Internacional
El suicidio de Occidente
«Si Dios no existe, todo está permitido». Esta sentencia de Ivan Karamazov, uno de los tres hermanos protagonistas de una de las más conocidas novelas del gran escritor ruso hijo de la modernidad Dostoyevski, resume magistralmente el dilema que plantea la existencia de un mundo sin Dios. Este drama se plantea hoy en Occidente –que otrora fue la Cristiandad–, ahora sumido en una alocada carrera en pos de una libertad alejada de cualquier vínculo moral y ético, y entendida como la orientación de la voluntad sin referencia alguna al bien o al mal, inexistentes bajo la dictadura del relativismo.
Esto se refleja en las legislaciones europeas, literalmente inmolación de sus naciones, atacando la vida y la familia mediante el aborto –entendido como un derecho absoluto de la mujer para eliminar a la criatura en gestación– y con la ideología de género.
Las cifras no engañan: la tasa de natalidad necesaria para mantener la reposición generacional es, como mínimo, de 2,1 hijos por mujer fértil. Francia, muy por debajo de esta, ha aprobado una ley que permite el aborto «hasta el umbral del nacimiento». Si moralmente es aberrante, socialmente es una condena al suicidio.
En USA, Biden elige de tique electoral a la senadora Kamala Harris, conocida por sus posiciones radicales a favor del aborto; mientras en Italia se da un paso significativo en la misma dirección. Todo ello prácticamente en una misma semana. Decididamente, el Occidente postcristiano ha decidido suicidarse.
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