1-N
“Bibi sí o Bibi no”, el dilema que se repite en las elecciones de Israel
El auge del movimiento del Sionismo Religioso, con posiciones racistas, antiárabes y homófobas, podría devolver al poder al exprimer ministro
La polarización arroja de nuevo a Israel a un resultado electoral incierto, con el arco político dividido, una vez más, entre el bloque pro-Netanyahu y el anti-Netanyahu, sin una mayoría clara para ninguno en las encuestas previas a las elecciones del 1 de noviembre,las quintas en tres años y medio.
Más allá del retorno o no al poder del polémico Benjamin Netanyahu, el auge de la derecha más extrema, abiertamente racista, y el impredecible voto árabe, marcan la campaña electoral en Israel, donde el elevado coste de la vida inquieta a los votantes incluso más que la clásica preocupación sobre la seguridad.
La sombra del ex primer ministro, apodado “Bibi” en Israel, es todavía grande, hasta el punto de que el espectro político está en esencia fragmentado en dos bandos, uno derechista a favor de su liderazgo (su partido Likud, partidos ultraortodoxos y el movimiento del sionismo religioso) y otro en contra, una amalgama de partidos de izquierda, centro y derecha unidos casi únicamente por su deseo de apartarlo del poder.
Los últimos sondeos, publicados a una semana de la cita electoral, otorgan 60 escaños al bloque que respaldaría la vuelta a la jefatura del gobierno de Netanyahu, insuficientes para consolidar una mayoría en una Knéset (Parlamento israelí) de 120 diputados.
Aunque el auge del movimiento del Sionismo Religioso, cada vez más escorado a la extrema derecha con posiciones racistas, antiárabes y homófobas, refuerza el bloque pro-Netanyahu, ya que las encuestas confirman su rápido ascenso, con 14 escaños casi asegurados frente a los 6 de la última legislatura, pero podrían ser más y catapultar a Bibi.
“Si Netanyahu gana, será muy peligroso para la democracia y el estado de derecho”, apunta Gayil Talshir, politóloga de la Universidad Hebrea, sobre su alianza con la ultraderecha y sus causas pendientes en los tribunales por corrupción -abuso de confianza, soborno y fraude-.
“Algo fascinante sobre Netanyahu es que, a pesar de sus causas penales y de perder legitimidad para parte de los votantes, entre sus seguidores es más fuerte y popular que nunca”, indica Tal Shalev, analista política del medio digital Walla.
El bloque opuesto, liderado por el actual primer ministro en funciones, el centrista Yair Lapid, obtendría 56 escaños, con la sorpresa de que su formación, Yesh Atid (Hay Futuro), alcanzaría 27 diputados, el número más alto en toda la campaña, y muy por encima de su resultado en las últimas elecciones de marzo de 2021, cuando logró 17.
Al margen de ambos bandos quedan cuatro escaños para la coalición árabe Hadash-Tal, que desde luego no apoyará a Netanyahu, pero tampoco parece dispuesta a respaldar en la Kneset un Gobierno de Lapid, con quien se han disparado las rencillas por el aumento de la violencia con los palestinos en Cisjordania ocupada.
Incluso si los árabes se unieran a Lapid, la división parlamentaria quedaría en un empate técnico entre bloques, consolidando la parálisis política en el país y abocándolo a otras elecciones, según muestran todos los sondeos en las últimas semanas.
“Las encuestas reflejan un resultado muy ajustado, de casi 60-60 ó 61-59, por lo que es imposible vaticinar nada hasta el último momento”, afirmó Raffi Smith, director del Instituto Smith, especializado en sondeos electorales.
Ascenso de Lapid
El ascenso de Lapid es una buena noticia para el bloque anti-Netanyahu, pero es un grupo menos compactado ideológicamente, con luchas de poder internas y cohesionado casi exclusivamente por su animadversión hacia Bibi.
El propio primer ministro en funciones reconocía en una entrevista esta misma semana que lo mejor para el país es un “Gobierno de unidad nacional”, formado por los dos principales partidos, Likud y Yesh Atid, pero advirtió que eso nunca ocurrirá con Netanyahu.
“No puedes sentarte con Netanyahu. Se trata de nuestros valores, es un hombre que tiene cargos penales graves en su contra. Debe terminar su juicio”, aseveró Lapid, que consideró “peligroso” y “no ético” que vuelva al poder.
“La única forma de cambiar el sistema es que los dos partidos más grandes, actualmente Likud y Yesh Atid, se unan en un Gobierno de unidad nacional y luego obliguen a los partidos pequeños a aceptar algunas reformas electorales. Pero mientras Netanyahu dirija Likud es una opción muy difícil”, abundó Shalev sobre la parálisis política a la que está abocada Israel por la fragmentación de su sistema electoral.
Por primera vez en más de una década, es Lapid y no Netanyahu el candidato que concurre a las urnas desde la jefatura del Gobierno, una experiencia de solo cuatro meses para el líder centrista, que ha sabido navegar entre la izquierda y la derecha según fuera necesario y ha hecho gala de sus buenas cualidades diplomáticas en la arena exterior.
Además, ha llevado a cabo una estrategia de “mano dura” con los palestinos para acallar a los que le acusaban de tener poca experiencia en temas de seguridad y el pico de violencia con los palestinos es una oportunidad para ello, incluso le han acusado de usarlo con fines electorales durante la campaña.
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