Bernie Sanders

La rendición de Sanders está cada día más cerca

El senador de Vermont se refugia en su estado para reflexionar sobre el futuro de su carrera política

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El principio del fin de la campaña de Bernie Sanders lo ha alcanzado embebido en sus meditaciones, a tres semanas de las próximas primarias. Si es que se celebran. Si las votaciones previstas en Alaska, Hawai y Wyoming, el 4 de abril, no siguen el camino de las de Wyoming y las Puerto Rico, aplazadas.

El hombre que arrasó en las primeras votaciones, que enlazó resultados fastuosos en Iowa, New Hampshire y Nevada, no levanta cabeza. Las señales más ominosas de su campaña llegan en forma de peticiones económicas, o mejor, en ausencia de, pues en las últimas horas hay nuevas peticiones de fondos para financiar la campaña.

Su rival, Joe Biden, parecía en camino de reeditar el fracaso de Jeb Bush en 2016, cuando el avance de otro populista, Donald Trump, tumbó los planes del establishment republicano.

Todo pareceía indicar que sucedería los mismo en las primarias demócratas de 2020. O que el hombre designado por los pesos pesados, el ex vicepresidente con Obama, tendría que retirarse en favor de otro centrista, como Pete Butiggieg o Michael Bloomberg.

Hasta que primero Carolina del Sur y posteriormente Alabama, Arkansas, Maine, Massachusetts, Idaho o Texas dictaron sentencia con una serie de victorias arrolladoras.

Después de que este mismo martes Biden haya arrasado en otros tres estados, Tulsi Gabbard, la última que resistía en la carrera más allá del ex vicepresidente con Obama y el senador por Vermont, tiraba la toalla. Más importante todavía, apoya la candidatura de Biden.

En un comunicado en vídeo la congresista por Hawai ha explicado que «aunque es posible que no esté de acuerdo con el vicepresidente en cada tema, sé que tiene un buen corazón y lo mueve su amor por nuestro país y el pueblo estadounidense».

En su opinión es la persona indicada para restañar la división que atenaza al país. Mucho más que Sanders. Una opinión que por supuesto comparte Rufus Gifford, alto cargo de la campaña de Biden, que en declaraciones al Washington Post ha explicado que «Bernie es la persona, la única persona, que esencialmente puede dar permiso a la campaña de Biden para que comience la campaña para las elecciones generales, para comenzar a hablar con el Comité Nacional Demócrata y empezar a construir la operación de electoral que necesitamos».

Pero no se trata sólo de unificar el partido en la inminencia de unas elecciones cruciales. No es sólo evitar una crisis de credibilidad e imagen, y un enfrentamiento entre seguidores, tan virulento y traumático como el de la pugna entre Bernie Sanders y Hillary Clinton, que dejó a los demócratas exahustos y provocó, de forma fatal para sus intereses electorales, que un buen puñado de seguidores de Sanders optara por no votar en las presidenciales o incluso apoyara a Trump.

Se trata, en última instancia, del coronavirus. De la necesidad crucial de proyectar una imagen de fortaleza, unidad, confianza y solidaridad, dejando de lado las discrepancias ideológicas, las luchas partidistas, los odios larvados en el zumo político, en aras del bien común y los intereses del Estado.

En estos momentos Biden suma 823 delegados y Sanders tiene 663. Para seguir vivo necesitaría poco menos que ganar buena parte de las primarias que hay por delante. Pero es que ni siquiera está claro que puedan celebrarse.

O que por culpa de los retrasos no tengan lugar tan cerca del verano que acaben por solaparse a la Convención Demócrata o, más allá, incluso al arranque de la campaña. Un escenario dantesco, mientras la pandemia hace crujir el andamiaje nacional, que los demócratas no pueden permitirse.

Lo mejor todo para sus intereses es que la campaña de Trump, fuertemente financiada, tampoco puede iniciar la ofensiva. Cualquier iniciativa publicitaria contra Biden provocaría un efecto adverso ante los electores, que exigen, unidad en los días del coronavirus. Tiempo ganado para el futuro candidato, comentan Alex Isenstadt y Natasha Korecki en Político, a los que el ex secretario de prensa de George W. Bush, Arie Fleisher, ha explicado que la tregua compra un tiempo precioso.