Literatura

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Muere Antonio Pereira uno de los grandes maestros del cuento

El escritor fue galardonado en 1988 con el Premio Fastenrath de la Academia de la Lengua y en 1999 con el Castilla y León de las Letras
El escritor fue galardonado en 1988 con el Premio Fastenrath de la Academia de la Lengua y en 1999 con el Castilla y León de las Letraslarazon

Hay dos muertes en la muerte de Antonio Pereira, pues con la persona –afable, irónica, entrañable– desaparece una forma de literatura personalísima, plena de un humor sutil y encantador, de un modo de entender la palabra literaria con paciente artesanía. El espacio que había ocupado en el pueblo leonés de Villafranca del Bierzo, desde 1923, hoy se transforma en un vacío, en un vacío llenísimo de esa supervivencia de la que es capaz la creación literaria: la de sus relatos, poemas y novelas, la de sus personajes y ambientes rurales donde gentes corrientes emprenden acciones tan pequeñas como trascendentes, por lo común en «una villa de unos miles de almas», como se lee en «El pozo encerrado» (del libro «Cuentos para lectores cómplices», 1989).«Sostiene Pereira» –juguemos con el título de la célebre novela corta de Antonio Tabucchi– que era ante todo poeta, y poéticos fueron sus inicios en la mítica revista «Espadaña», con varios sonetos, en aquel gris país de los años cuarenta. Imagino a un Antonio Pereira de unos trece años dirigiéndose al director del periódico local para ofrecerse como redactor, al hombre que decidió no ejercer de maestro para abrir un negocio de electricidad, al que decide dos cosas que le acompañarán de por vida: Úrsula, su mujer desde 1951, y la escritura. Un mundo alimenta al otro, y el resultado es la conjugación del verbo «contar». Pereira se viste con esas seis letras, vive para esas dos sílabas, tanto en la poesía –reúne todos sus versos en 1972 con el título «Contar y seguir»– como en la narrativa, de la que hay que quedarse sin duda con aquellas sesenta piezas de «Me gusta contar» (1999).Tradicional y cosmopolitaDiscreto, concentrado con estricta calma en la construcción meticulosa de sus relatos, la delicia de leerle llega a lectores de varias generaciones; sobre todo, entre los que mejor entienden la dificultad de encerrar un argumento en unas pocas páginas, sus colegas escritores. Como Manuel Hidalgo, que, en un artículo de hace diez años, señalaba la mezcla de tradicionalismo y «aroma cosmopolita» que se percibe en la obra de Pereira, llena de «misterio», y añadía: «Es un gran narrador interesado por la realidad, a la que dota de una casi sigilosa atmósfera irreal». Y qué es toda gran literatura –y la de Pereira, sin duda, lo fue y lo será– sino un misterio irreal que nos creemos como si fuera la pura verdad.

 

Un autor «con un don genial» Ayer murió Antonio Pereira y el también escritor leonés Antonio Colinas recordó a un amigo que «hablaba tan bien como escribía y viceversa». «Tenía ese gran don», dijo a Efe el poeta de La Bañeza, Premio Nacional de Literatura, quien destacó que era «genial» y «bueno en la expresión». Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén, recordó que «tuvo una gran incidencia» en la España de Franco y en el Portugal de Salazar. Y el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, envió un telegrama a su viuda para expresar su «cariño al maestro».