Seguridad

La amenaza rusa revive a la OTAN como escudo militar

La Alianza Atlántica se vuelca en el conflicto de Ucrania mientras sigue de cerca el ascenso de China en el Pacífico

OTAN
OTANAntonio Cruz

Los asesinos siempre vuelven a la escena del crimen y los viejos enemigos siempre pueden volver a renacer. La OTAN se enfrenta al viejo dilema de resolver sus fantasmas del pasado, que son más presentes que nunca- el expansionismo ruso-, mientras se enfrenta a las nuevos retos del siglo XXI como el auge militar chino, el terrorismo internacional y amenazas híbridas como la desinformación y los ciberataques. En el informe del grupo de expertos denominado NATO 2030 se tacha a Moscú como “amenaza militar”, si bien se sitúa a Pekín en pie de igualdad como riesgo para la seguridad de la Alianza.

Además, se reabre el debate sobre la conveniencia o no de ampliar el número de sus miembros (30 actualmente), justo cuando Moscú quiere imponer un veto a la entrada de países de la antiguo órbita soviética antes pertenecientes al Pacto de Varsovia como Ucrania y Georgia.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte es una organismo multilateral producto de la posguerra ya que su texto fundacional, el Tratado de Washington se firmó el 4 de abril de 1949 y establecía la organización como un sistema de defensa colectiva de uno para todos y todos para uno, en el que los Estados miembros acordaron auxiliar a cualquiera de los suyos ante un ataque externo.

OTAN
OTANAntonio Cruz

Aunque en un primer momento era una sobre todo una organización política, la guerra de Corea hizo que se planteara como una coalición permanente con una estructura militar. La existencia de la OTAN adquirió su pleno significado en un mundo dominado por la Guerra Fría entre dos potencias opuestas con sistemas políticos y económicos rivales -Washington y Moscú- que se repartían sin disimulos sus correspondientes zonas de influencia. El enemigo estaba claro. De hecho, la URSS creó, como respuesta al nacimiento de la OTAN, el Pacto de Varsovia en 1955.

El derrumbamiento de la URSS y la emergencia de nuevas amenazas como el terrorismo internacional tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EEUU hicieron que los viejos dogmas sobre los que se había creado la Alianza se tambalearan. Desde entonces la OTAN ha debido adaptarse a unos nuevos tiempos en los que los enemigos se multiplican e incluso mutan.

Según una frase célebre el primer secretario de la Alianza, Hasting Ismay, realizada en 1952, el sentido de la asociación militar era tener a «Rusia fuera, EEUU dentro y Alemania debajo». Tras la invasión de Rusia de la península de Crimea (Ucrania) en el año 2014, en respuesta por las sucesivas ampliaciones de la OTAN desde 1997 a los países del Este y las Repúblicas Bálticas, vuelve a recobrar sentido tener a Rusia fuera, aunque precisamente ahora lo que se pide a Alemania (y por extensión al resto de los países europeos) es un papel más activo y un reparto del gasto militar más justo.

De cómo se resuelva este debate y los deseos europeos de «autonomía estratégica» frente a Washington depende que el vínculo transatlántico, sobre el que se asienta la organización militar, pueda gozar o no de buena salud tras los traumáticos momentos de la era Trump y la decepción con Joe Biden tras la retirada unilateral y chapucera de Afganistán.

Ante el cambio de coordenadas, la próxima cita de la Alianza en Madrid en el mes de junio pretende establecer una nueva ruta de cara a los próximos años que actualice el Concepto Estratégico de Lisboa del año 2010, cuándo la amenaza de Moscú parecía dormida y China no era todavía considerado un rival ni económico, ni político ni militar.

«La OTAN tiene tres funciones fundamentales: defensa colectiva, gestión de crisis y seguridad cooperativa, sin ninguna prioridad entre ellas. ElConcepto Estratégico de Madrid tendrá que tomar nota de la situación en el flanco oriental y de experiencias como las de Afganistán para dar prioridad a la defensa colectiva frente a la amenaza rusa en detrimento de las funciones de gestión de crisis y seguridad cooperativa. Además de prioridades, los aliados tendrán que evaluar si incluyen nuevas funciones a las tradicionales y se barajan otras como la resiliencia, la ciberseguridad, las pandemias o la disrupción tecnológica, entre otras», escriben en su artículo para el Real Instituto Elcano Félix Arteaga y Luis Simón.

La experta Rachel Ellehuus, investigadora del Center for Strategic and International Studies, asegura a LA RAZÓN que “la renovada amenaza de Rusia nos recuerda que no podemos dar por sentada la seguridad en Europa”. A su juicio, “la agresión de Rusia hacia Ucrania ha vuelto a centrar a la OTAN en su objetivo principal, a saber, la defensa colectiva de los miembros de la OTAN”. Asimismo, está a favor de que “los países europeos mejoren sus capacidades de seguridad y defensa y asuman una mayor responsabilidad por su propia seguridad”. Ellehuus cree que “esto no solo sería compatible con la OTAN, sino que también la fortalecería: 21 de los 27 estados miembros de la UE también son miembros de la OTAN”.

Pero si hace meses se daba por sentado que el auge militar de Pekín y la necesidad de restablecer el vínculo transatlántico tras la espantada de las tropas estadounidenses de Afganistán iban a acaparar los titulares, ahora la amenaza rusa y la ampliación a nuevos miembros pueden originar las principales tensiones. Pese a los intentos diplomáticos de esta semana, tras la reunión de la OSCE en Viena este pasado miércoles, Rusia aseguró que las negociaciones están en punto muerto. Los tambores de guerra suenan más fuertes que nunca.

Paradójicamente, ante la amenaza de invasión por parte de las tropas rusas, Ucrania ha redoblado sus esfuerzos para entrar en la organización militar y estas semanas se ha reabierto el debate sobre la membresía de la OTAN de otros países como Suecia y Finlandia. Parece que Putin están consiguiendo precisamente lo contrario de lo que pretende, si bien ahora mismo una próxima entrada de más países no parece un escenario cercano.