Venezuela

Maduro negocia

Las distintas conversaciones entre chavismo y oposición han servido para recordarse cada uno sus errores, insistir en inocencias y reiterar acusaciones

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en en una rueda de prensa en el Palacio de Miraflores de Caracas
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en en una rueda de prensa en el Palacio de Miraflores de CaracasRAYNER PENA REFE

El chavismo liderado y la oposición representada en Juan Guaidó han decidido sentarse en México. A diferencia de otros encuentros, el que se está celebrando presenta un elemento particular y distinto, se trata de una negociación y no de un diálogo. Este último ha sido la historia de un fracaso reiterado.

La dinámica que han marcado las distintas conversaciones entre chavismo y oposición ha sido la de recordarse cada uno sus errores, insistir en inocencias y reiterar acusaciones. En ningún caso, dichos encuentros han servido para empujar una agenda política común que selle algún tipo de acuerdo. En este sentido, esta negociación promovida por Noruega y apoyada por EE UU, disminuye el rango de escepticismo de fracasos anteriores.

¿Por qué sentarse con Maduro? El gobierno interino que lidera Juan Guaidó se ha dado cuenta de que el empleo de la fuerza para sacar al chavismo del poder resulta inviable. Entre otras cosas porque los aliados internacionales no están dispuestos a colaborar en ningún movimiento que implique el uso de armas para tumbar a Maduro. Tampoco la oposición ha conseguido el apoyo necesario dentro de las Fuerzas Armadas para tal fin.

Por otro lado, la calle, el ingrediente de la protesta. El venezolano de a pie lucha cada día por sobrevivir, en consecuencia, resulta titánica una lucha de calle que en sí misma consiga el propósito de cambiar al Gobierno. No quiere decir que no debería ejercerse el derecho a la protesta, pero definitivamente debe hacerse añadiendo otros elementos a la fórmula para lograr el cambio.

¿Qué buscará cada parte? La oposición pedirá, sobre todo, condiciones electorales. El chavismo solicitará flexibilización en las sanciones. Esa es básicamente y a grandes rasgos la agenda. En ese marco, no debería extrañarnos que Maduro esté dispuesto a mejorar las condiciones sabiendo que perderá terreno en las regiones a cambio de disponer de dinero para sostener la revolución. El canje le puede servir, considerando que su «as bajo la manga» radica en la designación de «protectores» en aquellas gobernaciones y alcaldías donde resulte derrotado.

Es decir, Maduro le quita los recursos al opositor que haya ganado y se los asigna a un «protector chavista» para que termine gobernando esa región o municipio. De esa manera, inhabilita en el ejercicio del gobierno al político electo. Ya lo ha hecho en otras ocasiones y es probable que lo haga en los casos donde pierda.

Sin embargo, a pesar de la maniobra tramposa, resulta fundamental la reaparición y oxigenación de liderazgos opositores que eventualmente tengan la suficiente legitimidad para movilizar a la ciudadanía en la lucha de calle que debe venir y posteriormente, movilizar a electores en unos eventuales comicios presidenciales.

En Maduro no se puede confiar, pero en los noruegos y en la astucia norteamericana, sí. Venezuela espera que la negociación sea el primer paso para la salida definitiva de esta pesadilla.