Aniversario del asalto al Capitolio
El trumpismo radical prepara su contraataque en 2022
El ex presidente y sus partidarios más extremistas calientan motores para reconquistar la Casa Blanca
Si se cumplen los pronósticos más recientes, 2022 será el año del inicio de la remontada republicana en Estados Unidos y será con Donald Trump al frente. El ex presidente no deja de coquetear con volver a ser candidato a la presidencia y los votantes republicanos le adoran, así que, salvo que problemas de salud verosímiles a su edad lo impidan, Trump avanza hacia una nueva nominación como apuesta electoral, mientras Biden continúa viendo su popularidad erosionada por su incapacidad para hacer que el Congreso dé luz verde a sus grandes proyectos.
Trump no ha confirmado aún que vaya a dar el paso, pero su liderazgo en el partido permanece incuestionado. Solo el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se le acerca en la escala de simpatías de las bases y nadie duda de que si se postula como candidato todos los pesos pesados republicanos le darán su apoyo. Lo contrario sería un suicidio político, dada la total preeminencia en el partido de la que aún disfruta el neoyorquino.
Una cifra basta para hacerse una idea del tirón que aún conserva Trump, los más de cien millones de dólares que ha reunido ya en donaciones sin haber confirmado siquiera su candidatura.
El ex presidente sigue contando con la polarización del país y la creencia de gran parte de la sociedad estadounidense en sus denuncias no probadas de fraude electoral y de corrupción generalizada del sistema. Encuestas recientes han reflejado tendencias que, aunque inquietantes, indican los visos de éxito que tendría una nueva candidatura de Trump y el hecho de que muchos de sus seguidores más radicales sueñan con su regreso a la primera línea.
Según un sondeo del diario “The Washington Post” y la Universidad de Maryland, un 34% de los estadounidenses consideran que la violencia contra el gobierno está justificada en algunos casos, una cifra que muestra el escaso precio político que ha tenido que pagar Trump por el polémico llamamiento a sus seguidores a tratar de impedir la proclamación de Joe Biden, que acabó derivando en los violentos incidentes del pasado 6 de enero en el Capitolio. El porcentaje de los que justificaban la violencia era un 11% inferior en 2015.
Y en otra encuesta de la cadena CBS y YouGov, un 62% respondió que espera una reacción violenta por parte del bando derrotado en futuras elecciones presidenciales.
Mientras el país se habitúa al nuevo clima de división generalizada y el polémico Trump barrunta su regreso, muchas de las corrientes subterráneas que desde oscuros foros de internet impulsaron su apuesta a base de bulos y teorías conspiratorias parecen estar tomando nuevas formas y derroteros.
Una reciente investigación del diario “Financial Times” reveló que el movimiento digital QAnon, desde el que se difundieron algunas de las noticias falsas que luego alimentó o de las que se benefició Trump ha quedado estancado en número de seguidores, pero están surgiendo nuevas tendencias para dar salida al descontento de los más extremistas.
Aún hay mucha gente que compra el discurso que popularizó QAnon. “El legado de QAnon es que se ha creado esta audiencia entre gente que es susceptible de encontrar a alguien que les diga lo que quieren oír”, le dijo al FT Mike Rains, director del podcast sobre teorías conspiratorias Adventures in the HellwQrld.
Entre lo que quiere oír este público figuran viejas teorías de los seguidores de Trump como la de que el ex presidente es el patriota llamado a encabezar la lucha contra los “pedófilos satánicos” del Partido Demócrata, o la que sostiene que la campaña de vacunación contra la covid es fruto de un maléfico plan para introducir un chip en todos los seres humanos del mundo y así poder controlarlos.
Trump no ha desautorizado teorías tan peregrinas como estas, quizá porque sabe que quienes las defienden son sus potenciales votantes. Esta misma semana, la red social Twitter suspendió la cuenta de la senadora Marjorie Taylor Greene por violar reiteradamente sus reglas sobre desinformación en torno al coronavirus. La senadora, una de las más reconocidas partidarias del expresidente, acusó a Twitter de colaborar con una “revolución comunista” y afirmó en un largo comunicado en Telegram que “las redes sociales no pueden impedir que la verdad se difunda”.
A la espera de ver cómo evoluciona el oscuro mundo de los bulos digitales y cómo se articula políticamente en las próximas citas electorales estadounidenses, se siguen conociendo detalles de cómo operó la red de colectivos ultras que trataron de impedir la salida de Trump de la Casa Blanca.
La investigación en el Congreso sobre los incidentes del Capitolio se ha fijado ahora en otro grupo paramilitar de extrema derecha, los conocidos como Pretoriano de la Primera Enmienda o 1AP. El grupo se dedicó a trabajar en las sombras junto con activistas y abogados de la campaña de Trump, así como dirigentes empresariales y militares retirados, para minar la confianza pública en las elecciones que ganó Biden y asegurar la permanencia de Trump al frente del Estado.
Liderado por un antiguo médico militar, el grupo fue uno de los que impulsó la propuesta de que Trump declarara una emergencia nacional que le permitiera confiscar las máquinas de votación y ejerció de escolta de alguno de los oradores en los mítines de sus seguidores que siguieron a la elección.
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