El debate sobre la II Enmienda

Las armas de fuego desangran a Estados Unidos

Una alarmante espiral de tiroteos sacude al país. El presidente Joe Biden, atado de manos, recuerda que «esta pesadilla sucede todos los días en algún lugar de la nación»

Cuatro personas se abrazan tras conocer que su familiar no está entre los muertos de Indianápolis
Cuatro personas se abrazan tras conocer que su familiar no está entre los muertos de Indianápolis.(The Indianapolis Star via AP)AP

Entre espantada y anestesiada la opinión pública y la clase política de Estados Unidos asimila la matanza de Indianápolis, donde un individuo asesinó el jueves por la noche a ocho empleados de la empresa de mensajería FedEx. Cuando llegó la Policía el tirador también estaba muerto. Según los testigos, el hombre habría comenzado a disparar sin previo aviso con lo que varias fuentes definieron como un rifle. Posteriormente se habría quitado la vida. Los agentes todavía no han podido identificar a todas las víctimas del enésimo tiroteo en EE UU. Los familiares han protestado en «The Washington Post» y otros medios por el reglamento interno de la empresa, que obligaría a la mayoría de los empleados a dejar sus móviles en las taquillas, lo que podría haber ralentizado la respuesta policial. Un extremo que ha negado Craig McCartt, subdirector del departamento de la Policía de Indianápolis.

Hacía apenas tres meses que el director del departamento, Randall Taylor, comparecía para informar de la peor masacre por arma de fuego en una década, cuando una riña a cuenta de un cheque acabó con seis personas muertas, incluida una embarazada y un niño. Pero en unos Estados Unidos que batieron todos los récords de muertos por arma de fuego en 2020, el contador de víctimas mortales no se detiene. Los ocho muertos de Indianápolis hay que añadirlos entonces a los de Boulder y Atlanta. En el primero, el 22 de marzo, un hombre abrió fuego en un supermercado y acabó con la vida de diez personas, incluido un policía. En el segundo incidente un hombre mató a ocho personas en tres salones de masajes asiáticos.

Hace apenas una semana que el presidente, Joe Biden, habló de vergüenza y epidemia para referirse a la violencia armada y anunció acciones ejecutivas tanto «si el Congreso actúa como si no». «Voy a utilizar», dijo entonces, «todos los recursos como presidente para mantener al pueblo estadounidense a salvo de la violencia armada. Los miembros del Congreso han ofrecido muchos pensamientos y oraciones, pero no han aprobado ni una sola nueva ley federal para reducir la violencia armada. Basta de oraciones, es tiempo para algo de acción». En un comunicado emitido hoy, Biden citó algunos de los últimos tiroteos múltiples de este 2021 y ordenó que la bandera de EE UU ondee a media asta en la Casa Blanca, los edificios públicos y las embajadas, «solo dos semanas después de que di la última orden de este tipo».

Recordó que el tiroteo tuvo lugar en el 14º aniversario del tiroteo en Virginia Tech, cuando un «hombre armado asesinó a 32 personas». Lamentó que la pesadilla de las familias, «se ha vuelto demasiado normal y sucede todos los días en algún lugar de nuestra nación». Reiteró que «la violencia armada es una epidemia en EE UU» y que ha instado al Congreso a que saque adelante, entre otras medidas, la obligación de realizar verificaciones de antecedentes de forma universal y la «prohibición de las armas de guerra y los cargadores de alta capacidad».

Muertos por arma de fuego
Muertos por arma de fuegoJosé Luis Montoro

Indianápolis, Boulder, Atlanta… según The Gun Violence Archive, sólo en 2021 EE UU ya ha registrado 147 tiroteos múltiples con, al menos, cuatro heridos o muertos, sin contar con el tirador.

La violencia, las estadísticas fúnebres y unas cifras de muertos por arma de fuego inimaginables en ninguna otra nación desarrollada, atormentan la psique de una nación con 393 millones de armas en manos privadas, esto es, cerca del 50% de todas las armas en manos de civiles que hay en el mundo.

Como recordaba recientemente la radio universitaria americana, un informe de 2016, realizado por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, certificó que EE UU es el segundo país del mundo con más muertes totales al año por arma de fuego, así como el número 20 en muertos per cápita: 10,6 por cada 100.000 personas. Eso sí, «cuando se compara a EE UU con otras naciones ricas resulta que la tasa de muertes por armas de fuego es nueve veces mayor que la de Canadá (0,47 por cada 100.000 personas) y 29 veces más alta que en Dinamarca (0,15 muertes por 100.000)». Que EE UU esté mucho más cerca de Brasil, El Salvador o Venezuela que de España o Japón apunta a las dimensiones del problema.

«Podemos y debemos hacer más para actuar y salvar vidas», ha dicho Biden. Pero, como siempre, la capacidad de actuar está en manos del poder legislativo. Para sacar adelante leyes más duras la Casa Blanca necesita a los republicanos en las Cámaras. De fondo, como siempre, están, las guerras culturales, la sacrosanta II Enmienda a la Constitución, la pelea por el espíritu de la frontera, los intereses de los «lobbies» armamentísticos, la NRA y las protestas de los activistas a favor y en contra. En pie, aunque improbable, sigue la promesa de prohibir, al menos, las armas de asalto.

Conmoción por la violencia policial y la muerte de un niño hispano
Un vídeo de la Policía de Chicago difundido ayer muestra a un agente disparando fatalmente a Adam Toledo, de 13 años, cuando el niño tenía las manos en alto durante una persecución ocurrida en el barrio hispano de La Villita el 29 de marzo. Las imágenes han conmocionado al país, en plena celebración del juicio sobre la muerte de George Floyd a manos de la Policía y cuando esta semana una agente ha matado a otro joven afroamericano desarmado.