Opinión

El camino hacia la paz en Ucrania

Sin el restablecimiento del control sobre sus fronteras, los ucranianos no aceptarán la finalización de la guerra bajo ningún concepto

Militares ucranianos trasaldadan el féretro de un compañero fallecido en la Plaza de la Independencia de Kyiv
Militares ucranianos trasaldadan el féretro de un compañero fallecido en la Plaza de la Independencia de KyivEfrem LukatskyAgencia AP

A 10 meses desde que Vladimir Putin dio órdenes de lanzar la así bautizada «operación militar especial» en Ucrania, o sea la guerra en toda regla contra un país soberano, son más frecuentes e insistentes los llamamientos del Kremlin a declarar el alto el fuego, iniciar las negociaciones de armisticio o incluso de paz.

Para la gente de a pie, en su mayoría inexperta en temas de la política exterior, tales declaraciones públicas pueden sonar como un indicio del compromiso de Moscú con la causa de paz y una disposición de Rusia a poner fin a esta guerra que es fuente de tantos horrores y sufrimientos que hemos presenciado desde el febrero pasado.

Afortunadamente, los líderes del mundo democrático, engañados en repetidas ocasiones por las declaraciones del Kremlin, ya se dan cuenta de que no hay nada más tramposo e hipócrita que las propuestas de paz que vienen desde Moscú.

Los incesantes ataques rusos contra la infraestructura crítica de uso civil en pleno invierno y las preparaciones de nueva movilización son testimonios evidentes de los verdaderos propósitos del Kremlin, sumamente remotos de estas declaraciones pacificadoras. Es evidente que Moscú no está dispuesta a renunciar a su objetivo maximalista de aniquilar el Estado ucraniano y la guerra es su única herramienta para conseguirlo.

Sin embargo, tras sufrir derrotas en el campo de batalla, en unas condiciones del creciente flujo de armas occidentales a Ucrania mientras el potencial de la maquinaria militar rusa degrada, el Kremlin se ve forzado a buscar desesperadamente una pausa operativa a cualquier costa.

El invasor ruso la necesita para reagruparse y reabastecer sus arsenales para volver a emprender una ofensiva en una escala aún mayor. Los llamamientos de Rusia de iniciar conversaciones de paz, expresados directamente o transmitidos a través de terceros países, no tienen otro propósito ya que cualquier pausa supondría para el Kremlin un balón de oxígeno ante una derrota total. Al mismo tiempo Rusia no para de chantajear a Ucrania y a la comunidad internacional.

En cambio, Ucrania aboga por diez medidas que componen una fórmula de paz presentada en la Cumbre del G-20 en Indonesia a mediados de noviembre pasado. Es una visión integral y transparente con el claro propósito de poner fin a la agresión rusa y establecer una paz futura, justa y duradera para Ucrania, Europa y el mundo entero.

Estas medidas engloban la seguridad radiológica y nuclear; la seguridad alimentaria; la seguridad energética; la liberación de todos los prisioneros y las personas deportadas; la implementación de la Carta de las Naciones Unidas y la restauración de la integridad territorial de Ucrania y el orden mundial; la retirada de las tropas rusas y el cese de hostilidades; la restauración de la justicia; la prevención del ecocidio; la prevención de la escalada; la confirmación del fin de la guerra.

La fórmula de la paz ayudará a conseguir que Rusia nunca vuelva a cometer el crimen de agresión contra Ucrania, otros vecinos y el mundo en general. Con este fin, a instancia del Presidente Volodimir Zelenski, se va a convocar bajo los auspicios de las Naciones Unidas a finales de febrero próximo una Cumbre especial.

En primer lugar, la comunidad internacional tendrá que abordar el tema de la seguridad nuclear y radiológica. A lo largo de esta guerra Rusia, incapaz de conseguir sus objetivos en el campo de batalla, ha recurrido periódicamente a la retórica de chantaje nuclear sugiriendo que iba a usar las armas nucleares tácticas contra Ucrania, un país desnuclearizado, o provocar una emergencia, fruto de un accidente en central nuclear de Zaporiyia capturada por las tropas rusas.

La comunidad internacional tiene que tenerlo claro que cualquier forma de chantaje nuclear es inaceptable y Rusia tiene que renunciar a las amenazas verbales y sus acciones agresivas en cuanto al uso de las armas nucleares.

Igualmente, Rusia debe retirar sin demora a todos sus efectivos de la central nuclear de Zaporiyia. La estación debe pasar bajo el control de la OIEA y de la plantilla ucraniana. Sus reactores deben ser reconectados de inmediato a la red eléctrica para que nada comprometa su estabilidad y seguridad.

Para asegurar la integridad de sus centrales nucleares Ucrania propuso que OIEA desplegase sus misiones en todas las plantas tanto operativas como en conservación como es el caso de Chornóbil. Tales misiones pueden ser instrumentales en cuanto a la verificación de que cualquier actividad hostil contra las instalaciones nucleares de Ucrania ha cesado.

La comunidad internacional también tiene que afrontar el desafío de la seguridad alimentaria, una tarea pendiente desde que Rusia decidió usarla como el arma contra el Sur global, con la intención de desestabilizar los países de África (en primer lugar, las regiones del Sahel y el Cuerno de África) y Asia y provocar nuevas olas de migración ilegal a Europa. Al realizarse este escenario Europa se vería sumergida en un descontento popular. El derecho a la alimentación tiene que ser reconocido como el derecho fundamental en el mundo.

Gracias a los esfuerzos concertados de Naciones Unidas, Turquía y otros socios, incluida España, que apoyaron la iniciativa «Granos de Ucrania» este programa, destinado a mejorar la seguridad alimentaria a escala mundial, fue prorrogado para otros 4 meses.

Desde julio pasado, Ucrania ha exportado más de 10 millones de toneladas de alimentos por vías marítimas. En términos anuales Ucrania puede incrementar los volúmenes de sus exportaciones de granos hasta 45 millones de toneladas. En su mayoría los beneficiarios de estas exportaciones son países del Sur global que experimenta las carencias alimentarias.

Para que Ucrania pueda cumplir con esta misión humanitaria, Rusia debe dejar de atacar la infraestructura ucraniana, en primer lugar, su red portuaria en la costa del Mar Negro.

En las condiciones del duro invierno ucraniano la energía en manos del Kremlin también se convirtió en un arma. Con los ataques incesantes contra la infraestructura energética de Ucrania que tiene el papel crítico para el suministro de electricidad, agua y calefacción de los hogares Rusia sigue aterrorizando a la población civil. El Kremlin no disimula sus intenciones de provocar el éxodo masivo de los ucranianos con el fin de socavar la moral del ejército ucraniano y así forzar a Kyiv a rendirse. Por otro lado, con los bombardeos rusos de las centrales eléctricas, transformadores y líneas eléctricas Moscú pretende cortar la exportación de electricidad ucraniana a los países vecinos, ya que Rusia está interesada en la crisis energética en su entorno europeo.

Por estas razones proteger Ucrania de estos ataques es una tarea clave que contribuye al afianzamiento de la seguridad energética tanto nacional como regional y continental.

Nuevos suministros de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles anunciados recientemente por nuestros socios occidentales harán el cielo ucraniano aún más seguro. Rusia debe darse cuenta de que su campaña terrorista no traerá frutos codiciados y no va a doblegar Ucrania a rendirse ante el terror energético.

Si Rusia está interesada en el proceso de paz como pretende estar, el Kremlin debe abandonar este terror energético, así como renunciar al uso de energía como una herramienta de agresión contra Europa.

Ucrania también exige que Rusia libere a todos los prisioneros de guerra ucranianos y los civiles, incluidos los miles de niños, deportados forzosamente a Rusia y a los territorios ocupados temporalmente de Crimea. En muchos casos estos nacionales de Ucrania, tanto militares como civiles, están sometidos a las torturas y son víctimas de ejecuciones sumarias como lo revelan las fosas comunes descubiertas en las regiones liberadas de Kyiv, Járkiv o Jersón. Asimismo, los ciudadanos de Ucrania están detenidos como presos políticos en Rusia y en el territorio temporalmente ocupado, en particular en Crimea.

El proceso de paz sería impensable e incompleto sin el cumplimiento de la Carta de las Naciones Unidas y el restablecimiento de la integridad territorial de Ucrania y el orden mundial. Rusia debe asumir su obligación de respetar el Artículo 2 de la Carta y abstenerse de usar la fuerza contra Ucrania, reconfirmar la integridad territorial de Ucrania en el marco de las resoluciones pertinentes de la Asamblea General de las Naciones Unidas y los instrumentos internacionales legalmente vinculantes en vigor.

Como una muestra de su compromiso con la paz Rusia debe retirar todas sus tropas, así como las formaciones paramilitares del territorio de Ucrania dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente y cesar todas las hostilidades. Sin el restablecimiento del control de Ucrania sobre sus fronteras con Rusia la población de Ucrania no aceptará la finalización de la guerra bajo ningún concepto ni se sentirá segura. Los crímenes de guerra revelados en los territorios desocupados son una demostración clara de riesgos que corren nuestros connacionales.

Al mismo tiempo el proceso de paz requiere el restablecimiento de la justicia. Al desatar una guerra contra un Estado soberano la cúpula política y militar rusa cometió el crimen de agresión.

Las tropas rusas son artífices y autores materiales de innumerables atrocidades y crímenes de guerra cometidos en el territorio de Ucrania. La agresión rusa no sólo se tradujo en la muerte de miles de ucranianos, revivió las peores memorias de torturas inhumanas y ejecuciones sumarias, sino también en la desolación y la destrucción de la economía y la infraestructura de Ucrania.

Para juzgar los crímenes de guerra y hacer a los responsables rendir cuentas es imprescindible constituir un Tribunal Especial sobre el crimen de agresión de Rusia contra Ucrania y crear un mecanismo internacional de compensación por todos los daños causados por esta guerra. El crimen de agresión de Rusia contra Ucrania no puede ni debe quedar impune si queremos advertir otra guerra, en particular por parte de Rusia.

La agresión rusa viene acompañada con la masiva devastación de la naturaleza y el drástico deterioro del medio ambiente de Ucrania hasta tal extremo que es la hora de pensar en cómo prevenir el ecocidio.

Vastos territorios de Ucrania están contaminados con miles de minas y proyectiles sin explotar sembrados por el invasor ruso que representan una seria amenaza tanto a la gente como a otros seres vivos. Las minas de carbón (inclusive aquella donde se llevó a cabo una explosión nuclear subterránea en la época soviética en 1979) en los territorios que el invasor ruso logró ocupar en 2014 quedan desatendidas, desmanteladas o inundadas intencionalmente.

Este desafío ecológico, fruto de la guerra, también requiere una respuesta concertada de la comunidad internacional ya que se trata de una amenaza a escala mundial que Ucrania no será capaz a afrontar a solas.

Todos los esfuerzos de restablecer la paz serán en vano al menos Ucrania obtiene unas garantías de seguridad sólidas y eficientes que desalientan cualquier reincidencia de la escalada.

El pasado 30 de septiembre, Ucrania presentó una solicitud de adhesión acelerada a la OTAN. Al mismo tiempo, hasta que los aliados consigan el consenso al respecto, Ucrania aboga implementar las propuestas en cuanto a las garantías de seguridad (plasmadas en el «Pacto de Seguridad de Kyiv») con el fin de movilizar los recursos políticos, financieros, militares y diplomáticos necesarios para la autodefensa de Ucrania.

Desde el punto de vista de Ucrania, los elementos clave de la arquitectura de seguridad de la posguerra en el espacio euroatlántico, incluidas las garantías para Ucrania, tienen que ser definidos y consagrados por una conferencia internacional convocada con este propósito. La firma del «Pacto de Seguridad de Kyiv» sería su principal resultado.

Como el punto final del proceso de paz, una vez implementadas todas las medidas antimilitaristas y dado el inicio al restablecimiento de la seguridad y la justicia, vamos a necesitar un documento oficial que confirma el fin de la guerra.

En suma, Ucrania no está lista para una «paz a cualquier precio» y no va a hacer concesiones o aceptar compromisos que prorroguen la ocupación de sus territorios.

Si Rusia quiere entablar las negociaciones de verdad tiene que primero cumplir sin reservas con las cinco precondiciones– restaurar la integridad territorial de Ucrania; volver a respetar la Carta de Naciones Unidas; compensar a Ucrania todos los daños causados por Rusia; procesar y juzgar a los criminales de guerra; dar garantías sólidas de que tal agresión nunca volvería a ocurrir. Hasta que se cumplan estas condiciones, cualesquiera negociaciones de paz serán prematuras ya que Rusia las usaría como una pausa para reagruparse, reponer sus fuerzas y volver a atacar.

Sólo las acciones reales como el cese de los ataques terroristas contra la infraestructura ucraniana, la retirada de las tropas rusas del territorio de Ucrania, la liberación de todos los prisioneros y deportados serán lo suficiente convencibles y darán paso al proceso de paz. A la fecha de hoy Rusia no da indicios de que está dispuesta a una negociación de verdad.

El pueblo de Ucrania está decidido a seguir defendiendo su país y luchando hasta la victoria. Sólo los ucranianos van a determinar cuándo iniciar las negociaciones.

Nadie debe caer en la tentación de tratar de forzar a Ucrania a negociar en términos que comprometan su integridad territorial y soberanía. Y si atreve hacerlo, tiene que dar paso adelante y advertir a la opinión pública de forma explícita de que los compromisos ofrecidos con Rusia van a comprometer su propia seguridad. Cualquier concesión a Rusia no hará más que incentivarla a redoblar sus esfuerzos agresivos.

Serhii Pohoreltsev e embajador de Ucrania en España