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Francia gira la UE se tambalea

Hollande se convierte en el primer presidente socialista desde 1995. Promete una agenda de crecimiento en la UE ante «la fatalidad de la austeridad». Sarkozy asume toda la responsabilidad de la amarga derrota

Francia gira la UE se tambalea
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PARÍS- A elecciones históricas, resultados históricos. Hacía diecisiete años que Francia no tenía un presidente socialista. Con cerca de un 52% de los sufragios, François Hollande se impuso ayer frente a Nicolas Sarkozy y cumplió el sueño tantas veces acariciado por un partido condenado a encajar duramente derrota tras derrota en las últimas tres elecciones presidenciales frente a una implacable derecha.

Una victoria suficiente para no cuestionar su legitimidad, aunque inferior a la que el candidato conservador obtuvo en 2007 (53,06%) frente a Ségolène Royal, y que le deja las manos libres para las primeras maniobras gubernamentales. Entre sus prioridades: «enderezar la producción» para sacar a Francia de la crisis, «reducir los déficit» y «reembolsar la deuda», comentó consciente de que no tendrá periodo de gracia. «Lo primero es unir y asociar a cada ciudadano en la acción común frente a los numerosos desafíos», dijo en su primera declaración desde su feudo de Tulle, donde prometió ser «presidente de todos» en un país con «demasiadas fracturas, heridas y rupturas».

«Respeto» al derrotado
Pese a la violencia verbal que ha teñido la campaña, Hollande envío «un saludo republicano» a su adversario, el presidente en funciones, que «merece respeto», señaló entre los silbidos de sus militantes. El socialista aseguró que todas sus decisiones serán «justas» y «a favor de la juventud» y se comprometió a ser juzgado en base a esos dos criterios. Sabedor del impacto de su elección en Europa, «donde seguro que este resultado ha sido en muchos países un alivio y una esperanza», dijo Hollande, quien se dio por misión dar a la construcción europea «una dimensión de crecimiento, empleo y prosperidad» rechazando la austeridad «como una fatalidad».

Poco después el socialista tomó un avión rumbo a París, para sumarse a los suyos en la plaza de la Bastilla, donde un público eminentemente juvenil multiplicaba los cánticos y eslóganes a favor de Hollande. Rodeados de rosas rojas, banderas de Francia, de la UE, de Marruecos, de Argelia y enseñas arco iris o comunistas, muchos de los allí congregados capturaban con su teléfonos móviles fragmentos de euforia colectiva.

Tras cinco años a la cabeza del Estado, Sarkozy reconoció por su parte la derrota, asumiendo «toda la responsabilidad» y deseó «buena suerte» al socialista «frente a las dificultades» a las que a partir de hoy tendrá que enfrentarse el presidente electo. «No he logrado convencer a la mayoría de franceses», dijo el candidato conservador, que agradeció a los suyos el apoyo en una campaña «con todas las fuerzas coaligadas contra nosotros». Aunque prometió que se retiraría de la vida política, Sarkozy aseguró que seguirá defendiendo las mismas ideas y convicciones, «pero mi lugar no será nunca más el mismo», dijo antes de agradecer emocionado el «honor» que para él ha supuesto presidir el país galo y llamar a sus militantes a aceptar el resultado con «dignidad y patriotismo».

Sin embargo, la victoria ayer de Hollande podría deberse más al demérito cosechado en estos años por Sarkozy que al mérito propio de haber creado en torno a su candidatura un verdadero voto de adhesión. Conviene recordar, que el socialista, hoy presidente electo, no era la primera opción de su partido, sino un repuesto del malogrado Dominique Strauss-Kahn, caído en desgracia hace ahora un año por un escándalo sexual en Nueva York.

A juicio de numerosos analistas, los franceses habrían optado ayer por la «sanción» votando en buena parte «contra Sarkozy y no por Hollande». El «antisarkozysmo», que ha impregnado la campaña electoral, ha sido la principal arma de movilización masiva blandida por el aspirante socialista y el peor enemigo del presidente saliente, que ha visto frustrada su ambición de renovar por un lustro más en el Elíseo. Y que pasará a los anales como el jefe de Estado de la V República con el mandato más corto, sólo cinco años.

El tono duro que ha adoptado su campaña entre las dos vueltas de las presidenciales, a la caza del voto ultra de Marine Le Pen, antes de moderarse para no ahuyentar a los imprescindibles electores del centrista François Bayrou podría haberle pasado factura. A eso se suma la gestión y los efectos de una crisis económica y financiera a la que Francia ha resistido quizá mejor que sus socios y vecinos europeos, a excepción de Alemania, pero que ha acabado arrollando al Ejecutivo en el poder como en España.