Países Bajos

Los coronabonos crean tensiones entre los socios de coalición en Países Bajos

Dos de los cuatro partidos del Gobierno critican la falta de solidaridad con España e Italia. El ministro de Finanzas lamenta no haber mostrado “suficiente empatía", pero mantiene su oposición a desembolsar fondos

Press conference on coronavirus in the Netherlands
El primer ministro holandés, Mark Rutte (izda), y el titular de Sanidad, Hugo de Jonge, hablan a la Prensa de la pandemia de coronavirus, ayer en La Haya/EFEBART MAATEFE

La batalla por los coronavirus no solo ha reabierto la vieja brecha entre el virtuoso Norte y el despilfarrador Sur de la UE, sino que ha aguidizado las discrepancias en la propia coalición holandesa. De los cuatro partidos que gobiernan tras las elecciones de marzo de 2017, los liberales demócratas (D66) y los calvinistas de Unión Cristiana (CU) han sido especialmente críticos con las diatribas contra Italia y España de su ministro de Finanzas, el democristiano Wopke Hoekstra, tras la fracasada cumbre de líderes europeos del pasado jueves.

El aluvión de críticas contra La Haya por la falta de solidaridad con los países que más están siendo golpeados por la pandemia de Covid-19 está dañando la imagen internacional del país. Tal vez por eso, el aludido Hoeckstra salió ayer a pedir perdón por no mostrar “suficiente empatía” con España e Italia. "Debimos dejar claro que queremos ayudar. No tuvimos suficiente empatía y lo expresamos de una forma que provocó rechazo”, lamentó.

"Si provocas semejante tormenta de críticas, es que no lo hemos hecho bien. Lo que no queremos se ha entendido perfectamente, pero no así lo que queremos. Tenía que haberlo hecho mejor", aseguraba el ministro de Finanzas holandés a la cadena RTLZ.

Sin embargo, este reconocido “mea culpa” no cambia un ápice su oposición a que se mutualice en el futuro la deuda de los países miembros de la Eurozona, ni que se pueda recurrir en estos momentos al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Un fondo de rescate de 410.000 millones de euros creado durante la pasada crisis de la deuda que permite a un país recurrir a él a cambio de garantías que para los países mediterráneos traen a la memoria los negros tiempos de la troika, los memorandos y los “hombres de negro” que impusieron el austericidio en Grecia, Portugal e Irlanda, entre otros.

“No vamos a apoyar esos bonos. No solucionan el problema”, dijo antes de añadir que el MEDE “solo lo aprobaremos como reserva para países que lo necesiten, y ahora no es el momento”. Para Berlín y La Haya, ahora es el momento de que los países echen mano de sus propios recursos y no de los fondos comunitarios, que deberían quedar como última opción. El problema es que Alemania, con una deuda pública del 62% del PIB, o Países Bajos, con una del 52%, tienen un amplio margen de maniobra que contrasta con el endeudamiento de Italia (135%), Portugal (122%) o España (97%).

Más allá de los números, el líder de los liberal demócratas, Rob Jetten, recuerda a sus socios de Gobierno que Países Bajos es uno de los Estados que más se beneficia de pertenecer a la eurozona: “Los Países Bajos se han hecho ricos gracias a la UE”. “Con el empleo y los sueldos en el aire en toda Europa por culpa de la pandemia, no debemos dejar que nuestros amigos se ahoguen. Solo saldremos de esto juntos”, escribe en su cuenta de Twitter.

Gert-Jan Segers, líder de la Unión Cristiana, va más allá y apoya la iniciativa liderada por España y otros ocho países de la UE (Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Irlanda, Grecia, Eslovenia y Luxemburgo) para lanzar una plan Marshall europeo que reconstruya la economía de los Veintisiete tras la pandemia. “Necesitamos un nuevo ‘plan Marshall’ para el sur de Europa porque están devastados. Italia es un auténtico drama. Esa tierra está en ruinas. Por lo que a mí respecta, el primer mensaje sería: os vamos a ayudar”. Asegura Segers.

Desde la oposición, el senador socialdemócrata Ruud Koole explica a Efe que Rutte “mantiene una posición demasiado dura”, cuando “debería mostrar más empatía y solidaridad con países como España e Italia porque ahora estamos todos en un mismo barco”, pero sabe que, si el Gobierno acepta las exigencias del Sur, daría “alas” a los euroescépticos en casa. A menos de un año para las elecciones generales, los liberales de derechas de Rutte (VVD) encabezan los sondeos con un 27%, seguidos de los xenófobos del Geert Wilders (17%) y el populista Foro por la Democracia (FvD), que suma un 15%. En el tradicional atomizado panorama político holandés, hay una fuerte dipusta entre qué partidos ocuparán la segunda y tercera posición, dado que Los Verdes siguen en alza (17%), mientras que socialdemócratas (PvdA) y democristianos (CDA) empatan con un 14% de apoyos.

“La estrategia de Rutte es, probablemente, una combinación de experiencias durante la última crisis financiera y las consideraciones electorales; el miedo al crecimiento del populismo de derechas, pero necesita explicar a los votantes que no se puede esperar solidaridad de otros países, sino ser solidario tu mismo”, subraya el socialdemócrata Koole. Los cierto es que Rutte y Hoekstra compiten también entre ellos sobre quién encabezará el Gobierno holandés tras las próximas elecciones.

Lo cierto es que los PIGS (acrónimo peyorativo para designar a Portugal, Italia, Grecia y España) ya fueron en el pasado blanco de la ira de un ministro de Finanzas holandés. En 2017, Jeroen Dijsselbloem, que presidía además el Eurogrupo, afeó a los países del Sur gastarse las ayudas del norte en “copas y mujeres”. “Como socialdemócrata -aseguró Dijsselbloem a un diario alemán- atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y pedir luego que se le ayude”. No llegó a disculparse ni ante la Eurocámara.

Entretanto, la pandemia de coronavirus empieza a golpear con fuerza a Países Bajos, que, según el balance del Instituto Nacional de Salud (RIVM) ha pasado de 175 a 1.039 fallecidos. Tras los 722 casos detectados ayer, 4.712 holandeses han sido contagiados de Covid-19, de los que 1.070 están siendo tratado en cuidados intensivos en los hospitales. Tal vez el sufrir en carne propia los estragos de la pandemia ablande la sensibilidad de Rutte y su ministro de Finanzas con sus socios mediterráneos.