América

El abuso policial, la otra pandemia que arrasa Latinoamérica

Brasil encabeza el ránking mundial de muertos a manos de las Fuerzas de Seguridad, con 6.220 víctimas en 2018 frente a 998 en EE UU

La Policía ocupa sin resistencia un peligroso complejo de favelas de Río de Janeiro
La Policía ocupa sin resistencia un peligroso complejo de favelas de Río de Janeirolarazon

Los pasillos de la favela Yacaré en los alto de uno de los cerros de Río de Janeiro se han vuelto una laberinto sin salida. Desde que el presidente Jair Bolsonaro tomó el poder, los paramilitares vestidos de negro han tomado el asentamiento librando una cruenta guerra con los narcos. Ajustician a sangre fría con sus M16 y sus capuchas negras. Son conocidos como los calaveras. Y la historia se repite por las 1.000 favelas que rodean la ciudad maravilla, una de las más violentas del continente.

Después de todo, a la región no solo la distingue el poco honroso título de ser la más violenta del mundo. En la misma también operan las fuerzas de policía más letales del planeta. Efectivamente, en números absolutos la Policía que más mata en la región -y en el mundo- es la de Brasil: 6.220 víctimas fatales en 2018, por las 998 de EE.UU. Más de 21 veces que el gigante norteamericano. En 2014, el promedio de muertes diarias a manos de la Policía era de seis, y cuatro años más tarde ya había subido a 18.

El asesinato del ciudadano negro George Floyd en Estados Unidos a manos de la Policía ha abierto un fuerte debate acerca del racismo estructural en el país. En América Latina, región que se ha sumado a las protestas, hay numerosos casos de características similares, que llevan a pensar en el abuso policial más allá de las fronteras.

Sin embargo, no es la primera vez que en la región se protesta contra crímenes de odio por parte de la Policía, y hay numerosos casos vinculados a racismo y otras clases de discriminación por género, xenofobia, o clase, particularmente hacia la comunidad indígena.

Venezuela

En el Petare, Caracas, el barrio más poblado del planeta –un millón de personas- las casas de colores se superponen. Jóvenes sin camisa que cuelgan sus hierros en el cinturón, como si fueran móviles se pasean por el cerro. Nadie cruza las miradas. Es el barrio con mayor número de homicidios. Por algo lo llaman Petare, capital de Pakistán. La policía también tiene gatillo fácil. Es la ley de la selva.

En términos proporcionales, el título es para la de Venezuela, la que con 4.998 víctimas en 2017 tuvo una tasa de mortalidad de 15,9 por cada 100.000 habitantes. Esta tasa es muy superior a la de 6,18 por 100.000 de la Policía de El Salvador y la de 2,3 registrada por la policía brasileña ese mismo año, según los datos del Monitor de Fuerza Letal.

Las fuerzas del orden bolivarianas también lideran a la región en número de civiles muertos por cada 1.000 agentes, casi triplicando la letalidad de los policías de El Salvador: 28,6 contra 9,9. Pero, sobre todo, también son responsables de un altísimo porcentaje de todos los homicidios que se cometen el país: 25,8%, es decir, uno de cada cuatro. La impunidad que supera el 90% completa la tragedia.

Argentina

Argentina fue uno de los países que replicó las protestas por el asesinato de Floyd, a las que sumó también el reclamo por los casos nacionales de violencia policial de los últimos tiempos. Uno de los últimos casos que resonó en la prensa del país suramericano fue el del vendedor senegalés Mbake Ndao.

Ndao llegó a Argentina en diciembre de 2019 y trabaja desde entonces como vendedor en Buenos Aires. Allí fue detenido el miércoles 10 de junio por agentes de Control Ciudadano de la municipalidad junto con la Policía de la provincia de Buenos Aires.

“Mientras me encontraba en calle 47 y 7, retirándose con mis cosas, alguien me sujetó de atrás con los dos brazos sobre mi cintura y me arrojó en forma abrupta y brutal contra la pared”, relató con la ayuda de un compañero senegalés que pudo traducir sus palabras. “Luego me tira contra el piso y un policía me agarra del cuello en forma tan fuerte que no podía respirar”, declaró a la Fiscalía.

A mitad de mayo, otro asesinato de la Policía en el país colmaba la prensa local. El tucumano Luis Espinoza, peón rural de 31 años, fue golpeado por la espalda el 15 de mayo por un policía de Monteagudo, localidad de la provincia argentina. Su cuerpo apareció siete días más tarde a 85 kilómetros del lugar donde fue atacado.

Según contó su hermano Juan Antonio, Espinoza estaba en la ciudad para cobrar su salario a través del Correo Argentino. No muy lejos de allí se desarrollaba una carrera ilegal de caballos que fue intervenida por unos siete policías que no estaban identificados como tales.

“A mí me separaron a un costado del camino, donde me seguían pegando. Me llevaron a un descampado para pegarme. Ahí escucho que él [Luis] grita que dejaran de pegarme y veo que uno de los policías levanta la mano con su arma y dispara hacia donde estaba mi hermano. No vi si le dieron. Ahí justo me volvieron a pegar y perdí el conocimiento. Yo tenía la esperanza de que se hubiera podido escapar a mi casa, pero no fue así”, contó el hermano.

Un tercer caso conmocionó a Argentina semanas después. Los integrantes de la familia Saravia Fernández, de la comunidad indígena qom, oriundos de la provincia del Chaco, fueron golpeados, torturados y abusados sexualmente después de que seis policías allanaron sin orden judicial su residencia.

Chile

En Chile, la comunidad mapuche y haitiana son dos ejemplos que colectivos que son víctimas del racismo sistémico en el país. El caso del líder mapuche Camilo Catrillanca, muerto de un disparo por el sargento Carlos Alarcón, de Carabineros de Chile, el 14 de noviembre de 2018, es quizás uno de los más representativos.

Otro caso de negligencia policial recordado en Chile es el de la joven haitiana Joane Florvil, detenida injustamente por la Policía, que la acusó de abandonar a su hija, apartada de éste e internada en un hospital por no saber hablar español, lo que derivó en una muerte polémica en su momento.

México

En la noche del 9 de junio, Alexander, un joven de 16 años fue golpeado hasta la muerte por policías en el Estado sureño de Oaxaca en México.

Tres días antes, trascendió el caso de una joven de 15 años que fue pateada insistentemente por efectivos policiales en Ciudad de México, en medio de una manifestación civil en contra de la represión policial en el país.

Dicha manifestación había sido motivada por el asesinato de Giovanni López, albañil de 30 años detenido violentamente por la Policía del Estado de Jalisco (oeste), y muerto poco después en condiciones aún no esclarecidas.

Colombia

El caso del joven colombiano Anderson Arboleda, agredido y golpeado por efectivos policiales del departamento de Cauca, después de que separar una pelea de vecinos conmocionó Colombia. Acusado de violar la cuarentena, lo golpearon en la cabeza y le echaron gas pimienta. Ya de vuelta en su casa se sintió peor y fue trasladado posteriormente a un hospital, donde murió de muerte cerebral dos días más tarde. Las venas siguen abiertas en el continente.