Berlín

Dresde:El día que dejó de existir

La Razón
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Los poco convincentes motivos del ataque contra Dresde dan pie a la interpretación en clave política y a la condena moral de la última fase de los bombardeos. En la metrópoli del Elba no había ninguna empresa armamentística importante y, sorprendentemente, el barrio de cuarteles, situado en el norte, salió ileso. La estación central, en el centro de la ciudad, y las instalaciones ferroviarias, así como los puentes del Elba, sin duda constituían objetivos militares importantes. El mariscal del aire Harris quiso comenzar en Dresde la nueva fase de la operación Trueno. En su opinión, una ciudad prácticamente intacta ofrecía más garantías que los páramos de escombros en que se habían convertido otras ciudades. Pero las condiciones meteorológicas mejoraron a mediados de febrero, y los estadounidenses dieron comienzo a los bombardeos de Berlín, Magdeburgo y Chemnitz. En la noche del 14 de febrero de 1945, los británicos lanzaron en dos oleadas, con un intervalo de tres horas, 796 bombarderos Lancaster que originaron severas destrucciones en las instalaciones ferroviarias y las zonas colindantes de la ciudad de Dresde. El infierno arreció al día siguiente, cuando los estadounidenses repitieron el ataque con 311 «fortalezas volantes ». Los británicos arrojaron 1.472 toneladas de bombas explosivas y 1.262 toneladas de bombas incendiarias, y los norteamericanos hicieron lo propio con 781 toneladas. Esta cantidad, nada extraordinaria para ese objetivo, bastó sin embargo para desatar la temida tormenta de fuego.

Carbonización completa
¿Qué fue lo que convirtió el bombardeo de Dresde en el acontecimiento del siglo? ¿La carbonización completa de un centro histórico con numerosos tesoros artísticos? Eso también sucedió en otras ciudades, no sólo en Alemania. ¿El hecho de que el ataque se cobrara un gran número de víctimas, las cuales habían huido del Ejército Rojo en el este y se imaginaban en lugar seguro? Los aliados no tenían ningún motivo para respetar la huida del frente oriental, en la que se mezclaban columnas militares y civiles.
También en el oeste procedieron sin contemplaciones. Lo que confirió a este gran ataque su significación espectacular fue la cifra de 35.000 muertos causados en las pocas horas que duró. Estimaciones posteriores y rumores elevaron rápidamente la cifra a más de 100.000. Las cifras de víctimas en los bombardeos suelen adolecer de falta de exactitud y fiabilidad. La masa anónima de refugiados que abundaba en las calles de Dresde, dio pábulo a las especulaciones. «Mi madre llevaba una cesta con los gemelos. Estábamos subiendo la escalera del sótano cuando un montón de gente se nos echó encima. Cundió el pánico. Los heridos gritaban, todos querían subir por la escalera. Literalmente fuimos levantados del suelo. Mi madre luchó por no perder la cesta con los gemelos. Pero le fue imposible. Se la arrancaron de las manos? y mis dos hermanos pequeños murieron quemados. Las personas se subían unas encima de las otras, hubo peleas, todo el mundo quería salir de ese sótano. Las calles ardían en llamas, la gente corría despavorida. Era una horrible tormenta de fuego. ¡Fue algo indescriptible! Vi los torbellinos que se formaban en los cruces de las calles, vi cómo arrastraban a la gente. El viento que hacía no se puede describir. ¡Una verdadera tormenta! Entonces vi que nuestro piso, en la cuarta planta, había desaparecido. La casa entera ardía. Personas en llamas, gritos, muertos, moribundos, las casas derrumbándose, explosiones. Las calles estaban llenas de refugiados. Venían de Silesia, hileras de refugiados con vacas, carros y caballos. Estaban allí y se abrasaban. Coches de bomberos, soldados, todos corrían desamparados por las calles.» Verosímilmente, 950.000 personas atestaban la ciudad; entre ellas soldados que se dirigían al frente oriental. Hasta ahora no se han podido aportar pruebas que abonen la afirmación de que los aviones de vuelo rasante dispararon a los supervivientes en los verdes prados del Elba. Tras años de discusión entre los testimonios de la época y los expertos, es posible determinar dentro de unos límites probables la magnitud de la cifra de víctimas. Más de 30.000 muertos en un solo ataque sobre una ciudad con una débil defensa (sólo fueron derribados seis Lancaster): una cifra récord a escala europea. Para los tecnócratas de la guerra de bombardeos en el bando aliado, ¿un «bello éxito» y una prueba de la potencialidad de la fuerza estratégica de los bombarderos?
La cifra de muertes, extremamente elevada, no es achacable tan sólo al ensañamiento de los aliados; también tuvo parte en ella la precariedad de las medidas de protección antiaérea con que contaba esta ciudad. Para evitar que se extendieran las epidemias, se tuvieron que quemar a toda prisa y sobre somieres de acero casi 7.000 cadáveres en las calles de la ciudad, la mayoría sin identificar.

Los nazis, aturdidos
La zona reducida a escombros y ruina ocupaba más de 20 kilómetros cuadrados y comprendía el 75 por ciento del centro de la ciudad. A pesar de que el informe de la Wehrmacht del 14 de febrero de 1945 sólo refería «ataques de terror contra la ciudad de Dresde», la dirección nazi quedó aturdida, sobre todo porque en la prensa extranjera se afirmaba que esto era el comienzo de una campaña de terror con el fin de acelerar la caída de Hitler. Goebbels ordenó la ejecución inmediata de 10.000 prisioneros de guerra aliados. El Führer mandó reforzar su búnker de Berlín y encargó al Alto Mando de la Wehrmacht que comprobara si Alemania estaba en situación de anular todas las obligaciones del derecho internacional y provocar una guerra total desenfrenada. La reacción internacional hizo que el 6 de marzo de 1945 el Parlamento británico volviera a debatir la cuestión de los bombardeos estratégicos, y los representantes del gobierno tuvieron más dificultades que nunca para defender la práctica aliada. Churchill percibía el peligro de un cambio en el estado anímico de la población y escribió un memorándum (...).

 Rolf-Dieter Müller