Castigo

La UE se divide por la expulsión de Rusia del sistema Swift

Alemania se opone a apretar este botón que podría reducir hasta un 5 por ciento el PIB ruso

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La Unión Europea ha declarado la guerra económica a Rusia. Los jefes de Estado y de Gobierno europeos se reunieron ayer en la capital comunitaria en el momento más dramático en la historia de Europa desde la II Guerra Mundial, en una encrucijada histórica que puede cambiar de manera drástica el orden internacional del siglo XXI.

Pero la cita de ayer, que un alto cargo europeo, vaticinó como «muy emocional» , no sólo se trataba discursos altisonantes o metáforas atinadas sino de hechos. Tras los primeros discursos de repulsa, llegaron las advertencias. «Condenamos este ataque bárbaro y los argumentos cínicos usados para justificarlo», aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen para después anunciar la voluntad firme de los europeos de aprobar un paquete de sanciones sin precedentes en la historia europea. El propósito es golpear al régimen ruso dónde más le duele, ya que está diseñado para que Putin no pueda financiar la guerra.

Este paquete de sanciones que fue debatido ayer y que hoy debe recibir el visto bueno de los ministros de Exteriores, pretende poner contra las cuerdas al régimen al atacar sectores estratégicos de la economía Rusia y restringir el acceso de las entidades financieras rusas a los mercados europeos. Los europeos creen que existe margen de maniobra. Mientras que para Rusia la UE es su primer socio comercial, en el caso contrario ocupa el quinto lugar. Además, la tierra de Vladimir Putin importa de la UE el 70% de sus productos químicos y el 60% de sus aparatos e instrumentos. Esto no significa que las cancillerías europeas no estén asumiendo riesgos: saben que Putin tiene en sus manos cortar el suministro de gas a Europa.

Este martes las cancillerías europeas aprobaron un primer paquete de sanciones que incluye al ministro de Defensa, Sergei Shoigu; la portavoz de Exteriores, María Zakharova; el jefe de gabinete de Vladimir Putin , Anton Vaino y altos mandos militares y el aparato de propaganda del Kremlin, pero dejan fuera de este listado al propio presidente ruso y a su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov.

Además, esta primera batería de castigos abarca al poderosísimo aparato de propaganda del Kremlin y a tres bancos rusos Rossiya Bank, Promsvyazbank y VEB .También introduce restricciones al comercio con las provincias rebeldes prorrusas de Donetsk y Luhansk cuya autoproclamada independencia fue reconocida por Putin como preludio a la guerra. Pero esta primera ronda de sanciones palidece ante lo que puede ser la traca final. Entre las opciones barajadas se incluye poner cerco a los oligarcas que financian a Putin y atracan sus yates en los puertos deportivos europeos y sancionar a Bielorrusia por su ayuda militar. Como triple salto mortal: desconectar a Rusia del sistema de transferencias electrónicas Swift, lo que dejaría al país en el mismo ostracismo internacional que Irán. Una opción que es considerada por las cancillerías europeas como el botón nuclear y que también dañaría a los bancos estadounidenses y alemanes. El país de los ayatolás vio caer un tercio de su comercio internacional y el propio gobierno ruso reconoció en el pasado que esta decisión podría conllevar la contracción de su economía hasta un 5%.

A pesar de los mensajes de unidad, fuentes diplomáticas se mostraban prudentes sobre esta última medida. Es un secreto a voces que no todas las capitales europeas caminan juntas en la misma dirección. Mientras algunos países piden mano dura y rapidez, otras prefieren una estrategia más escalonada, en que ir guardando balas en la recámara. Al término de esta edición, la cita de los líderes europeos no había terminado.

«No deberían ser sanciones que ladren sino que muerdan», aseguró ayer el primer ministro belga Alexander De Croo, partidario de no andar con remilgos mientras los tanques se pasean por las calles de Ucrania. Aunque no se refirió específicamente al sistema Swift, sí se mostró partidario de hacer «extremadamente difícil» operar a los bancos rusos. Antes de desplazarse a la capital comunitaria, el presidente francés se mostró a favor de imponer sanciones contra Rusia «a la altura de la agresión de la que es culpable».

Aunque se esperaba que el encuentro estuviera centrado en las sanciones, fuentes diplomáticas no descartaban que los líderes europeos comenzaran a discutir los planes de contingencia para amortiguar la respuesta rusa o abordar la situación de los refugiados que llegarán a las fronteras europeas.