Japón

En el país de los sueños

En el país de los sueños
En el país de los sueñoslarazon

Dirección y guión: Hayao Miyazaki. Voces originales: Yuria Nara, Hiroki Doi, Jôji Tokoro, Tomoko Yamaguchi, Yuki Amami. Música: Joe Hisaishi. Japón, 08. Duración: 100 minutos. Animación.Hayao Miyazaki tiene películas gaseosas («Porco Rosso», «El castillo ambulante»), terrestres («La princesa Mononoke») y líquidas («El viaje de Chihiro», «Ponyo en el acantilado»). En estas últimas, la dimensión mercurial del relato, siempre dispuesto a metamorfosearse, a fluir desde las profundidades hacia las alturas y viceversa, a cruzar los límites de un universo pensando en las mágicas posibilidades del siguiente, rige el devenir de los personajes. «Ponyo en el acantilado» es el más infantil de los filmes que ha firmado Miyazaki desde «Mi vecino Totoro», lo que no significa que sea el más banal: en su mencionada mercurialidad apela a la falta de prejuicios de la imaginación de los niños a la vez que reivindica un regreso a los orígenes de la animación tradicional en estos tiempos digitales. Podríamos pensar en Miyazaki como un refractario, aunque creo que es todo lo contrario: un artista que, a los 68 años y siempre amenazando con retirarse, sigue apostando por un futuro observado con mirada exenta de censuras adultas.Adaptación libérrima de «La sirenita» de Andersen, «Ponyo en el acantilado» cuenta la historia de un pez que quiere ser humano y que consigue convertirse en niña gracias a la gota de sangre de Sosuke, un niño de diez años. Miyazaki ha procurado pulir las agotadoras ramificaciones narrativas de «La princesa Mononoke» o «El castillo ambulante» para construir un relato lineal que no prescinde en absoluto de su particular poética. Las medusas que transportan a Ponyo desde el fondo del mar a la tierra, la violencia de las olas que la persiguen durante la tormenta, el pueblo sumergido bajo las aguas... son imágenes que están a la altura del viaje en tren de Chihiro y el Sin Rostro sobre un lago cristalino, en mi opinión el plano que sintetiza mejor el radical lirismo de la obra de Miyazaki, siempre deslizándose sobre la hermosa superficie de los sueños.