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Visita de Estado
Bajo la mirada eterna de los profetas pintados por Miguel Ángel, Carlos III y el Papa Leo XIV protagonizarán este miércoles un acto tan solemne como histórico: rezar juntos en la Capilla Sixtina. Será la primera vez desde la Reforma de 1534 que un monarca británico y un pontífice compartan plegaria pública, casi quinientos años después de que Enrique VIII rompiera con Roma para fundar la Iglesia de Inglaterra. El gesto, que marcará la visita de Estado de Carlos III y la reina Camila al Vaticano, busca cerrar simbólicamente una de las grietas más profundas de la historia europea.
Carlos III no sólo protagoniza este viaje como jefe de estado del Reino Unido, sino que también lo hace como gobernador supremo de la Iglesia Anglicana y, según los expertos, se trata de una ocasión que trasciende lo protocolario. Pretende consolidar una nueva etapa de entendimiento entre la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia católica, a la que su antepasado declaró la guerra institucional en el siglo XVI.
La cita, además, tiene un fuerte mensaje contemporáneo: la oración conjunta en la Sixtina girará en torno a la protección de la naturaleza, un terreno donde el rey de Inglaterra y el Papa Leo XIV han encontrado un lenguaje común.
Buckingham Palace subraya el carácter “histórico y profundamente simbólico” de la agenda marcada para este miércoles. No se trata de un acto doctrinal, sino de un gesto de respeto mutuo y fraternidad espiritual. Aún hoy, la Iglesia católica no reconoce las órdenes anglicanas —una postura fijada en 1896 por León XIII—, pero la cita servirá para mostrar que las heridas de la Reforma, aunque no del todo cerradas, pueden convivir con la voluntad de entendimiento.
El monarca y el Papa mantendrán también un encuentro privado sobre sostenibilidad y cooperación internacional. El Foreign Office destaca el componente diplomático del viaje, recordando que la Iglesia católica “sigue siendo la mayor denominación del mundo” y que fortalecer la relación con el Vaticano tiene un valor estratégico. Pero en lo personal, también quiere reflejar la esencia del reinado de Carlos III: un monarca que busca combinar tradición, modernidad y conciencia moral consciente de que la adaptabilidad a los tiempos es, al fin y al cabo, de lo que depende la supervivencia de la monarquía.
El monarca, de 76 años y quien sigue aún con el tratamiento del cáncer que le fue detectado en febrero de 2024, ha defendido durante décadas la necesidad de tender puentes entre credos, convencido de que la fe puede ser un instrumento de cohesión social en un Reino Unido cada vez más diverso.
Su coronación en 2023, de hecho, fue toda una declaración de intenciones. Desde que Enrique VIII rompiera en 1534 con la Iglesia de Roma para poder casarse con Ana Bolena, el jefe de Estado se convierte también en la máxima autoridad de la Iglesia Anglicana. Pero Carlos III quiso modificar el rito del juramento para incluir la promesa de fomentar un ambiente en el que personas de todas las confesiones y creencias puedan vivir libremente. Su visita al Vaticano busca, por tanto, proyectar esa visión de una monarquía abierta, capaz de combinar tradición con diplomacia.
Para los historiadores, compartir plegaria con el Papa es un gesto que encierra un potente mensaje político y moral. “Es una forma de reconocer los nuevos tiempos, de dejar atrás la arrogancia teológica del pasado”, explicaba el profesor Diarmaid MacCulloch, de la Universidad de Oxford en The Times. “No se trata de una reconciliación doctrinal, sino de una comunión simbólica que habla del poder del entendimiento”, añadía.
Por otra parte, Carlos III será también el primer monarca británico desde la Reforma en asistir a un servicio en la basílica papal de San Pablo Extramuros, donde se encuentra la tumba de San Pablo, llamada así por estar fuera de los límites históricos de la Santa Sede.
La basílica tiene antiguos vínculos con los gobernantes ingleses. Reyes sajones, como Offa de Mercia en el siglo VIII y Ethelwulf de Wessex en el siglo IX, enviaron dinero a Roma para financiar el mantenimiento de las tumbas de San Pablo y San Pedro, centrándose finalmente en la tumba de Pablo. Enrique VIII fue nombrado canónigo honorario de la basílica en el siglo XVI.
Ahora Carlos III será nombrado “Royal Confrater”, del latín “hermano”, de la contigua Abadía de San Pablo, como signo de “comunión espiritual”. El Papa también concederá al Rey un asiento propio en la basílica, con su escudo de armas. El asiento servirá como una celebración de este nuevo vínculo y se mantendrá como una señal perpetua de respeto mutuo entre el Papa León y el Rey como Jefes de Estado, según declaró un portavoz del Palacio de Buckingham.
En definitiva, el encuentro entre Carlos III y el Papa Leo XIV no borrará las diferencias doctrinales, pero sí quedará como una de las imágenes más poderosas del reinado del soberano británico. Casi quinientos años después del cisma, la Corona inglesa vuelve a Roma no para imponer, sino para escuchar y rezar.
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