Opinión

El vecino marroquí y el doble estándar de la política migratoria española

España siempre ha hecho de la cuestión de la migración un tema central de su política exterior

Después de recorrer 4.500 kilómetros desde Sudán y sufrir el "infierno" de los centro de detención libios, una veintena de sudaneses que duermen bajo el puente de la ciudad marroquí de Oujda esperando el momento de cruzar a España
Después de recorrer 4.500 kilómetros desde Sudán y sufrir el "infierno" de los centro de detención libios, una veintena de sudaneses que duermen bajo el puente de la ciudad marroquí de Oujda esperando el momento de cruzar a EspañaMaría Traspaderne

España siempre ha hecho de la cuestión de la migración un tema central de su política exterior y sus interacciones con su vecindad. Pero los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas revelan un doble rasero en la actitud de las autoridades españolas, dependiendo del país de origen de los migrantes.

De hecho, cuando se trata de migrantes procedentes de Marruecos, observamos que la «máquina» política y mediática española se deja llevar, se lleva consigo a las instituciones europeas y toma prestado un lenguaje extraído del léxico bélico, llegando incluso a hablar de «invasión».

En cambio, la reacción española es mucho más tolerante y conciliadora, cuando la Península Ibérica sufre una oleada de migrantes ilegales procedentes de otro país del norte de África. De hecho, es lo menos tímido y casi ausente, frente a los 10.000 migrantes de un país del Magreb que han llegado a la costa española desde principios de año, incluidos casi 2.500 solo en septiembre.

España siempre ha hecho de la cuestión de la migración un tema central de su política exterior y sus interacciones con su vecindad. Pero los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas revelan un doble rasero en la actitud de las autoridades españolas, dependiendo del país de origen de los migrantes.

España, generalmente hipersensible al flujo migratorio descontrolado, parece anormalmente silenciosa, si no cómplice, al menos cómplice. Esto plantea preguntas legítimas de cualquier observador objetivo. Nadie es engañado.

Es hora de que España opte finalmente por una política de claridad en lo que respecta a su vecindad. La asociación no está en consonancia con los dobles raseros de España. Esta es una condición sine qua non para un sereno, resistente y capaz de enfrentar los desafíos. El doble estándar sólo puede alterar la confianza y proporcionar dudas legítimas en el vecino marroquí.

*Escritor marroquí, autor de la “Vecindad cautelosa, las relaciones hispano-marroquíes”, editorial Diwan, Madrid 2021.