El Gobierno de Donald Trump
Trump reabre la carrera electoral tras la pandemia
Fuertes medidas de seguridad ante la reaparición del presidente en la ciudad de Tulsa, donde en 1921 tuvo lugar uno de los episodios racistas más sangrientos de la historia de EE UU
El presidente de EE UU ha amenazado a los posibles alborotadores, manifestantes y piquetes contrarios a su mitin en Tulsa (Oklahoma), previsto para hoy, sábado 20 de junio. Todo esto sucede mientras trascendía que el agente Brett Hankinson, oficial de la policía de Louisville, acaba de ser despedido por los disparos que acabaron con la vida de Taylor. El alcalde de Louisville, envió una carta a Hankison para explicarle su alarma por haber usado «la fuerza mortal de esta manera». «Su conducta exige su despido».
En cuanto a Trump, en un tuit que deja poco espacio a la especulación, ha escrito que «los manifestantes, los anarquistas, los agitadores, los saqueadores y la gentuza que van a Oklahoma, por favor, entienda que no serán tratados como lo han sido en Nueva York, Seattle o Minneapolis. ¡Será una escenario muy diferente!». Nada distinto, en fin, a lo vivido en las últimas semanas.
De no ser porque tanto el mitin del presidente como el lugar y, por supuesto, el contenido de sus últimos mensajes percuten en varios asuntos de especial interés. Primero porque se trata de la primer gran acto electoral de un político, y no de uno cualquiera, después de que la pandemia del coronavirus forzara el confinamiento y cierre del país. Pero sobre todo porque Tulsa ha vivido un repunte de casos de Covid-19. El miércoles los hospitales del Estado reportaron 259 positivos, el mayor número registrado hasta que un día más tarde, el jueves, fueron 450. Pero, como recordaba el «US Today», esto no ha impedido que el gobernador de Oklahoma, haya saludado la visita del presidente, se haya felicitado porque el Estado ha sido «uno de los primeros estados que ha reabierto de manera segura» y haya minimizado los riesgos.
Pero como los peligros no se limitan a los puramente sanitarios, y dada la posibilidad de que las calles registren choques entre nostálgicos de la segregación y antisistema autotitulados como antifascistas, Sitt ha adoptado alguna medida extra. La primera y más eficaz, decretar el toque de queda para el área que rodea el pabellón deportivo donde hablará el presidente. La orden ejecutiva, vigente de durante la noche, desde el pasado jueves y hasta la madrugada del domingo, fue anunciada por el alcalde de Tulsa.
Alertó de que ha sido advertido por la policía de Tulsa y otras agencias «de que grupos organizados, involucrados en comportamientos destructivos y violentos en otros estados planean viajar a la ciudad de Tulsa con el fin de causar altercados». Nada más. Suficiente para reforzar, eso sí, la argumentación de la Casa Blanca, deudora de las viejas consignas del año 69. El propio Trump, que no duda en definirse como gran valedor de la ley y el orden, tuiteaba que «la mayoría silenciosa es más fuerte que nunca». Son palabras con ecos a los discursos electorales de Richard Nixon en la estela de los asesinatos de Martin Luther King Jr., y Robert Kennedy.
Mensajes de contrastada eficacia política, destinados a sajar los puntos débiles de sus opositores, y que recaudan entre los saldos del miedo para erigir al presidente como abogado, pastor y sheriff de los intereses, motivaciones, inquietudes, frustraciones y pánicos de una mayoría teóricamente silenciada por los medios de comunicación y las élites políticas, económicas e intelectuales. De una mayoría cuyas necesidades e intereses habrían sido amordazados por la… casta.
El que Tulsa sea la ciudad elegida para el regreso contribuye a alimentar el fuego. A principios del siglo XX Tulsa fue el escenario de uno de los incidentes racistas más violentos en la historia de EE UU, la llamada Masacre de Tulsa. Tuvo lugar entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, cuando una turba de residentes blancos prendió fuego a buena parte del próspero barrio negro de Greenwood. En aquellos disturbios murieron entre 75 y 300 personas. 10.000 personas perdieron sus casas.
El mitin de hoy se iba a haber celebrado ayer –día del «Juneteeth» o festividad de la Emancipación de los afroamericanos– pero fue pospuesto para no aumentar el malestar. Este «Juneteenth» está siendo uno de los más importantes desde su nacimiento en 1866 –un año después del fin efectivo de la esclavitud–, ya que entronca con la creciente ola de protestas e indignación por la violencia policial contra los afroamericanos.
Otra de las preocupaciones que ha despertado este mitin es la de que se convierta en el epicentro de un brote de la Covid-19 en la ciudad, ya que se espera que asistan hasta 19.000 personas a las que no se les exigirá ni respetar la distancia física ni usar mascarilla.
De vuelta a la actualidad el presidente ha ampliado sus pendencias con los medios, en este caso cona la cadena Fox. La acusa de publicar «otra de sus falsas encuestas, realizada por el mismo grupo de enemigos que se equivocó aún más en 2016». «Atentos a lo que suceda en noviembre», añadió, «¡Fox es terrible!». El 50% de los encuestados asegura que hoy votaría por Joe Biden, frente al 38% que lo haría por Trump. La última encuesta de Fox, del mes de mayo, cifraba el apoyo a Biden en un 48% por el 40% a Trump. Pero quizá lo más llamativo sea que el 63% de los que votarían por Biden afirman que su principal motivación es el miedo que les provoca Trump, mientras que el 62% de los partidarios de Trump sostienen que su primer motivo es el entusiasmo. Las tres grandes preocupaciones del votante medio parecen ser el desempleo, el coronavirus y el racismo.
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