Elecciones en El Salvador

El efecto Bukele se extiende por América Latina

La popularidad del presidente salvadoreño que este domingo se juega su reelección desborda las fronteras de su país gracias al éxito de su polémica campaña contra el crimen

 El huracán Bukele barre América Latina. Hay pocos precedentes de que el líder de un país tan pequeño como El Salvador se convierta en referente regional, pero el éxito de la guerra contra el crimen del presidente salvadoreño ha disparado su popularidad no solo en su país sino en la mayoría de países de la América hispanohablante.

Nayib Bukele, de 42 años, avanza hacia un nuevo mandato como presidente de El Salvador. Su imagen de triunfador a prueba de críticas y de presiones, y haberle doblado el pulso a las poderosas maras salvadoreñas, le han convertido en el político latinoamericano del momento y en objeto de la admiración de muchos en una región cansada del azote de la delincuencia, la corrupción y la percepción de incompetencia de la política tradicional.

Según reveló el Latinobarómetro de 2023, Bukele es el gobernador latinoamericano más popular, con un 90% de aprobación entre los salvadoreños, lo que salvo sorpresa mayúscula, le asegura un holgado triunfo en las elecciones de este domingo.

Poco importa que se presente a una reelección cuando la Constitución de su país no lo permite. Tampoco las críticas de las organizaciones de derechos humanos que subrayan sus excesos le han hecho mella. Bukele impuso el estado de excepción El Salvador y se le reprocha el hacinamiento de presos en el Centro de Confinamiento del terrorismo (Cecot), la gigantesca prisión que construyó en el municipio de Tecoluca, así como la detención de miles de personas que luego fueron liberadas. Pero nada de eso ha frenado su ascenso en las encuestas.

El modelo autoritario de Bukele es visto bueno por cada vez más latinoamericanos. “La democracia no ha dado respuestas a la gente. Cuando se trata la seguridad, a los latinoamericanos les gustan las narrativas autoritarias”, señala Ana María Méndez, de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

Su prestigio se ha extendido tanto a otros países de la región que la expresión “aquí hace falta un Bukele se ha vuelto habitual en algunos de ellos y otros políticos de la región tratan de seguir su ejemplo en mayor o menor medida.

En Ecuador, el presidente Daniel Noboa lanzó una ofensiva contra los poderosos grupos criminales que han puesto de rodillas a las instituciones del país, como la de “Los Choneros” o “Los Tiguerones”. El joven presidente ecuatoriano decretó la existencia de un “conflicto armado interno” y desplegó al Ejército en la “lucha contra el terrorismo” y el control de los centros penitenciarios ecuatorianos, que se han convertido en feudos inexpugnables desde los que los capos criminales dirigen los negocios e imponen su ley.

Noboa intenta replicar a Bukele hasta en la estética y la ropa, luciendo en sus mensajes oficiales la chupa de cuero con emblemas, las gafas oscuras y hasta el peinado al agua que el polémico líder salvadoreño ha convertido casi en imagen de marca.

En Perú, donde la población también percibe un aumento de la inseguridad asociado al auge del narcotráfico, el gobierno de Dina Boluarte trata de transmitir una imagen de firmeza con medidas excepcionales como la declaración del estado de emergencia en diferentes zonas del país. A juzgar por las encuestas, Boluarte no está teniendo mucho éxito, pero otras figuras políticas del país tratan de presentarse como los seguidores peruanos del modelo Bukele, como Antauro Humala, golpista condenado que intenta articular una candidatura presidencial sobre promesas de mano dura contra la delincuencia y de establecer la pena de muerte contra delincuentes y políticos corruptos. El alcalde de Lima y referente de la derecha peruana, Rafael López Aliaga, propuso aplicar en la ciudad algunas de las medidas estrellas de Bukele para frenar la inseguridad.

Incluso el izquierdista Gabriel Boric en Chile, aunque lejos de abogar por el estilo o las decisiones de su homólogo salvadoreño, ha convertido la inseguridad en prioridad de su gobierno ante la creciente preocupación pública por el auge de la delincuencia.

Pero, ¿durará para siempre la luna de miel de Bukele con los votantes salvadoreños y latinoamericanos? Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, cree que los resultados de su lucha contra las pandillas garantizan el refrendo electoral a su modelo “populista autoritario”, pero advierte que el modelo Bukele “se desmoronará a medida que las expectativas de la población vayan más allá de la seguridad”, ya que persisten la pobreza y la desigualdad.

La economía será, según el pronóstico de los expertos, el gran reto futuro de Bukele y las decisiones que ha tomado en esa materia no invitan demasiado al optimismo. Su efectista anuncio de que El Salvador se convertiría en el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda oficial ha tenido resultados dudosos. Aunque la opacidad oficial impide calibrar sus efectos, la criptomoneda sigue teniendo un uso marginal en El Salvador.

Acabar con la violencia ha permitido dinamizar una economía en la que la iniciativa privada y todo emprendimiento estaban maniatados por la extorsión permanente de las maras, pero las reformas estructurales que necesita la economía salvadoreña y la imprescindible erradicación de la corrupción en la Administración pública son asignaturas pendientes que Bukele deberá superar.