Unión Europea

Los 27 preparan la despedida al árbitro europeo

Los británicos han dejado su impronta con su apuesta por el libre mercado, la ampliación a nuevos socios y su mirada trasatlántica

Nigel Farage
El exlider del UKIP Nigel FarageFrancisco SecoAP

Cuando el matrimonio entre Reino Unido y la Unión Europea vive sus últimas horas, toca mirar hacia el pasado para hacer balance de una relación desapasionada, pero fructífera, que se ha extendido durante casi medio siglo. Londres siempre ha sido un cónyuge poco atento, interesado, consciente de su atractivo, egoísta y con muchas rarezas. También brillante, comprometido cuando quiere, brutalmente sincero en sus planteamientos y predecible. Alguien a quien admirar, pese a sus incontables defectos que, a veces, se convierten en virtudes. Nadie puede negar que Reino Unido haya dejado una huella indeleble en el club comunitario: ha sido uno de los principales impulsores del mercado único, la liberalización económica, los acuerdos comerciales con terceros países y la ampliación del club comunitario a nuevos socios.

Si Margaret Thatcher dirigió sus loas hacia el mercado común como un modo de competir en la escena global en su conocido discurso en 1988 del Colegio Europeo de Brujas, Tony Blair se convirtió en el padrino de la ampliación al este del año 2004, a pesar de que luego, paradojicamente, la inmigración de la mano de obra de esos países se convirtiera en una de las razones esgrimidas por los «brexiters» para el divorcio.

Las obsesiones británicas han permanecido inalterables hasta el delirio. En las reuniones de estos últimos años sobre ampliación, en plenas negociaciones del Brexit, el embajador británico ha seguido haciendo calurosas proclamas a favor de la entrada de los Balcanes dentro de la UE. «No sabemos qué cara poner cuándo oímos esto», explicaba estos meses un alto cargo europeo, sin poder ocultar la hilaridad de la situación.

En el otro lado, el pragmatismo británico siempre vio su pertenencia a la UE como una relación meramente transacional, lo que llevó al país a rechazar la pertenencia a la moneda única, cualquier intento de armonización social y preferir una Europa a la carta con excepciones para ciertos capítulos de Justicia e Interior.

En el ámbito exterior, Reino Unido ha sido la única potencia europea junto con Francia con arsenal nuclear y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Nacional Unidas. El único país cuya concepción de sí mismo podía competir con la «grandeur» francesa y con una visión marcada por sus vínculos privilegiados con Washington.

Para el experto Luis Simón, director de la oficina en Bruselas del Real Instituto Elcano, Reino Unido ha sido un «equilibrio y contrapeso al eje francoalemán y las tendencias supranacionalistas. Los nórdicos y los países del Este con reticencias a una cosa, a la otra o a las dos, veían a Londres como un equilibrio muy importante».

Entre Francia y Alemania

Según Simón, Reino Unido comparte más puntos en común con Alemania que con Francia tanto en su apuesta por la economía de mercado frente a los postulados proteccionistas franceses como en la relación con Estados Unidos, lo que le ha convertido estos años en el árbitro perfecto. «Al no estar Reino Unido, esto abre la puerta a que las tensiones de Francia y Alemania sean más palpables y a que Alemania no se pueda escudar en Reino Unido», asegura a LA RAZÓN.

En los últimos meses, muchos en la burbuja europea ven con suspicacia los intentos del presidente Emmanuel Macron por controlar la agenda comunitaria en lo que parecen los deseos ocultos de sustituir la influencia de Reino Unido y cambiar el rumbo en asuntos como la ampliación (veto francés a la entrada de Macedonia y Albania) o el acercamiento a Rusia, país con el que Londres siempre ha postulado una estrategia de mano dura. Este pulso francés puede ser contraproducente ante una Angela Merkel en retirada (dejará el cargo de canciller en 2021) y cuya sucesión no parece resuelta. La conocida entrevista de Macron en «The Economist», en la que pedía a la UE mayor esfuerzos en política de defensa ante una OTAN «en muerte cerebral», han incrementado las tensiones en el tradicional motor europeo.

Durante este matrimonio, Reino Unido siempre ha puesto palos en las ruedas hacia una mayor integración de la política de defensa europea y ha preferido centrar sus esfuerzos en la Alianza, en una postura tranquilizadora para Berlín, pues le eximía de esfuerzos en este ámbito.

¿Reaccionará ahora Alemania, una vez que se consume la salida de los británicos? «En el campo de la defensa y la seguridad, el Brexit puede incluso empeorar el problema identificado por el ex ministro de Exteriores polaco Radosław Sikorsk, quien dijo en el año 2011 temer menos el poder de Alemania que su inactividad», reflexiona el «think tank» Centre for European Reform (CER).