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Los mercados y el tsunami

La Razón
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Los mercados financieros internacionales abren hoy sus puertas agitados por la incertidumbre de Japón, cuya economía sufre ya los efectos letales del terremoto y el tsunami. Pese a que el Gobierno de Tokio ha garantizado la inyección de liquidez necesaria para evitar los ataques especulativos, lo cierto es que los expertos temen la apertura de los mercados y el desplome de la Bolsa de Tokio, que no ha levantado cabeza desde el año 2008. Ya nadie pone en duda que la tragedia trasciende las fronteras del país y que su onda expansiva supone también un serio problema económico para el resto del mundo, en especial para Estados Unidos y Europa. Japón no ha vivido en las últimas décadas su mejor ni más ejemplar era económica. La crisis de los noventa y la burbuja tecnológica de principios de 2000 dejaron al descubierto un país con una banca excesivamente debilitada para alimentar a la, entonces, segunda potencia económica del mundo. Los años sucesivos siguieron la misma tónica y en 2009 el país sufrió un desplome severo del 6,3%, lo que le llevaría a ceder a China la segunda plaza económica mundial, puesto que venía ocupando desde 1968. Si bien en 2010 su PIB creció un 3,9%, las previsiones para el presente ejercicio eran ya lo bastante discretas, un 1,3% de crecimiento, que pueden venirse al traste si se confirman los peores augurios sobre daños en propiedades, aparato productivo, sector energético, instalaciones portuarias, infraestructuras... El Banco de Japón calcula que las pérdidas podrían ascender a los 100.000 millones de dólares, lo que equivaldría a decir que el terremoto y el tsunami han sepultado alrededor del 2% del Producto Interior Bruto del país. Hay que tener en cuenta que la zona devastada generaba el 16% del PIB total. Por otro lado, el cierre de una docena de reactores nucleares, que aportaban buena parte de la energía eléctrica, exigirá drásticos planes de ahorro y aumentar las importaciones de gas, lo que sin duda repercutirá al alza en las cotizaciones internacionales. En el aspecto monetario, el yen puede verse fortalecido, pero eso causaría un problema adicional: el encarecimiento de las exportaciones para un país que vive de lo que vende a los demás, fundamentalmente industria y bienes de equipo. En concreto, el sector exterior representa nada menos que el 40% de su riqueza nacional. Otro dato inquietante es que uno de los motores económicos del país, la industria automovilística, está paralizado, con la única excepción de Mazda. Ante este panorama generado desde el viernes y con los mercados cerrados, es preciso plantearse la necesidad de una urgente acción concertada a escala internacional para impedir, primero, que la economía japonesa entre en una deriva incontrolada y para, después, favorecer su estabilización, de modo que no arrastre a las demás economías justo en el momento más delicado. Es probable que Europa y EE UU tengan que revisar sus previsiones y rebajar sus expectativas de recuperación. Pero también puede ser una oportunidad para profundizar en la coordinación de medidas conjuntas, hasta ahora bastante ausentes en los diferentes planes de recuperación.