una barbita parecida a la del Kun Agüero y una mano para calmar chuchos increíble, aunque mi colega Rebeca asegura que su hermana Marisa sospecha que droga a los perros. Marisa vive en Bruselas, así que dan ganas de decirle que llame al Encantador de Perros a ver si es verdad que lleva maceta encima y surte efecto en estos gobiernos belgas dimisionarios, que no ganamos para sustos. A mí César Millán me encanta y me quedo como disecada en el sofá viendo al pastor alemán que tiene acogotaos a los monjes, al enano que ladra justo cuando empieza un coñazo de musical en Hollywood, o al perro pulga medio ciego que pierde vista al mismo ritmo que gana mala leche. Lo mejor del caso es que Millán siempre demuestra que el problema del can está en su dueño, en el ser humano, ese que se piensa por encima del resto. Los perros están en el mundo para darnos felicidad, y a eso les gusta dedicarse. Mi felicitación para los que disfrutan de ellos cada día y cuentan con ese amor tan pequeño y tan emocionante.