Gabón
Brice Nguema: un nuevo hombre fuerte en Gabón de dudosas intenciones
El general al mando del Comité por la Transición y la Restauración de las Instituciones mantiene vínculos de sangre con el presidente depuesto y se trata de un viejo conocido del régimen
A rey muerto, rey puesto. Pocas horas después de confirmarse el éxito de un golpe de Estado en Gabón, comenzó a especularse que el general Brice Oligui Nguema sería designado por los militares como nuevo Jefe de Estado en sustitución de un Ali Bongo que llevaba gobernando el país africano desde la muerte de su padre en 2009. Nguema negó en un primer momento que él sería el encargado de liderar el recién instaurado Comité por la Transición y la Restauración de las Instituciones (CTRI), pero los aullidos de los soldados coreando su nombre no engañaban: antes de que sonaran las doce campanadas que marcaron el final del 30 de agosto, un comunicado leído ante la televisión gabonesa señalaba a Nguema como nuevo líder de Gabón.
Y que viva el rey. Miles de gaboneses se echaron a las calles de la capital Libreville para celebrar el fin de 56 años de gobierno de la familia Bongo y los panafricanistas más ansiosos se lanzaron a hablar de liberación, entre que los analistas llamaban a la precaución antes que a la alegría. ¿Supone Brice Nguema un cambio en la política nacional? ¿Es el general una figura libertadora, o sencillamente se trata de otro Luis XIV? Un análisis en profundidad a su figura permite cuanto menos poner en duda sus intenciones.
¿Una venganza preparada?
Brice Oligui Nguema es un viejo conocido del régimen. Un primo. En África se denomina de forma coloquial a un sujeto emparentado con otro, aunque sea de forma lejana, como “primo”, sin que esto signifique que sus padres sean literalmente hermanos. El término se aplica igualmente a dos individuos que sean muy amigos. Nguema se conoce entonces entre los gaboneses como un “primo” o "sobrino" del expresidente Ali Bongo, sabiéndose que ambos comparten vínculos de sangre sin que se conozca exactamente hasta qué punto. Lo qué si se conoce es que la relación entre Nguema y el padre del presidente depuesto, Omar Bongo, era excelente. Que Bongo, padre, le costeó los estudios militares en la Real Academia Militar de Meknes (Marruecos) para nombrarle posteriormente uno de sus consejeros militares más cercanos, integrado a su vez en la Guardia Republicana (una suerte de guardia pretoriana cuyo fin es el de proteger al autócrata).
Tras la muerte de Omar Bongo en 2009, su hijo y sucesor envió a Nguema a una suerte de exilio honorable tras haberse visto relacionado con un conato de golpe orquestado por el general Ntupa. Pese a no haberse demostrado nunca su colaboración con los golpistas, Nguema, entonces coronel, pasó los nueve años siguientes ocupando el cargo de agregado militar en las embajadas gabonesas de Marruecos y Senegal, según dicen furibundo por verse apartado del núcleo de poder en Libreville. Tuvo que esperar hasta 2018 para ser llamado de vuelta. Durante seis meses ejerció el cargo de jefe de los servicios secretos de la Guardia Republicana, hasta que Ali Bongo le ordenó sustituir al general Grégoire Kouna como líder del cuerpo. Y Brice Nguema empezó a trabajar: reformó las fuerzas especiales de la Guardia Republicana aumentando su número de integrantes, mejorando su equipamiento, etc., demostrando su capacidad de liderazgo y, lo que es más importante, una supuesta obsesión por garantizar la protección del régimen.
Ahora cabe suponer que un hombre puede dedicar nueve años en el exilio a planear la venganza contra quien le hizo a un lado, o que esa guardia pretoriana mejorada y aparentemente útil para el régimen de los Bongo será ahora la mejor herramienta para mantener a Nguema en el poder. Que nada de lo que ocurre, ni siquiera el oleaje, es producto del azar. Los analistas llaman a la precaución porque el historial de Nguema no le convierte necesariamente en una figura salvadora de la democracia. Es un militar. Un militar gabonés formado en Marruecos. Un hombre fuerte del régimen de los Bongo, incluso cuando Ali procuró debilitarle.
Hace falta un león para echar a otro… y no porque haya un león nuevo significa que vayan a salvarse las gacelas. Para más inri, la propia oposición gabonesa, que continúa asegurando que resultó victoriosa en las elecciones del pasado sábado, habla de una "revolución en palacio" que daría fuerza a esta perspectiva que trata de una lucha interna sin vistas a democratizar el país.
¿Un salvador del régimen?
Otra alternativa sostenible sería que la intercesión de Nguema fuera la única manera de mantener un régimen autoritario y de enorme interés para sus beneficiarios en una nación cuyas crecientes ansias de democracia hacían peligrar. Tras el derrame cerebral que sufrió Ali Bongo en 2018 (precisamente el año en que el general fue llamado de vuelta a Libreville), el presidente se había apoyado cada vez más en su mujer y en su hijo, Noureddin Bongo, cediendo poder a éstos. Algo de sobra conocido y que degradaba la figura de Bongo como gobernante. Nguema tiene ahora la oportunidad de proseguir el negocio, en una especie de opa hostil que aplaque los deseos del pueblo sin provocar un verdadero cambio en la dinámica gabonesa. Su carácter quedó reflejado en un vídeo que circula desde hace varios días por las redes y en donde puede observarse al general, vestido con ropas de calle, bailando y festejando con un grupo de mujeres que se suponen prostitutas.
Porque si la corrupción masiva fue una de las características más representativas de la familia Bongo (que llegó a importar nieve para su mansión mientras el 70% de Gabón vive bajo el umbral de la pobreza), este “primo” de apellido Nguema tampoco parece salirse de la regla. El general fue mencionado en 2020 durante una investigación realizada por el Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), una organización periodística que demostró la compra por parte de la familia Bongo y allegados de diversas propiedades en Estados Unidos. Los inmuebles, pagados todos ellos en efectivo, fueron adquiridos esencialmente en Washington y Florida. El informe indicó que Nguema poseía tres viviendas en “barrios de clase media y trabajadora en los suburbios de Hyattsville y Silver Spring en Maryland” por un valor total de un millón de dólares.
Cuando se hizo público el escándalo, Nguema consideró ante la prensa que “una vida privada es una vida privada que debe ser respetada”. Y que un general del Ejército hubiera conseguido un millón de dólares en efectivo era una cuestión que entonces carecía de importancia. Compró su primera casa en EE. UU en 2015, durante su exilio en Senegal y Marruecos.
El coronel Ulrich Manfoumbi, nuevo portavoz del CTRI, hizo un anuncio inequívoco ante la televisión pública al poco tiempo de conocerse el nombramiento de Nguema: “El general de brigada Brice Oligui Nguema, presidente de la transición, desea reafirmar a todos los donantes, socios del desarrollo y acreedores del Estado que se tomarán todas las medidas para garantizar el respeto de los compromisos de Gabón, tanto externos como internos”. ¿Significa esto que todo seguirá igual? ¿La asociación con Francia, China y Marruecos, los castigos al pueblo, la corrupción, los abusos, el autoritarismo? El tiempo lo dirá; aunque parece que Nguema, con su voz y sus actos, ya ha venido a confirmarlo.
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