Nuevo Gobierno

Los últimos días del «rey Bibi»

El que ha sido el primer ministro más longevo de la historia de Israel, Benjamin Netanyahu maniobra para impedir que los 62 diputados de la heterogénea coalición voten a favor en la Knesset y den luz verde al nuevo gobierno

El primer ministro Benjamin Netanyahu en una imagen de archivo
El primer ministro Benjamin Netanyahu en una imagen de archivoAmir CohenREUTERS

Ante la realista perspectiva de perder el poder tras más de doce años consecutivos al frente de Israel, el todavía primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, «convocó de urgencia» a sus aliados ultraorotodoxos y de extrema derecha. Pretendía explorar mecanismos para tumbar el tándem que pretenden consolidar Naftali Bennet y Yair Lapid la próxima semana en una votación crucial en la Knesset (el Parlamento). Esta ha sido, sin lugar a dudas, la «semana fatal» de «Bibi»: nunca antes había estado tan cerca de ser relevado en el cargo.

Pero sus detractores todavía no cantan victoria. Las próximas jornadas serán críticas, hasta que se fije la fecha para la votación en la Knesset que debe dar luz verde al nuevo gobierno. Ahora, el esfuerzo de las facciones opositoras se centra en relevar del cargo al portavoz del Parlamento, Yariv Levin (Likud), para avanzar la votación cuanto antes. La última carta de «Bibi» es incendiar el terreno, provocar tensiones entre la dispar coalición entrante, y forzar a toda costa unas quintas elecciones. «Envía a ministros y diputados a alentar a los hooligans, que alertan que esto nada más empieza. Lo peor vendrá durante la próxima semana, que nos recordará a los eventos de la Plaza Sión. De hecho, ya nos encontramos ahí», consideró el analista Yossi Verter.

Se refería a las manifestaciones que incitaron al asesinato del «premier» laborista Isaac Rabin en 1995. Entonces, «Bibi» alentaba a los suyos desde el balcón, en una plaza abarrotada de carteles de «nazi» o «traidor», en referencia al difunto «premier» que firmó los Acuerdos de Oslo (193) con Yasser Arafat. Ahora, es Naftali Bennet (Yamina), quien está en el ojo del huracán. Consciente de ello, reveló ayer que es consciente de que pasará a ser «el hombre más odiado del país».

«Todos los integrantes de la Knesset elegidos con votos derechistas deberían oponerse a este nuevo gobierno», tuiteó ayer el líder del Likud. El mensaje fue trasladado frente al domicilio privado de la número dos de Yamina, Ayelet Shaked, donde el jueves se convocó una protesta a la que acudieron unas mil personas. «No te desentiendas de la derecha, ¡vuelve a casa!», exhortaban. Pero pese a las intentonas de la formación de «Bibi», desde Yamina seguían cerrando filas en torno a la decisión de su líder.

Durante esta semana, Netanyahu también dio un nuevo giro de tuerca a su cambiante relación con los partidos árabes. Durante la campaña electoral se vendió como «Abu Yair» (padre de Yair, usando el seudónimo árabe), con la indisimulada intención de abrir las puertas de su coalición al partido islamista Ra’am. Pero tras la apuesta de su líder Mansour Abbas por el «bloque del cambio», ahora acusa a Bennet de «vender el desierto del Negev a Ra’am», en referencia a la supuesta cláusula que pretende legalizar comunidades beduinas no reconocidas al sur del país. Para Abbas, su estrategia ha sido un logro, ya que ha conseguido legitimar a las fuerzas árabes como socios de coalición. Según revelaron varios medios, otra de las maniobras que intentó fraguar «Bibi» a último minuto fue intentar ceder a Benny Gantz automáticamente el cargo de primer ministro, como estipulaba el acuerdo de rotación que firmaron tras los terceros comicios, pero que finalmente fracasó. El ministro de Defensa declinó la oferta. Tras su amarga experiencia como «primer ministro alterno» codo a codo con Netanyahu, prometió no volver a caer jamás en sus trampas.

En plena guerra abierta con su ex aliado y ahora archienemigo, Bennet consideró que es urgente «modificar el liderazgo dictado por cuestiones personales e intereses políticos, que crearon un culto a la personalidad». Pero la analista Dalia Scheindlin presagió las dificultades: «Bennet y Shaked han sido actores fundamentales para impulsar a la extrema derecha nacionalista», y se preguntó cómo será la dialéctica predominante del nuevo y heterogéneo ejecutivo.

Veto de Twitter y Facebook

«Twitter y Facebook están bloqueando a activistas de derecha por promover protestas frente a casas de diputados que pretenden unirse al peligroso gobierno izquierdista», informó ayer el Likud desde sus perfiles en redes sociales. Según indicaron, «suspenden cuentas porque incluyen las direcciones de las viviendas de parlamentarios. Pero mientras tanto, permiten a activistas de la izquierda promover contra protestas en los mismos lugares, y compartiendo ubicaciones». Y zanjaron: «es un caso flagrante de censura política».

Todo sigue abierto

Los eslóganes de Netanyahu y sus seguidores reflejan la urgencia en la que se encuentran: «no existió nada igual en la historia del país»; «un primer ministro con un grupo parlamentario de seis diputados»; «partidos que únicamente están unidos por su odio a Bibi», exclamaban ayer desde los escraches a los parlamentarios de Yamina. El analista Baruj Kara destacó que sigue faltando una pregunta clave: «¿Cómo es posible que en una Knesset con 72 diputados abiertamente de derecha, no se logró un gobierno conservador?». La semana pasada, «Bibi» abandonó su residencia de finde semana para regresar urgentemente a Jerusalén e intentar frenar la iniciativa del bloque opositor. Este shabbat, no obstante, podría ser el último que pase en la residencia oficial de la calle Balfour. Hasta que eso no ocurra, sus detractores seguirán reservando con cautela las botellas de champán. En Israel, un país habituado a imprevisibles e inexplicables vueltas de tuerca, todo puede ocurrir. Hasta cuando parece que algo ya es definitivo.