
Gabón
Brice Nguema pasa de "golpista" a "presidente democrático" de Gabón con un 90% de los votos
El exmilitar, que accedió al poder mediante un golpe de Estado en 2023, ha conseguido concluir con éxito una aparente transición democrática

La democracia es un juego sibilino. Uno puede hacer enormes esfuerzos para comprender qué es la democracia y buscar una definición que encaje, pero luego aparecen sujetos como Brice Oligui Nguema que rompen todos los esquemas. En teoría, Nguema ha seguido las normas democráticas. Convocó elecciones en Gabón. Organizó mítines. Bailó en algunos de ellos. Se hizo rodear por sus seguidores ante las cámaras de televisión y declaró discursos patrióticos. Luego ganó las elecciones que se celebraron este domingo y su legitimidad como presidente de Gabón quedó sujeta al marco de la validación democrática.
Mítines, elecciones y una vitoria. Nguema escucha el resultado electoral rodeado de sus seguidores (entre los que se encuentran, curiosamente, varios hombres blancos que celebran el desenlace de manera pletórica) y, muy serio, se arrodilla como impulsado por un resorte y hace la señal de la cruz para dar gracias a Dios por su victoria, como si Dios fuera el responsable de todo esto, como si no hubiera sido posible sin su mano misericordiosa, hasta que uno de sus asesores le susurra algo al oído y Nguema se acerca rápidamente a abrazar a su esposa. Casi se olvidó de ella. Todo a su alrededor es bullicio, como si la tensión previa a conocerse los resultados por fin se haya desinflado; como si, realmente, Nguema hubiera tenido posibilidades de perder en esta contienda. Toda esta escena podría enmarcarse sin dificultad en lo que se supone una escena democrática.
Sin embargo, el contexto, lejos de aclarar y de reafirmar la democracia de Gabón, arroja dudas y vuelve nebulosa una definición que debería ser sencilla. El contexto señala que Brice Nguema era el comandante de la Guardia Republica de Gabón. Que ejecutó en agosto de 2023 un golpe de Estado que derrocó a la familia Bongo tras 56 años en el poder (primero fue el padre, Omar Bongo, y luego el hijo, Ali Bongo), pocos años después de que Ali Bongo sufriera un derrame cerebral que limitó en gran medida sus funciones como gobernante. Y pocos días después de anunciarse unos resultados electorales que dieron la victoria a Bongo con un 64.27% de los votos. Nguema y sus seguidores opinaban, posiblemente con acierto, que los resultados de las elecciones, aunque ajustados, habían sido amañados para dar la presidencia a un hombre que, dijeron, había conducido a Gabón hacia “una degradación continua de la cohesión social, con el riesgo de empujar al país al caos”.
Ali Bongo también hablaba de la democracia, pero sus actos decían lo contrario. Por eso fue derrocado. Porque no era una democracia de verdad. Sólo lo era de oídas. En este contexto fundamental, cabe a señalar que Nguema es primo de Ali Bongo, es decir, que pertenece a la misma dinastía familiar que gobernó de forma (no) democrática el país durante tantos años que su poder empezó a tambalearse con la pérdida de apoyos de la población local. Entonces, muchos analistas consideraron que Nguema había saltado al ruedo con la sencilla intención de salvar a las élites del régimen antes de que el pueblo estallara. Uno de sus primeros anuncios como presidente interino consistió en asegurar que todos los negocios de Francia en Gabón proseguirían su curso sin interrupciones. Las tropas francesas en Gabón tampoco han sido expulsadas del país.
Brice Nguema ha ganado las elecciones de Gabón con un 90.35% de los votos, mientras que su máximo contendiente apenas consiguió un 3% de los apoyos. Si la victoria de Bongo con un 64.27% de los votos no podía considerarse democrática, ¿por qué ahora sí que debe tomarse como tal? ¿Es lícito hacerse esa pregunta? ¿Importa acaso? Si Assimi Goita, que accedió al poder en Mali mediante un golpe de Estado en 2021 sin haber convocado todavía elecciones; si Assimi Goita, que ha expulsado a las tropas francesas de su país, convocase elecciones y ganase con un 90% de los apoyos, entonces, ¿hablarían en Europa de democracia al referirse al general maliense? ¿Escribiría France24 en la noticia que anuncia su victoria que Goita ha pasado “de golpista a presidente democrático”, como hizo con Nguema?
¿Es la democracia ahora una definición subjetiva? ¿Tiene Francia la potestad de escoger qué es democrático y qué no lo es? ¿Se hablaría de democracia si esta cadena de sucesos hubiese acontecido en una nación europea? La victoria de Brice Nguema, lejos de definir el concepto de la democracia, sirve como un interrogante, una pregunta que queda abierta para que sea cada uno quien saque sus conclusiones y se pregunte qué es la democracia o cuándo es la democracia una definición exacta.
Nguema tiene mucho que hacer. Es un hombre ocupado. Agradecido a Dios por haberle acompañado en la tediosa tarea de quitarse de encima la palabra “golpista” para vestirse con la definición del “presidente democrático”, dio el domingo un discurso ante sus seguidores donde dijo que “ahora debemos pasar página de las elecciones presidenciales. Mañana es un día laborable y debemos volver al trabajo para construir Gabón”. Y se suma Gabón, así de fácil, a la reducida lista de democracias en África.
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