EEUU
Del tsunami a la “mini-ola” republicana: los conservadores están a 11 escaños de la mayoría en la Cámara y empate técnico en el Senado
Dos de los estados que faltan por terminar el escrutinio, Arizona y Nevada, se decantan del lado progresista aunque todavía es temprano para declarar a un ganador en cualquiera de ellos
A pesar de Joe Biden, o tal vez debido a él, los demócratas conseguían contener lo que se auguraba iba a ser un tsunami rojo en el Congreso, en referencia al Partido Republicano, que había anticipado una diferenciada victoria para la noche del martes en las decisivas elecciones legislativas de mitad de mandato en Estados Unidos.
Los conservadores parecían recuperar lentamente el control de la Cámara de Representantes, pero no lo hacían ni mucho menos por goleada. A medida que finalizaban los recuentos de votos estatales, los republicanos acariciaban la mayoría de la Cámara Baja, aunque con un margen de diferencia mínimo respecto a sus contrincantes. Lo que de momento sí parece desvanecerse para los republicanos esel control de la Cámara Alta.
En el caso de la Cámara Baja, según las proyecciones de los principales medios estadounidenses, los republicanos llevan la delantera en la madrugada de este jueves al asegurarse por lo menos 207 de los 218 escaños que necesitan para controlarla. Los demócratas, por su parte, cuentan con 184 escaños, y más de una cuarentena están todavía por decidir.
Esta ventaja, además de que los conservadores van por delante en el escrutinio en varias de las contiendas aún por decidir, hace que muchos medios anticipan como probable la victoria republicana en la Cámara. En el caso del Senado, la situación está mucho menos clara: de los 100 escaños, los demócratas tienen asegurados 48 y los republicanos, 49. Dos de los estados que faltan por terminar el escrutinio -Arizona y Nevada- se decantan del lado progresista y respectivamente, aunque todavía es temprano para declarar a un ganador en cualquiera de ellos.
La renovación de un tercio del Senado, tal y como sucedió en las elecciones presidenciales de 2020, quedaba a la espera del recuento final de votos en Arizona, Nevada y Wisconsin. En Georgia está tan reñido que se celebrará una segunda vuelta en diciembre. Los cuatro estados bisagra, decisivos también junto a Pensilvania en las anteriores presidenciales, le dieron a Joe Biden la llave a la Casa Blanca por apenas unos miles de votos en la contienda presidencial contra Donald Trump, en la que el republicano aspiraba a la reelección.
Ese recuento casi manual de cuatro días le sirvió a Trump para evitar reconocer su derrota, sembrando falsas teorías de fraude electoral entorno al sistema de votación estadounidense, diferente en cada estado y forma, que se extendería desde entonces a todos los niveles políticos del país.
De hecho, muchos de los candidatos republicanos que se han postulado a algunos de los cargos federales, estatales o locales de estas «midterms» se han valido de las mismas acusaciones contra los procedimientos electorales durante la campaña para ganar terreno a los demócratas en sus candidaturas, contando también con el apoyo de Trump. Y, como consecuencia, más de 100 nuevos congresistas republicanos que tomarán posesión del cargo en enero de 2023 son negacionistas de las presidenciales de 2020.
A falta del recuento final, que en algunos estados puede llevar todavía varios días, la ajustada contienda entre ambas formaciones políticas son, en realidad, muy buenas noticias para la Administración Biden. De hecho, se trata del mejor resultado en unas legislativas de medio término, de las últimas dos décadas para cualquier partido que ha estado desde entonces en la Casa Blanca. Pero si algo queda claro y confirmado de estos comicios, es que la sociedad estadounidense no solo parece estar más polarizada que nunca, sino también preocupada por el ambiente de crispación y violencia política que está atravesando el país en los últimos tiempos.
Sobre la mesa, más allá de acusaciones partidistas, los temas que más afectan directamente a los ciudadanos se ponían por delante en su decisión final en las papeletas: la economía y la inflación, el estado de la democracia o el aborto, que han ganado repercusión nacional tras los recientes acontecimientos, como la polémica decisión de la Corte Suprema condicionada por el peso conservador de la máxima institución judicial.
Pensilvania, consolidado estado decisivo en clave electoral, otorgó el escaño del Senado a Fetterman ante su polémico rival republicano, celebridad televisiva, el Dr. Oz. Los demócratas celebraron la gran victoria del que fue una gran apuesta: 100 millones de dólares de financiación, para asegurar el escaño del senador saliente Pat Toomey. Estas elecciones legislativas también han batido algunos récords históricos, como el de haber tenido más candidatas a gobernadoras que nunca antes, con 25 mujeres aspirantes. También, el demócrata Maxwell Frost se convertía, a sus 25 años, en el congresista por Florida más joven del Congreso, el primero de la denominada «Generación Z».
Las elecciones también pueden marcar un punto y final para una de las figuras políticas más influyentes de la historia: la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. El reinado de la segunda en la línea de sucesión a la presidencia de EE UU podría tener los días contados, tras haber dejado entrever a la CNN que el reciente ataque contra su marido, perpetrado con un machete, podría haber sido determinante.
Las filas de ambas formaciones políticas afrontaban la resaca electoral con sabor agridulce, sin una victoria absoluta para ninguno de los dos partidos. Los liberales cuentan ahora con dos años de mandato por delante al frente de la Administración con la asignatura pendiente de reforzar su liderazgo de cara a las presidenciales de 2024, en las que difícilmente imaginan a Biden aspirando a la reelección. Mientras que los conservadores han ganado terreno entre las minorías mayoritarias del país, como los latinoamericanos y la clase trabajadora de raza negra, pero distan todavía mucho de desvincular la figura de Trump a la supervivencia de su partido.
Con resultados muy por debajo del ansiado «tsumani rojo» con el que soñaban los republicanos, su cercanía a escaños con los demócratas en la Cámara de Representantes, aunque victoriosos, no permitirá a los congresistas utilizar su ventaja para sacar adelante sus propuestas legislativas con tanta facilidad como pensaban. Los republicanos, además, han aprendido otra lección que puede condicionar a partir de ahora la estrategia partidista: valerse del apoyo de Trump para ganar terreno político les puede acabar resultando contraproducente.
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