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Testigo directo

“Descansará en Windsor la reina porque pertenece a este lugar”

Los vecinos de este pequeño pueblo al oeste de Londres han sido testigo de bodas y funerales, pero este lunes el entierro de la reina Isabel II desborda todas las expectativas

Vecinos de Windsor Rocío ColomerLa Razón

Es imposible perderse cuando uno sale de la estación de tren de Windsor & Eton Riverside. El castillo medieval construido por Guillermo I de Inglaterra en el siglo XI se asoma imponente en el horizonte. Jane lleva 25 años residiendo en Windsor y está convencida de que nadie que no sea monárquico puede vivir en este condado. «Si vives aquí es porque te sientes honrado y privilegiado de que la reina sea tu vecina». En los últimos años Isabel II y el duque de Edimburgo fijaron aquí su residencia permanente. Jane es la propietaria de House Windsor una tienda de muebles que combina tradición y modernidad. Cuenta que por las mañanas le gusta mirar al castillo para ver si ondea la bandera en señal de que la reina se encuentra dentro. Isabel II será enterrada mañana en la Capilla de San Jorge junto a su padre y su marido.

Stuart tiene 53 años y regenta el pub «The Two Brewers» pegado al Long Walk, un paseo majestuoso que sale del Castillo de Windsor. Recuerda que hace tiempo sí se podía ver pasear a la reina Isabel II por las calles de esta pequeña localidad, aunque, muchas veces pasaba desapercibida con su pañuelo en el cuello. «Nadie esperaba encontrársela». Los años y los problemas de movilidad fueron acabando con estas salidas esporádicas. A diferencia de Jane, Stuart sí cree que la vida de Windsor se va a ver alterada por el fallecimiento de la monarca. «Esta era su casa y ella era parte de esta comunidad. Windsor era lo que ella llamaba su hogar». Creció aquí cuando era niña –añade– y pasó más tiempo en esta residencia que en cualquier otra. «Eligió ser enterrada aquí porque pertenece a este lugar», apostilla. Para Stuart el servicio religioso en la capilla de San Jorge y la sepultura en la bóveda real es lo que «tenía que ser y no podía ser de otro modo». Stuart ha seleccionado una serie de imágenes icónicas de la monarca, una con sus caballos, otra con el oso de Paddington o sus amados corgis y las expone en la ventanas del pub. Dice que es su particular tributo a Isabel II. Tiene ahora sus esperanzas puestas en Guillermo y en Catalina para que puedan llenar el inmenso vacío que ha dejado la soberana. «El hecho de que decidieran venirse a vivir aquí es porque quieren mantener la tradición de la familia real con Windsor». Hace una semana, los príncipes de Gales salieron junto a los duques de Sussex, Enrique y Meghan, a saludar los ciudadanos que habían depositado flores en la verja del castillo, pero a Stuart le gustaría que se dejaran ver más por la calle. «Me encantaría invitarles a una pinta».

Joshua es un joven de 18 años que ha vivido toda su vida en Windsor. Su padre regenta una de las casas de té más populares. Él se define como monárquico, pero admite que muchos de sus amigos se sienten republicanos. Confiesa estar triste por el fallecimiento de la monarca, aunque no le afecta personalmente. Está convencido de que el hecho de que la reina sea enterrada en Windsor va a traer más atención y cree que es algo positivo para los vecinos. «La llegada permanente de turistas permite que los negocios salgan a flote. Si no estuviera el castillo no sería lo mismo». Tiene claro que la monarquía es un reclamo imbatible. «Todo el mundo quería saber cuando estaba la reina o no. Cuando estaba aquí había un aumento de las visitas», razona.

En la casa de la lana «The Edinburgh Woollen Mill» están acostumbradas a ser testigos de las grandes ceremonias, bodas y funerales. La tienda está en frente del castillo y siguieron muy de cerca el enlace entre Enrique y Meghan. Ruth se cruzó con la reina en dos ocasiones. «Una mujer maravillosa», afirma categórica. Pero las tres empleadas saben que este lunes va a ser diferente. Mientras conversamos, la Policía rastrea las alcantarillas y las televisiones internacionales montan sus equipos móviles de cara a la cobertura dela ceremonia privada de este lunes. Ciudadanos anónimos y curiosos siguen acercándose al castillo para rendir un último tributo. «Es muy emocionante ver cómo la gente se despide de Isabel II», dice Kate, la encargada.

Bajando la cuesta está el anticuario de Sam, Art Deco. Es uno de los vecinos más veteranos de la zona. Para él la relación de Isabel II con Windsor no tiene ningún misterio. «Es la Historia. Aquí se respira la Historia», repite. Recuerda que se podía ver a la reina montada en su caballo blanco a primera hora de las mañanas. «Bajaba hasta aquí». La última vez que se subió a uno fue con 96 años y lo hizo en Windsor. En la galería de arte “Clarendon” no ha parado de trabajar desde que falleció la reina. Ciudadanos de todas las partes les contactan para comparar alguna pieza de arte relacionada con ella. «Todos quieren tener algo de Isabel II en sus casas». En el escaparate cuelga un retrato de ella: «Keep Calm I’ am the Queen».

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