Libros
Vargas Llosa: «Donde no hay legalidad surge la barbarie»
Mario Vargas Llosa analiza la maldad y la condición del hombre en «El sueño del celta», su primera novela después del Premio Nobel de Literatura
Vargas Llosa, Mario, ha presentado «El sueño del celta» (Alfaguara). Un libro inusual porque de él ya sabíamos todo o casi todo antes de publicarse, menos la altura narrativa que le imprimiría el autor, que para muchos es lo que cuenta, lo fundamental.
-«Es una biografía, más que una novela», se comenta en un corrillo.
El escritor ha ganado el Premio Nobel cuando ya nadie lo esperaba, cuando su nombre había salido de las quinielas y los rumores barajaban otras prosas, otras sensibilidades, muchas de ellas lejanas, distantes, como para despistar a los oráculos. A la Academia Sueca siempre le ha gustado jugar a lo inesperado con su galardón de literatura.
-«Está muy pegado a la historia, siento como si le faltara vuelo», asegura una chica.
Alguien manda callar, como si se estuviera en el colegio, cuando ya se intuye próxima la presencia del novelista. Un murmullo de flashes resuelve las dudas. Se le adivina en el alboroto de fotógrafos, de cámaras. El pelo blanco, la sonrisa, la elegencia, como si todo él estuviera haciendo fidelidad, justicia, a sus retratos anteriores, conocidos.
-«No es "La fiesta del chivo". Está más próximo al reportaje», se oye.
Al autor lo presentan con una marea de cifras. Medio millón de tirada inicial. Lanzamiento en 17 países. Primero en venta on-line. Vendido a 22 editores extranjeros. Todo apabulla.
Engrandece. «Se ha traducido a lenguas como el serbio, el rumano y el turco». Vargas Llosa aguanta el tirón. Se le presagia cansado, por las ojeras. Los ojos le delatan a traición las horas robadas, escamoteadas con avaricia, al sueño. Observa callado toda la atención mediática que ha despertado, que le rodea, que lo engulle.
-«Ha utilizado un castellano muy neutral. Se ha desprendido de la lengua de "Los cachorros", de "La ciudad y los perros"», lamenta una seguidora, una incondicional.
El novelista considera que la mejor introducción son las preguntas. «Para aprovechar el tiempo», explica. No defrauda. Vargas Llosa disfruta con la imaginación que requiere una respuesta. Aunque se refieran a sus «hobbys» da una contestación sensata, con un guiño al humor y una diplomacia muy inglesa.
Mediocridades
«Tengo toda la vida organizada alrededor de mi trabajo. Afortunadamente, del resto de las cosas se ocupa mi mujer. En realidad tengo envidia de los escritores de vidas infernales, demoniacas. A mí lo que me gusta son las horas que transcurren en mi escritorio. Ver una película, los amigos. Mediocridades de ese tipo. Me temo que siempre seguiré hablando como un loro y que la muerte me encontrará con la pluma en la mano». El autor ha publicado una obra sobre Roger Casement, el cónsul británico que denunció las atrocidades que se cometían en el Congo de Leopoldo II de Bélgica. «Casement me ha enseñado que cuando desaparece toda forma de legalidad y se impone la ley del más fuerte surge la barbarie, la crueldad. Acudió a África convencido de que Europa llevaría a ese continente la civilización y la modernización del comercio y se encontró con el colonialismo y el imperialismo. Lo que vio le horrorizó. Personas que fueron educadas en un contexto de impunidad se convierten en monstruos, se vuelven crueles con los indígenas».
Vargas Llosa todavía desconoce qué le fascina de un personaje, pero una vez más se esfuerza en explicarlo, en aclararlo. Hoy todo lo que dice seduce. «La complejidad de su personalidad. Es un héroe, con un coraje fuera de lo común. Por otro lado, es una persona con debilidades y contradicciones en la que todos nos reconocemos. Esa doble condición es lo que me atrajo. Los héroes no son estatuas que nacen con la perfección desde la cuna.
También son gente corriente. Eso les hace grandes». La concesión del Nobel mereció una pregunta, y él aportó una contestación que rebasó las expectativas, siempre tan caras en estos trances: «Entre mis aspiraciones nunca estuvo ganar el Nobel. Era más ambicioso. Quería escribir buenos libros que se leyeran como los que me habían enriquecido a mí. Mi vida ha cambiado. Da la impresión de que el Nobel es muy importante para algunas personas. Ahora hay un acoso mediático. Aún no sé cómo esos periodistas entraron en mi casa cuando me anunciaron el premio. Mis horarios han saltado por los aires. Apenas duermo dos o tres horas».
Vargas Llosa, que ha tenido que interrumpir la redacción del ensayo en el que trabajaba, «Civilización del espectáculo», recordó lo injusta que es la historia, lo mal que trata a sus protagonistas y cómo el hombre que más se esforzó en denunciar los crímenes del Congo y el Amazonas apenas es recordado en esos países. «No creo que nadie hiciera en Europa tanto por el Congo, y allí ni se le recuerda». Casement, un hombre controvertido, defensor de las poblaciones indígenas, pero también uno de los fundadores del IRA, es un héroe incómodo incluso para su Irlanda natal. Una faceta, la última de Casement antes de que se le condenara a muerte, que le da pie a Vargas Llosa para arremeter contra el nacionalismo. «La adhesión al independentismo le lleva al radicalismo. Incluso justifica la violencia y le arrastra a opiniones injustas. Los nacionalismos son excluyentes, discriminatorios y, a poco que se rasque, racistas. El nacionalismo ha llenado la historia de sangre. Hay que combatirlo de forma enérgica, porque está reñido con la democracia. Si se escarba un poco se ve que hay una actitud discriminatoria en ellos que condiciona y conduce a la violencia».
Literatura pirateada
Vargas Llosa reconoció la realidad de la piratería poniéndose él mismo como ejemplo: «En América Latina por cada libro legal mío se venden otros siete que son piratas. No existe una decisión gubernamental para acabar con la piratería. Es fácil, pero no hay conciencia de que sea malo. Un gobierno, si quiere, puede acabar con ella en horas. La piratería refleja el escaso respeto que hay hacia la legalidad. No existe la idea de que se perjudica a los editores que pagan sus impuestos, a los distribuidores, a los libreros. Falta conciencia de que la legalidad es la civilización».
Vargas Llosa tuvo palabras para Brasil, que acaba de elegir en las urnas a Dilma Rousseff. «Seguirá la política de Lula, que ha sido excelente en política interna, ha crecido la clase media y disminuido la pobreza, pero que en política exterior ha sido complaciente con las dictaduras». El escritor cree que América Latina, con sus democracias de izquierda y de derecha, está, por fin, en el buen camino.
Los diarios de casement
Lo subraya alguien. Un aspecto omitido en la novela: la hipotética homosexualidad de Roger Casement. Cuando fue detenido y juzgado, vieron la luz unos diarios de él en los que se describían unas supuestas relaciones homosexuales. Vargas Llosa explicó por qué no lo ha tratado en profundidad. «Para algunos esos diarios fueron una falsificación de Scotland Yard. Para mí, tuvieron poco tiempo para hacerla y encajar tantos datos. Durante 60 años no se mostraron y después de estudiarlos no hay una conclusión. Para mí, sí los escribió, pero no estoy seguro de que viviera los hechos que describe. Son unas fantasías que vivió escribiéndolas en sus diarios. En el Congo había pocos extranjeros. Testigos aseguran que si eso hubiera sido cierto, lo habrían sabido. Además, las partes sexuales son de una vulgaridad pestilencial, que repelen la lectura. Y él era muy educado y correcto. Cuando escribía, con seguridad, se soltaba, perdía la inhibición. Los conservó y no los destruyó, quizá, porque no eran verdad».