Elecciones

Suecia entierra el «cordón sanitario» contra la ultraderecha

Por primera vez, la derecha negocia un acuerdo de Gobierno con los populistas, el segundo partido más votado en las elecciones

El líder populista sueco, Jimmie Akesson, celebra el histórico resultado de su partido
El líder populista sueco, Jimmie Akesson, celebra el histórico resultado de su partidoStefan JerrevÃ¥ngAgencia AP

Suecia ya no es la excepción nórdica. El «cordón sanitario» para aislar a la extrema derecha ha saltado por los aires después de que el partido xenófobo y ultranacionalista Demócratas Suecos (SD) se convirtiera en las elecciones del pasado domingo en la segunda formación del país, con más del 20% de los votos, relegando al conservador Partido Moderado a una humillante tercera posición. Conservadores, democristianos y liberales negocian ya con SD un pacto de coalición para gobernar por primera vez Suecia los próximos cuatro años. La agenda común de los cuatro partidos promete restringir la inmigración, mano dura contra el crimen, bajar los impuestos e impulsar la energía nuclear.

Nora Theorin, investigadora asociada del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, reconoce a LA RAZÓN que la participación de la ultraderecha en la gobernabilidad divide a los suecos. «La opinión pública está muy polarizada. La gente está muy preocupada sobre la posible entrada de los Demócratas Suecos en el Gobierno. Pero, por otro lado, muchos otros piensan que como segundo partido más votado debe implicarse».

La irrupción de los ultras por primera vez en el «Riksdag» (Parlamento) con el 5,7% en las elecciones de 2010 provocó un terremoto político en Suecia, donde elección tras elección la gobernabilidad del país se hacía más difícil a medida que la derecha populista no dejaba de crecer con su discurso marcadamente antiinmigración y eurófobo. Hace cuatro años, solo un diputado distanciaba a la izquierda y la derecha con los Demócratas Suecos como fiel de la balanza. Entonces, conservadores y democristianos ya superaron el tabú y se mostraron dispuesto a formar Gobierno con los votos de la ultraderecha, pero sus socios liberales y centristas prefirieron romper la alianza electoral de centro derecha y colaborar con el Gobierno en minoría del socialdemócrata Stefan Löfven.

Sin embargo, cuatro años después, los Demócratas Suecos, un partido de raíces neonazis que ha limado sus tendencias más extremistas desde que Jimmie Akesson asumió el timón en 2005, no se conforman con prestar sus votos para desbancar a los socialdemócratas del poder, sino que quiere influencia política. SD ha aprendido del error de su modelo político, el Partido Popular Danés (DF), que renunció a entrar en el Gobierno tras ser también la segunda fuerza más votada en las elecciones de 2015 y ahora ronda el 2% en los sondeos.

En opinión de Jens Peter Frølund Thomsen, experto en partidos antiinmigración de la Universidad de Aarhus, en 2015 el DF había tenido demasiado «miedo a los costes electorales que implicaba entrar en el Gobierno» y prefirió apoyar externamente a un Gobierno liberal en minoría.

En la noche electoral, Akesson se apresuró a anunciar que su partido no se limitará a apoyar las políticas de un Gobierno de derechas. «Si va a haber un nuevo Ejecutivo, vamos a tener una posición central», advirtió. «Nuestra ambición es ser parte del Gobierno». Durante la campaña, la extrema derecha ya anunció un centenar de exigencias, la mitad vinculadas con la justicia y la inmigración, que pondrían sobre la mesa a cambio de apoyar al líder conservador, Ulf Kristersson, como futuro primer ministro. Entre ellas, destacan la expulsión de los extranjeros que delincan, prohibir la mendicidad e intervenir los barrios con alta delincuencia. Como en el caso danés, Akesson quiere dar una vuelta de tuerca a las políticas migratorias y de asilos para hacerlas lo más restrictivas que permitan la legislación europea.

Theorin apunta que una mayoría de la opinión púbica apuesta por restringir la política migratoria de un país de 10,4 millones de habitantes que en la última década ha recibido a 500.000 refugiados. «En las encuestas, los electores identifican a los Demócratas Suecos como el mejor partido para manejar la política migratoria y de asilo».

Como partido antisistema, los Demócratas Suecos tendrán también que practicar un difícil equilibro para, al mismo tiempo, mostrar que son un partido serio que quiere asumir responsabilidades sin desplegar demasiado pragmatismo. De ahí que los analistas no descarten que Akesson aumente la presión amenazando con abandonar las negociaciones o votando incluso en contra de Kristersson en la primera de las cuatros sesiones de investidura que prevé la Constitución sueca antes de convocar nuevas elecciones.

«Tienen que equilibrar, por un lado, que no se les dé por sentado, que su apoyo no se dé por sentado y, por otro lado, no jugar demasiado, para que se los vea como impredecibles y poco confiables», explica Nicholas Aylott, profesor asociado de Política en la Universidad Södertörn de Estocolmo.