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Cataluña

La UME como ejemplo

La Razón
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La muerte del cabo primero Alberto Guisado Majano, fallecido durante las labores de extinción del incendio declarado en la Sierra de Gata, pone trágicamente de relieve la extraordinaria labor de la Unidad Militar de Emergencias en este terrible verano en el que los montes españoles arden de punta a punta. Desde los grandes incendios forestales que han asolado millares de hectáreas en Cataluña, hasta el combate de estos últimos días en Canarias, los hombres y mujeres de la UME están multiplicado su esfuerzo en largos y agotadores días de lucha. Los ciudadanos han valorado siempre el papel de las Fuerzas Armadas a la hora de acudir en socorro de los españoles cuando ha sido preciso. Y la UME ha tenido el acierto de estructurarse como una fuerza de intervención rápida y acumular doctrina, herramientas y experiencia, de multiplicar su eficacia y hacer valer su trabajo diario hasta eliminar las primeras reservas que despertó su creación en algunos momentos. Por eso, sus acciones reciben ahora el reconocimiento general por su prontitud a la hora de acudir a los lugares afectados, por su demostrada capacidad técnica y el derroche de espíritu de sacrificio de sus integrantes cuando se trata de socorrer a los ciudadanos. Porque la UME, a pesar de su alta especialización, y de sus concretas condiciones de trabajo, no ha dejado en momento alguno de ser parte del Ejército español y, como tal, su condición militar ha terminado imponiéndose y formando un espíritu de cuerpo que es señal de garantía. Su excepcional trabajo de los últimos días en los montes de toda España es sin duda digno de reconocimiento y supone, al mismo tiempo, todo un ejemplo de colaboración entre los ciudadanos. Cuando una parte de España sufre una catástrofe natural, ya sea un terremoto en Murcia o una erupción volcánica en Canarias, la presencia de los militares de la UME evidencia lo mejor de la sociedad y la existencia de mecanismos eficaces de cohesión y solidaridad nacional. Un concepto que, por desgracia y de forma incomprensible, se obvia cada vez más y sufre el efecto perverso de la política más aldeana y egoísta. Es un discurso que se rompe cuando, más allá de palabras oportunistas y actitudes de baja política, el trabajo sacrificado de los miembros de la Unidad Militar de Emergencias, como el de las tripulaciones de los hidroaviones, del resto de los equipos contra incendios y de las Fuerzas de Seguridad que han ayudado a combatir las llamas, se alzan como indiscutible y mejor ejemplo de unidad nacional ante las dificultades. Cuando Cataluña, Canarias o Valencia arden en llamas, cuando el suelo se hunde bajo los pies en Lorca, a todos nos alcanza la amenaza y la tragedia y nadie pone en duda ni la necesidad de acudir en socorro de los ciudadanos en peligro, ni la propia existencia de la Unidad Militar de Emergencias.