Opinión

Putin altera la agenda de la OTAN

La Alianza Atlántica trabajaba en estos momentos en el borrador del nuevo Concepto Estratégico de la organización

Ángel Tafala

El grupo que estaba trabajando en Bruselas el borrador del nuevo Concepto Estratégico de la OTANdebió estremecerse el 17 de diciembre, cuando se conoció el ultimátum del presidente Vladimir Putin constituido por un borrador de tratado con exigencias perentorias, respaldado por el despliegue deunos 100.000 efectivos en las cercanías de la frontera ruso-ucraniana. Hasta ese momento, podemos imaginarnos cuál había sido, más o menos, el contenido de este Concepto en elaboración: reiterar la aplicación en Europa de la solidaridad alrededor del mítico artículo 5 –una agresión contra una nación es equivalente a un ataque contra todos– a la vez que señalar con menor énfasis la voluntad común de afrontar crisis que nos pudieran afectar, en velada alusión a los problemas que pudieran surgir en África; trataría también este importante documento de definir genéricamente las líneas maestras para defendernos contra las amenazas híbridas que estamos sufriendo frecuentemente todas las naciones aliadas.

Pero la gran novedad del nuevo Concepto habría sido sin duda cómo afrontar colectivamente el problema del agresivo resurgimiento chino: como un reto eminentemente militar como han pretendido las sucesivas administraciones norteamericanas o más bien como un problema por unas prácticas comerciales y financieras inaceptables, como mantienen la mayoría de los europeos. Pero a partir del 17/12/2021 podemos suponer que casi todo este trabajo adelantado empezó a ser cuestionado. O más precisamente, cuatro días después, cuando la Administración Biden, la OTAN y la OSCE aceptaron entablar sucesivas negociaciones con los rusos sobre la estabilidad de Europa del Este en fulgurante reacción al ultimátum recibido.

Naturalmente, la discreción diplomática oculta la mayoría de lo tratado hasta ahora, pero lo que se va filtrando nos permite deducir algo de lo debatido. La primera reunión entre norteamericanos y rusos de este lunes en Ginebra ha intentado acotar los temas a tratar, ya que la demanda inicial era inasumible en su totalidad por la Alianza Atlántica. Por ejemplo, era inaceptable limitar la soberanía de la OTAN o de las nuevas naciones europeas democráticas que deseen formar parte de ella. Pero reducir actividades tales como los ejercicios militares, que no solo preparan las unidades, sino que mandan claras señales sobre intenciones y voluntad de empleo de la fuerza, es una materia abordable.

Lo mismo con el estacionar en suelo europeo –aliado o ruso– armas contra las cuales hay poca probabilidad de defenderse –por su corto intervalo de reacción– tales como los misiles balísticos de corto y medio alcance. Parece más prometedor tratar de alcanzar acuerdos sobre limitar este tipo de actividades –incluyendo las acciones híbridas y encubiertas por internet– que pontificar sobre neutralidades o limitaciones de soberanía de terceras naciones.

Todo este esfuerzo norteamericano de la primera reunión ha tratado pues de reducir la inaceptable agenda rusa inicial a una serie de temas sobre los que si hay alguna posibilidad de que la OTAN llegue a acuerdos en una segunda reunión. Y si esto se logra, pasaríamos a la tercera ronda de negociaciones –en el seno de la OSCE– donde por primera vez estará presente Ucrania, la amenazada nación, aunque no la única afectada por el ultimátum ruso.

En la cumbre de la OTAN de Madrid del próximo mes de junio, el tema estrella a tratar iba a ser la aprobación del nuevo Concepto Estratégico, con el asunto chino como tema más polémico sobre el que lograr acuerdo. Súbitamente, Putin nos ha cambiado las prioridades y en cierto modo volvemos a la situación anterior a 1991 con la URSS, aunque afortunadamente, esta vez sin enfrentamiento ideológico acompañante. Lo que creo no debe lograr Putin es alterar nuestro calendario de reuniones. Pero es mejor llegar a Madrid sin un Concepto finalizado –caso de seguir negociando con ellos por esas fechas– que con un documento lleno de vaguedades diplomáticas, pero sin sentido estratégico real.