Oriente Medio
Cruzada en Arabia Saudí contra los locales nocturnos
Temor a una reacción del sector más conservador contra los «lounges», donde acuden hombres y mujeres juntos
En medio de una campaña de soft power a varios niveles destinada a mejorar la imagen del país -uno de cuyos hitos será la celebración de la Copa del Mundo de Fútbol de la FIFA 2034-, la monarquía saudí viene emprendiendo en los últimos años una cierta liberalización no exenta de contradicciones y retrocesos. Una apertura directamente vinculada con el ascenso en la escena nacional del príncipe Mohamed bin Salman -designado príncipe heredero en 2017-, responsable de la mejora de la situación de las mujeres, la desaparición de la policía religiosa -que durante décadas castigó a las mujeres que no portaran correctamente la abaya o los jóvenes que no respetaran una estricta segregación entre sexos- o la apertura del país a conciertos, competiciones deportivas y otros grandes eventos.
Uno de los ámbitos de mayor repercusión dentro y fuera de Arabia Saudí es el del ocio nocturno -una noche aún sin alcohol salvo en hoteles y el ámbito privado en zonas residenciales-, cuya evolución no pasa desapercibida para los cientos de miles de extranjeros residentes en el país y que ya miran de reojo quienes esperan disfrutar dentro de unos años de la máxima competición futbolística (Como precedente al respecto, el reciente Mundial de la vecina Qatar, celebrado en diciembre de 2022, fue el primero alcohol free).
En esa zigzagueante evolución de las cosas made in Casa de Saúd, medios regionales e internacionales se han hecho eco de la reciente ofensiva de Riad contra los populares lounges, espacios de ocio nocturno compartidos por hombres y mujeres -en un país donde sigue habiendo una estricta segregación por sexos en otros muchos ámbitos- en los que se escuchan temas musicales locales, se fuma sisha o narguile -las cachimbas- y se beben sofisticados cócteles -siempre sin alcohol- y que han proliferado en los últimos años en Arabia Saudí de modo semejante a como lo han hecho otros países de la región.
En ellos conviven en horario de tarde y noche tanto locales como extranjeros residentes en el país, también familias completas, y muchos de estos lounges ofrecen precios asequibles -una entrada de apenas 20 euros con sisha y bebida incluida para hombres, pues las mujeres quedan exentas de pagarla- para distintos bolsillos ofreciendo escenas que habrían sido imposibles apenas una década atrás en Arabia Saudí gracias a la acción implacable de la policía religiosa. No en vano, hace pocos años estos lugares, válvula de escape para las clases medias urbanas del país -cuyos integrantes no pueden permitirse acceder a los grandes restaurantes y espacios de lujo- en un mundo cada vez más globalizado, estaban prohibidos en las grandes ciudades.
Así las cosas, aunque los datos varían según los medios que han dejado constancia de lo ocurrido, entre una docena y una veintena de estos espacios de ocio han sido cerrados por las autoridades saudíes en las últimas semanas en ciudades como Riad, la capital, y Yeda, la segunda localidad más poblada del país. La versión oficial ofrecida por las autoridades saudíes es haber detectado “serias violaciones” sanitarias, pero para no pocos observadores se trata de una reacción del régimen -uno de los más conservadores de Oriente Medio- contra la noche en los lounges de las principales ciudades del país. Una reacción, por tanto, de los sectores más conservadores del país ante el temor de que el ambiente liberal de estos espacios favorezca el consumo de alcohol y drogas y acabe constituyendo la antesala de nuevos cambios. No en vano, este año el Ministerio del Interior creó una unidad de la policía para combatir “actos inmorales” -haciendo temer el regreso de la antigua policía religiosa- que ha detenido ya a decenas de personas acusadas delitos vinculados con la prostitución o la mendicidad.
En un reciente artículo dedicado a la cuestión, el diario británico The Financial Times, se hacía eco recientemente de las quejas de un popular cantante, de nombre Falah al-Masrede, sobre la liberalización de costumbres de estos populares espacios de la capital saudí. “Miren esas mujeres que entran en los lounges, vienen de casas de hombres en un barrio residencial que está al otro lado de la calle”, lamentaba en una grabación en Snapchat. “Fui a la policía y me enviaron al ayuntamiento. Fui al ayuntamiento y me mandaron a la autoridad superior. Estoy cansado. No se me hace caso”, remataba el conservador artista saudí.