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«A los toreros les asustan las agujas más que a nadie»

«A los toreros les asustan las agujas más que a nadie»
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–¿Para ser traumatólogo deportivo hay que hacer deporte?
–Es interesante haberlo hecho para poder entender los dolores, el esfuerzo y el estrés que supone la recuperación rápida para los deportistas. Yo he sido muy deportista y muy competitivo, aunque el trabajo me ha retirado un poquito…

–Pero sigue viajando en moto como tantos ilustres pacientes agradecidos: Ángel, Fonsi Nieto… ¿Le dará por el estoque al ser «el cirujano de los toreros»?
–No creo… Aunque le he cogido un gran amor a la tauromaquia a través de los pacientes que he operado al descubrir el trabajo tan arriesgado, comprometido y artístico que desarrollan.

–Por cierto, ¿qué tal se encuentra Cayetano Rivera?
–Como siempre ocurre con el coraje que tienen, la recuperación está siendo sorprendente hasta para mí y el resto del equipo que lo trata. Con Cayetano hemos empleado una técnica de reconstrucción de fracturas de clavícula que desarrollamos gracias a la experiencia que tenemos con pilotos de motociclismo, porque es su fractura más frecuente.

–¿Una técnica suya de esas que acortan los períodos de convalecencia de cuatro meses a tres semanas como la que utilizó con el matador Matías Tejela?
–Matías se levantó de mi despacho cuando le dije que íbamos a reducir a tres semanas su convalecencia reconstruyéndole la muñeca que traía destrozada. Al final confió en mí y a las tres semanas me brindó «mi primer toro».

–¿Se tiene más responsabilidad cuando se ocupa uno de los huesos de Carlos Sainz o incluso de su Majestad el Rey?
–Existe cierta presión mediática y también de ellos, que siempre quieren reincorporarse rápidamente a su trabajo. Hay que ser muy perfeccionista para que todo quede bien y rápido.

–Con tanta personalidad, tendrá su archifamosa clínica «Iqtra» repleta de «paparazzi»…
–Hay una anécdota muy bonita de El Cid, que estaba haciendo fisioterapia en el patio de la clínica para su luxación de codo cuando se empezó a escuchar un olé, olé de todo el vecindario, que nos obligó a terminar la fisioterapia en el interior.

–Pero no siempre está usted en su clínica, dicen que es capaz de operar a cualquier deportista en el mismo lugar de su lesión…
–Como traumatólogo deportivo tienes que acompañar mucho a los deportistas. Desde el año 89 al 96 anduve por el mundo acompañando a pilotos de motociclismo, con mil anécdotas. A veces tenías que operar con el equipo que llevabas en el maletín, como pasó con la reconstrucción de la mano de Alex Crivillé, en California.

–Entre sus clientes ilustres, ¿hay algún quejica?
–Curiosamente, con los valientes y colaboradores que son los toreros, en general les asusta la aguja más que a nadie.

–¿Pero, por qué pincha tanto, doctor?
–Infiltramos mucho porque así se coloca el fármaco necesario en el punto del dolor, de la lesión. Hace años adquirieron mala fama las infiltraciones porque no se utilizaban bien, pero con cautela y criterio médico, funcionan más rápidamente que el fármaco vía oral o incluso intravenoso.


En primera persona

«Nací en Madrid en 1965. Estoy soltero, tengo un hijo que es de lo que más orgulloso me siento junto con haber conseguido trabajar con un equipo en el que se respira cordialidad y responsabilidad, y me arrepiento de no poder alargar el día, pese a dormir cuatro horas, para dedicar más tiempo a mis seres amados y a mis amigos. Valoro la humildad, detesto el no saber escuchar a los demás y soy flexible, sincero e incapaz de decir que no. Perdono, olvido. A una isla desierta me llevaría un libro y una tabla de surf y me gusta la comida mediterránea y el té –nunca me ha gustado el alcohol–. Sólo recuerdo y creo en los sueños que se cumplen, soy muy perfeccionista, de mayor me gustaría ser surfer –hay que saber colgar los trastos a tiempo y dejar paso a los jóvenes– y si volviera a nacer sería traumatólogo deportivo…Y surfer, claro».