Crisis de Gobierno
El bloqueo político se cronifica en Israel
Una alianza de derechas amenaza la continuidad de Netanyahu tras las elecciones del 23 de marzo, las cuartas en dos años
Lo peor de las cuartas elecciones que se celebrarán en tan solo dos años en Israel no es que ocurrirán en plena pandemia mundial, ni el creciente descrédito de su clase política. Según los datos de la encuesta publicada por el canal público Kan tras certificarse el martes la disolución de la «Knesset», el panorama apunta a la profundización del bloqueo político que vive el Estado judío desde noviembre de 2018. Israel ha pasado a ser el país que celebra elecciones generales con más frecuencia en el mundo. Desde 1996, se han convocado cada 2,3 años.
Asuntos trascendentales como el manejo de la crisis provocada por la covid-19 o cuestiones de seguridad y geoestratégicas quedarán relegadas a un segundo plano. Todo gira, de nuevo, en torno al «Rey Bibi».
A Benjamin Netanyahu apenas le afectan sus causas judiciales en marcha, ni que se le achaque la disolución forzosa del Gobierno de unidad –supuestamente por desacuerdo en los presupuestos– que formó junto al Azul y Blanco de Benny Gantz.
El Likud, gracias a su fiel y movilizado electorado, vuelve a liderar los sondeos con 28 diputados en un Parlamento de 120 escaños que exige la composición de complejas alianzas. Pero ahora deberá jugar otra carta para retener el cargo. La premisa de «Gantz quiere gobernar con la izquierda y los árabes que apoyan el terror» quedó desfasada.
Ante el desplome de Azul y Blanco por el sentimiento de traición extendido entre su electorado por pactar con el Likud, junto a una izquierda débil y descompuesta, el temor actual de Netanyahu es que se consolide un bloque alternativo desde la derecha para reemplazarlo. Se especula que esta opción generó cierto temblor de piernas al «premier», y que habría optado por romper la coalición y lanzarse a la pugna electoral para desinflar el suflé de sus nuevos rivales.
Su próximo contrincante, catapultado al segundo lugar de la encuesta con 20 diputados, es el ex likudnik Gideon Sa’ar. Por sus continuos rifirrafes con «Bibi», fue condenado al ostracismo en la histórica formación de la derecha israelí tras perder las últimas primarias. Pero Sa’ar dio un paso adelante y recientemente fundó su propia marca «Nueva Esperanza». Ideológicamente es casi un calco de Netanyahu, pero le ataca abiertamente por sus causas de corrupción y sus tejemanejes para mantenerse en el poder, algo que podría atraer votos de una izquierda descompuesta.
La tercera fuerza sería el sionismo religioso (extrema derecha) de Yamina, con 15 escaños. Su líder, Naftali Bennet, ha intentado en los últimos meses capitalizar el descontento social por la mala gestión de la crisis económica, e intenta venderse como un político centrado en sacar al país del atolladero. En cuarto lugar, con 13 diputados, estaría el centrista Yesh Atid; quinta la Lista Árabe Unificada (11); y les siguen los ultraortodoxos de Shas (8) y Yahadut Hatorá (7); Azul y Blanco (6); la derecha laicista de Israel Beitenu (6); y el izquierdista Meretz (6).
Sin mayorías en el Parlamento
La cifra mágica es el 61, una mayoría parlamentaria que, por ahora, ningún candidato sumaría. El bloque natural de Netanyahu (Yamina y ultraortodoxos) quedaría en 58; y la alternativa de Sa’ar, con hipotéticos apoyos de Yamina, Israel Beitenu y Yesh Atid, obtendría 60.
Para Amit Turkaspa, como a la gran mayoría de israelíes, el nuevo anuncio electoral no le pilló por sorpresa. «Nadie se creía que Bibi iba a cumplir el acuerdo de rotación para que Gantz sea primer ministro», declaró este joven a LA RAZÓN. En los últimos meses ha estado activo en las movilizaciones callejeras que exigen la dimisión de Netanyahu: «Hay que hacer lo posible para echarle. Por su corrupción, y su estrategia de fomentar odio y división entre el pueblo. Llevó al país a cotas morales bajísimas».
Turkaspa reconoce que él y su entorno están huérfanos políticamente: «La izquierda sigue con sus egos descontrolados. La ira contra Gantz fue exagerada, deberíamos haber sido más pacientes. Ahora, estamos sin líder».
El joven considera que Israel está dividido en «dos equipos», y le angustia «la adoración que sienten los seguidores de Bibi. En los últimos meses hubo más de 400 agresiones de sus simpatizantes a manifestantes antigubernamentales. Israelíes que atacan violentamente a otros israelíes por sus ideas diferentes».
No obstante, cree que la presión popular si surgió efecto: «Se consolidó un núcleo que no se rendirá hasta que termine con la corrupción en el poder. Presionamos a Bibi, y dio fuerza a Sa’ar o Sasha Biton [otra likudnik disidente] para renegar de su líder, aunque ideológicamente estoy lejos de ellos».
Y concluyó: “en estas elecciones están en juego los valores básicos del país”.
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