Extremismo

Las teorías conspiranoicas fracturan a los republicanos en EE UU

El líder del Senado arremete contra Marjorie Taylor Greene, una congresista afín a QAnon, y considera sus ideas “un cáncer para el partido”

Joe Biden y Kamala Harris se reúnen en la Casa Blanca con senadores republicanos para pactar la estrategia contra la pandemia
Joe Biden y Kamala Harris se reúnen en la Casa Blanca con senadores republicanos para pactar la estrategia contra la pandemiaEvan VucciAP

El Partido Republicano vive ya al borde de la guerra civil. La última andanada ha llegado de la mano de su líder en el Senado, Mitch McConnell. En un comunicado feroz, el senador se ha referido a la congresista republicana Marjorie Taylor Greene como un cáncer. No la cita por su nombre, pero todo el mundo reconoció «ipso facto» de quién habla cuando afirma que «alguien que sugirió que tal vez ningún avión chocó contra el Pentágono el 11 de septiembre, que los horribles tiroteos escolares fueron ensayados y que los Clinton estrellaron el avión de JFK Jr. es alguien que no vive en la realidad». Añadió que «esto no tiene nada que ver con los desafíos a los que se enfrentan las familias estadounidenses ni con los sólidos debates sobre las cuestiones de fondo que pueden fortalecer a nuestro partido».

La aludida respondió inmediatamente en las redes. «El verdadero cáncer del Partido Republicano son los republicanos débiles que solo saben perder con gracia». Taylor Green ha expresado en numerosas ocasiones su simpatía por las teorías de QAnon, convencidos sus acólitos de que existe una élite satanista de caníbales y pederastas que acostumbra a reunirse en una pizzería de Washington y contra la que lucha Donald Trump. Taylor también ha dado vuelo a teorías antisemitas como la del El Gran Reemplazo, atribuida a Renaud Camus y que habla de una conspiración sionista para reemplazar a los habitantes de Europa por musulmanes fundamentalistas.

En los últimos días también ha trascendido que Taylor en varias ocasiones ha pedido por escrito la ejecución de miembros del Partido Demócrata, así como una fea escena protagonizada contra David Hogg, uno de los adolescentes que sobrevivieron al ataque de un psicópata en el instituto de Parkland (Florida), donde murieron 17 personas y otras doce resultaron heridas. En el vídeo, de 2019, puede verse cómo la congresista persigue a Hogg por la calle y lo acusa de haber amañado el tiroteo donde casi muere y de estar a sueldo de George Soros para arrebatar a los estadounidenses sus derechos a las armas.

En los últimos meses, Trump ha colmado a Taylor Greene de piropos. «La amo», ha dicho en varias ocasiones. Pero más allá de la congresista, palpitan los ecos de un partido roto entre quienes apuestan por pasar página y, acaso, retomar la senda de los días de los dos Bush y Reagan, y quienes consideran que el partido debe aceptar las tendencias introducidas por el magnate.

De un lado destacan congresistas como Liz Cheney y senadores como Mitt Romney, a favor de que el ex presidente sea procesado y condenado políticamente por incitar a la insurrección. Ellos, y otro puñado de senadores, que votó en contra de que el «impeachment» sea inconstitucional, creen que el asalto al Capitolio no puede entenderse sin el discurso previo de Trump y, más allá, descontextualizado de los meses previos, trufados desde la Casa Blanca contra la calidad de las instituciones, la limpieza del sistema electoral y la legitimidad de la victoria de su oponente. En el otro bando, sobresalen los senadores Cindy Hyde-Smith, Josh Hawley y Ted Cruz, que pidieron anular los resultados de Pensilvania y Arizona,