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Olé mi madre y olé mi tía

La Razón
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unque pasen los años, y haya quien ha dejado de creer en los Reyes Magos, todavía hay quien sigue soñando con alguien que llegue y le traiga grandes regalos. Una vez eliminado el dudoso duelo de la lotería. Yo creo que hasta todavía queda gente que cree aun en los americanos, pensando que algo les van a obsequiar, como si todavía viviésemos en el Pueblo de Villar del Río de «Bienvenido Mr.Marshall», a pesar de que los americanos pasen de largo, ya sea en coche o en bombardero, con su proverbial generosidad dedicada a sus propios beneficios, y lo único que nos dejen con la modernidad del tiempo sea a estudiantes de carnes a repartir con afición a hacer turismo sexual en nuestras tabernas empinando el codillo.

Si hay que tener fe en algo, yo la tengo en los pueblos de España, tan acostumbrados a sobrevivir a dos velas, enganchados al progreso por la naturaleza invencible de sus habitantes. Digo esto hoy escribiendo por Internet desde Guadalix de la Sierra, donde se rodó la película de Mister Marshall, que hace más de 50 años Manolo Morán y José Isbert, en compañía de Lolita Sevilla, Elvira Quintillá, Félix Fernández y tantos otros, empezando por las guapísimas y encantadoras niñas del pueblo, que convertidas en simpáticas damas me besan como quien besa a un santo, los chicos que se metían el dedo en la nariz, como Napoleón el del bar andaluz en la cumbre de Guadarrama, que reparte la foto de su actuación estelar en el cine a las camareras negritas que reparten torreznos, o el chico de la bicicleta, o el pícaro que pedía que le trajeran una mujer, o en otro caso, una mula, que lo mismo le servía. Es algo tan bello ver que hay quien todavía se quiere, y te quiere, y celebra un nombre y un mundo, que nos vuelve a llenar de gracia, como para que hasta el más impasible se reconcilie con los detalles de la emoción.

 

Monumento a un clásico

Gracias a la iniciativa del joven e inquieto alcalde de Guadalix, Ángel Luis García Yuste, un monumento recordando a una película preside una rotonda que ya se va a convertir en emblemática en los caminos de la sierra Este, entre Soto y Miraflores, cuya alcaldesa y alcalde respectivos, por cierto, Encarna y Pablo, marcan una pinta estupenda). Las figuras de bronce recuerdan a Morán y a Isbert, junto a un niño representando a todos los ciudadanos que colaboraron a tierna edad de figurantes, son una obra de la magnífica escultora Ana Hernando, que, a parte de gozar de talento, también tiene simpatía y belleza espectacular. Todo esto, si además, gracias a la Consejería de educación, se suma con la inauguración de un sensacional instituto de escuela primaria con el nombre de Luis García-Berlanga, es algo que impresiona. Me dirán ustedes que saco el buche con el apellido. Pues sí, porque hablo de algo hermoso y sano, sobre todo cuando hay una admirable pauta de ilustración y agradecimiento. Aunque ahora en los pueblos ya no esperen que lleguen los americanos gordos y sanos con aeroplanos de chorro libre, que corta el aire, y rascacielos conservados en frigidaire, sino Esperanza Aguirre a darles una ayudita para seguir creciendo.