Conflicto

Guerra en Ucrania: día 200: “El final del principio”

“Esto no es el fin, ni siquiera el comienzo del final. Es, más bien, el final del principio” (Sir Winston Leonard Spencer Churchill)

200 días después Europa sigue siendo el escenario de los sufrimientos, la angustia y la ansiedad no vistos en el Viejo Continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La guerra abierta que desató Rusia contra Ucrania se nota en todos sus rincones y más allá de sus límites. Con la Rusia de Putin reacia a ceder en sus intenciones iniciales, el panorama, a primera vista, parece totalmente desolador. Casi el 20% del territorio de Ucrania con 2.600 poblaciones están en este momento bajo el control de la administración de ocupación rusa.

Ante la inminente amenaza mortal desde el inicio de la guerra una cuarta parte de la población ucraniana, en su mayoría mujeres y niños, se vio forzada a abandonar sus casas y buscar un refugio en países europeos vecinos y no tan vecinos.

Copiando las avanzadas prácticas nazis e incluso perfeccionándolas, las tropas rusas tratan de infligir el mayor daño posible a la infraestructura crítica civil, imposibilitan la evacuación de los civiles con el fin de usarlos como escudos humanos o recurren a la deportación forzada de los nacionales de Ucrania a Rusia, Bielorrusia y la ocupada península de Crimea.

A los residentes de las áreas ocupadas, especialmente aquellos que quieren abandonar las zonas de las hostilidades o se ven obligados a trasladarse a Rusia, los invasores rusos les someten a los procedimientos de interrogaciones en los «campos de filtración». En muchas ocasiones las familias están separadas y las personas consideradas no fidedignas desaparecen sin rasgo alguno. Es obvio que a los organismos humanitarios internacionales les han negado el acceso a los «campos de filtración» y centros de detención creados por la administración de ocupación.

Los secuestros y abducciones de los niños ucranianos y su adopción ilegal en Rusia es un ejemplo más de las prácticas nazis resucitadas por Moscú.

En suma, las prácticas que llevan a cabo los invasores rusos tienen inequívocos indicios de que se trata de la política premeditada de genocidio del pueblo ucraniano que, según sus ideólogos y artífices, debe ser aniquilado, asimilado o expulsado de lo que en el Kremlin consideran «el territorio de la Rusia histórica».

Al incautar hace casi 6 meses la central nuclear de Zaporizhzhiay desplegar las tropas, el armamento y las municiones en sus instalaciones, Rusia de hecho pone a prueba a Ucrania y Europa con el chantaje nuclear.

La central nuclear de Zaporizhzhia está bajo el control militar ruso
La central nuclear de Zaporizhzhia está bajo el control militar rusoYURI KOCHETKOVAgencia EFE

A pesar de este chantaje el Occidente no da indicios de dar marcha atrás en su apoyo a Ucrania y redobla sus suministros de armas de tecnología punta a Kyiv mientras incrementa la presión de sanciones a la economía rusa. Y el Kremlin, consciente de la vulnerabilidad energética de Europa, en vísperas del invierno que avecina recurre al corte completo de gas natural, su arma preferida, para que las capitales europeas, en primer lugar, Berlín y París, reconsideren su actitud.

Pero la resistencia feroz de Ucrania demostrada en estos 200 días de la invasión rusa abierta ha cambiado los ánimos en Europa. Y lo hace en Moscú por igual.

El temor omnipotente y paralizante de la fase inicial de la guerra que reinaba en las capitales europeas ha disipado casi por completo, dando lugar a la formación de la amplia coalición anti-Putin con su máxima expresión de la constitución del «Grupo de Ramstein» que congrega 55 titulares de defensa.

En 200 días Rusia completó una transición fenomenal de la arrogancia total de su capacidad de capturar Kyiv en apenas 72 horas a la búsqueda desesperada de las negociaciones sobre el alto el fuego.

“Esto no es el fin, ni siquiera el comienzo del final. Es, más bien, el final del principio”

Winston Churchill, primer ministro de Reino Unido, pronunció la frase, reproducida en el epígrafe, a finales de 1942, tras sufrir las tropas del Eje fascista la derrota en la segunda batalla de El Alamein. Hasta la rendición incondicional de la Alemania nazi quedaban todavía más de 2 años.

A Rusia le quedan todavía suficientes recursos militares, aunque en la mayoría de los casos obsoletos, para estirar la guerra o, mejor dicho, postergar su derrota y humillación en el campo de batalla. Seguramente Rusia no va a renunciar a sus planes y seguirá su guerra de terror en Ucrania.

Sin embardo, como evidencian los eventos de las últimas jornadas en Ucrania, el avance del invasor ruso ha llegado a su límite y de hecho se ha desgastado. Las tropas rusas, ahora en retroceso en noreste y sur, más bien están enfocadas en mantener sus posiciones que en tratar de avanzar ante una contraofensiva de Ucrania a lo largo de toda la línea del frente. En apenas tres jornadas, a partir del 6 de septiembre, el ejército ucraniano logró avanzar 50 km en la región de Járkiv empujando a las tropas rusas a la frontera de estado que separa Ucrania de Rusia. El avance de las tropas ucranianas en el sur es también significativo, aunque relativamente menos impresionante.

La superioridad numérica de la que hasta ahora disponen las tropas rusas se ve igualada con los golpes de precisión quirúrgica de la artillería y la fuerza aérea ucranianas. El ejército ucraniano apunta ante todo a las líneas del suministro logístico, los depósitos de municiones, las concentraciones de las tropas y los centros de mando enemigos, lo que socava gravemente la capacidad bélica del Kremlin.

El ejército invasor rápidamente amontona las bajas, queya superan los 51.000 muertos. La movilización encubierta llevada a cabo por el Kremlin tanto en la propia Rusia como en los territorios ocupados no puede remontarlas.

Contrario a las afirmaciones de la propaganda de Rusia, el pueblo, el ejército y la cúpula político-militar de Ucrania están fuertemente unidos en conseguir el objetivo común de ganar la guerra. El 92% de los ucranianos no dudan en que Ucrania saldrá victoriosa de esta.

Consiente de su impotencia de apoderarse de nuevos territorios en Ucrania, el Kremlin, bajo el pretexto de minimizar los sufrimientos de la población civil, últimamente ha revigorizado su retórica sobre la necesidad de entablar de forma urgente unas negociaciones de paz. Bajo sus precondiciones, claro. Para forzar a Ucrania a sentarse en la mesa de negociaciones y aceptar las descabelladas demandas de Rusia, las tropas rusas continúan con sus actos de terrorismo lanzando ataques con misiles que matan a los civiles en toda Ucrania.

Varias personas y niños esperaban para cruzar a Rumanía, en el paso fronterizo de Porubne, en el oeste de Ucrania, el pasado mes de marzo
Varias personas y niños esperaban para cruzar a Rumanía, en el paso fronterizo de Porubne, en el oeste de Ucrania, el pasado mes de marzoLorena SopênaEuropa Press

De la historia reciente aprendimos una lección importante: hay que desconfiar a Rusia. Siempre. Toda negociación de paz será posible únicamente después de la retirada completa de las tropas rusas de Ucrania. Cualquier compromiso con el Kremlin va inevitablemente a llevarnos a todos los europeos a una nueva guerra aún más sangrienta. Tenemos que detener a Rusia de una vez por todas, para garantizar de forma fiable la seguridad europea y mundial.

El alto el fuego, desmilitarización o armisticio será de momento insuficiente. No podemos permitirnos el lujo de tener otro «conflicto congelado» en Europa y dar a Rusia un respiro para que se prepare para una nueva invasión.

Ya tenemos la receta aprobada y todas las herramientas necesarias para conseguir la victoria. Una victoria de la civilización contra la barbarie medieval.

Las armas modernas occidentales en las manos de los motivados defensores ucranianos hacen su trabajo y permiten liberar los territorios y los civiles que están todavía bajo la brutal ocupación rusa. Las sanciones económicas hacen la economía rusa desangrar paulatinamente y ralentizar su maquinaria bélica.

Dicen los expertos que esta guerra puede durar. Pero el comienzo del final ya se siente en el aire.

Serhii Pohoreltsev es embajador de Ucrania en España