Lenguaje

Jerigonza electoral

La Razón
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Ya lo advirtió Cervantes en el capítulo undécimo de Don Quijote: entonces «los cabreros no entendían aquella jerigonza de escuderos y caballeros andantes», como ahora tampoco los electores entienden a los políticos. Por ejemplo, cuando afirman que por las luchas «intestinas» el adversario llega mermado en energías y que realizan una campaña «agresiva», en romance quieren decir que acuden escasos de fuerzas por las luchas internas de partido, no del intestino, y que la campaña ha sido dinámica pero sin agresiones. Cuando levantan sobre el otro la sospecha de «irregularidades», lo que están insinuando son ilegalidades. Ítem más, si en el programa «se contempla» la situación de crisis por la que atravesamos sin solución previsible en «tiempo real», son cuando menos palabras murciélagas y razonamientos lechuzas, expresiones ciertamente oscuras con que Quevedo zahirió a Góngora. ¿Hasta cuándo los mortales hemos de aguantar que, mientras en «tiempo virtual» se consideren tantas cosas, transcurra nuestra vida en disquisiciones de cómo todo pasa y nada se hace en «tiempo real»? En el Diccionario de Autoridades, jerigonza se define por extensión como «todo aquello que está oscuro, y dificultoso de percibir o entender». A mal punto ha llegado la perversión del lenguaje.