Espionaje

Alemania vive como una humillación la interceptación rusa de una charla entre militares alemanes llena de secretos de guerra

La filtración por Moscú de la conversación entre altos mandos militares pone en evidencia las brechas de seguridad alemanas frente a sus aliados de la OTAN

Soldados del 2º Regimiento de Caballería de Estados Unidos conversa junto a varios vehículos militares antes de partir a Rumanía, en la Base Aérea estadounidense de Vilseck (Alemania)
Soldados del 2º Regimiento de Caballería de Estados Unidos conversa junto a varios vehículos militares antes de partir a Rumanía, en la Base Aérea estadounidense de Vilseck (Alemania)RONALD WITTEKAgencia EFE

En 1988, en los últimos días de la Guerra Fría, un espía británico reveló a un corresponsal extranjero en Berlín occidental una visión extraordinaria del funcionamiento de los servicios secretos alemanes. «Si quieres que el Kremlin se tome algo en serio –dijo–, entonces dáselo a los alemanes y di que es ultrasecreto». A la mañana siguiente, aseguró, estaría en todos los escritorios del politburó de Moscú. Al parecer, poco ha cambiado Alemania desde entonces. La semana pasada, los rusos revelaron que habían interceptado una conversación entre el jefe de la Fuerza aérea germana y tres colegas de alto rango. Se trataba de la muy controvertida cuestión de si Berlín debería suministrar a Ucrania misiles «Taurus» de largo alcance. Con estos misiles, los ucranianos podrían atacar los depósitos logísticos y las líneas de suministro, como el puente del estrecho de Kerch, que conecta Crimea con Rusia.

La revelación cayó como una bomba en Berlín. En cualquier país que se precie, los militares mantendrían una conversación tan confidencial utilizando teléfonos especiales a través de líneas cifradas y se insistiría en que todos los participantes se conectaran desde lugares seguros. Sin embargo, los alemanes utilizaron Webex, un sistema de conferencias web comparable a Zoom y uno de los participantes llamó desde Singapur utilizando un teléfono normal.

Aún está por determinarse cómo los oyentes rusos pudieron escuchar la conversación aunque parece no haber sido algo demasiado difícil. Para suerte de los espiados, en la llamada no se decidió nada. Olaf Scholz sigue bloqueando la entrega de los cohetes aunque, en la grabación de 38 minutos, quedó patente que el canciller ha mentido a sus ciudadanos. En la conversación intervenida, los oficiales aseguraron que los misiles podrían ser programados por ucranianos bien entrenados, mientras que Scholz siempre defendió que sólo los soldados alemanes serían capaces de hacer esto.

Con todo, el mayor daño no fue para la propia reputación de Alemania, sino para la seguridad de sus aliados. «Sé cómo los británicos entregan sus armas», dijo en la conversación el jefe de la Luftwaffe, el teniente general Ingo Gerhartz. Se refería a los misiles «Storm Shadow» que los británicos donaron a Ucrania. «Siempre los transportan en vehículos blindados Ridgeback y tienen a varias personas en tierra para hacerlo». La conversación no hace ningún favor a la causa aliada y, desde entonces y en vez de calmar las aguas, los políticos alemanes están acusándose los unos a los otros en lugar de cerrar filas para defenderse contra Moscú.

No existe una seguridad perfecta contra las escuchas ilegales. La ciberseguridad siempre es una cuestión con muchas aristas. ¿Quién encontrará ahora la brecha y quién será lo suficientemente rápido para cerrarla? Los expertos lo tienen claro: «Todo se puede piratear» y esto se aplica incluso para los estadounidenses. En 2014, fueron los rusos quienes escucharon y filtraron una conversación entre el embajador de EE UU en Ucrania y la secretaria de Estado adjunta. Victoria Nuland. La estadounidense dijo en voz alta: «A la mierda la UE» y provocó la ira de sus socios europeos.

La guerra fría de la desinformación estaba en marcha mucho antes de que el conflicto de Ucrania entrara en su fase caliente. Angela Merkel se quejó en privado en 2010 de hasta dónde estaba llegando Moscú para frustrar las cosas. Operaciones de escuchas telefónicas que se filtran específicamente o se utilizan para chantajear. Trolls de Internet y desinformación que se usan para alimentar movimientos de protesta o engranajes políticos en toda Europa. Una fuente de división para Europa y la democracia. Básicamente, nada nuevo para el frente oriental. Putin lo aprendió bien cuando trabajó en la KGB. Probablemente también sepa mejor que los alemanes cómo reaccionar como atacante en una guerra híbrida: permanecer tranquilos y unidos, reconocer al enemigo, tomar contramedidas.

Pero, ¿cómo pueden ser las contramedidas en un mundo tan interconectado y vulnerable como el de hoy? Está por saber, pero lo que está claro es que las grandes beneficiadas serán las empresas especializadas en detectar vulnerabilidades en los sistemas informáticos y, en el mejor de los casos, la subsanación de esas brechas; siempre -claro está-, por un precio elevado. Mientras tanto, las redes internas ya han demostrado su vulnerabilidad y la comunicación basada en internet sigue siendo inestable a pesar de los sistemas de seguridad. Incluso el mismo teléfono móvil criptográfico de Merkel fue intervenido alguna vez.

El ciberespionaje y el reconocimiento hace tiempo que forman parte de la vida militar cotidiana. Estados Unidos, Rusia y China tienen los mayores recursos y los mejores conocimientos en un territorio donde la moralidad tiene una importancia secundaria, incluso si nadie lleva a cabo la guerra de la información de manera tan descarada y transparente como Rusia. Entonces, ¿qué puede hacer Alemania para protegerse contra Putin y el espionaje? Sin duda es necesario reevaluar la situación de riesgo.

La Oficina federal de Seguridad ha simplificado y actualizado recientemente sus directrices. Asimismo, se ganaría algo si las instituciones, las empresas y probablemente también la Bundeswehr lo cumplieran mejor. La globalización digital fue un regalo, pero ahora se está convirtiendo en un peligro.

Rusia lo ha entendido desde hace mucho tiempo y actuó en consecuencia en su transición a una economía de guerra. Desde el ataque a Ucrania, el país está cada vez más desconectado del Internet mundial y obliga a los proveedores extranjeros a recurrir a los servidores rusos. Al mismo tiempo, y no sólo debido a los problemas en la cadena de suministro causados por las sanciones, Moscú está impulsando la producción de componentes electrónicos y portátiles de producción nacional. Es por eso que Alemania, y con el señuelo de miles de millones de ayudas, podría no estar haciendo un mal trabajo al traer fabricantes de chips a su terreno; para así, contar todos los elementos básicos para construir su propio castillo digital en la ciberguerra.